sábado. 27.04.2024
Retrato de Antonio Cánovas del Castillo

Muchos piensan que cuando hablamos en España de nacionalismos nos estamos refiriendo a los nacionalismos vasco y catalán. Sin embargo, siempre ha habido un potente nacionalismo español que se ha ido fraguando a lo largo de su historia moderna y contemporánea y que además excluye a los demás nacionalismos.

  1. El nacionalismo español
  2. La expansión de los regionalismos
  3. Cataluña
  4. País Vasco
  5. Galicia

El nacionalismo español

Desde Riego hasta Martínez Campos, casi todo el siglo xix está salpicado de periódicos pronunciamientos militares, que agrupaban detrás de ellos a los distintos partidos políticos. 

Fue la propia Guerra de Independencia la que suscitó el prestigio social de la vocación militar, a la que llegaron gentes de todo origen como era el caso de los hijos segundones antes destinados al clero, plebeyos que en una sociedad estamental cerrada no hubieran tenido tal oportunidad de ascenso social. 

En estos líderes se identificaba la propia nación en un concepto de encuadramiento social que, lejos de ser conservador o reaccionario, era en origen revolucionario, es decir, la nación en armas. 

En la práctica se delegaba también en ellos la iniciativa política, en ausencia de control efectivo de la sociedad civil. La milicia nacional era utilizada por los movimientos progresistas, que encuadraba a las clases urbanas en la defensa de la revolución liberal, dejó pronto de tener importancia efectiva. 

Otro cuerpo militar, que​ tuvo una proyección mucho más importante fue la guardia civil, que fue creada por los moderados. Tenía un amplio despliegue territorial que cubría todas las áreas rurales, encargada de garantizar dos nuevos conceptos:

- El orden público.

- La propiedad privada de extraordinaria importancia para el nuevo sistema liberal capitalista que había integrado a la oligarquía de altos nobles, grandes burgueses y terratenientes.

La Restauración había marcado un paréntesis de política civil, con el turnismo Cánovas y Sagasta, pero eso no significó un aumento de la pureza democrática del sistema político, a pesar de que se ejercía el sufragio universal.

En todo el siglo xix no hubo ningún caso de un gobierno que perdiera unas elecciones. El procedimiento no era ganar la confianza del pueblo para llegar a gobernarlo, sino llegar al gobierno y después convocar elecciones, convenientemente gestionadas por la red clientelar que partía del ministerio de gobernación, pasaba por los gobiernos civiles de cada provincia y llegaba al cacique que controlaba cada pueblo.

Se incluía el sistema del encasillado de los candidatos propicios, la compara de votos o reclamación de deudas de favores anteriores y el pucherazo, o fraude descarado, en caso necesario. El aragonés, Joaquín Costa hizo un análisis demoledor en su libro “Oligarquía y caciquismo como la forma actual de gobierno en España: urgencia y modo de cambiarla” del año 1901.

Antonio Cánovas del Castillo en su conferencia celebrada en el Ateneo de Madrid el seis de noviembre del año 1882 con el título “Concepto de nación”, decía:

“No, señores, no; que las naciones son obra de Dios o, si alguno o muchos de vosotros lo preferís, de la naturaleza. Hace mucho tiempo que estamos convencidos todos de que no son las humanas asociaciones contratos, según quiso un día; pactos de aquellos que, libremente y a cada hora, pueden hacer o deshacer a voluntad de las partes…

No hay voluntad individual ni colectiva, que tenga derecho a aniquilar la naturaleza ni a privar, por tanto, la vida a la nacionalidad propia, que es la más alta, y aún más necesaria después de todo, de las permanentes asociaciones humanas.

Nunca hay derecho, no, ni en los muchos ni en los pocos, ni en los más ni en los menos, contra la patria. Que la patria es… para nosotros tan sagrada como nuestro propio cuerpo y más, como nuestra misma familia y más… Conservemos, pues la nuestra, señores, retengamos también el propio ser de españoles…

Entre nosotros, felizmente, el hombre todavía queda, como he dicho; el español, si no está aún curado de los defectos, conserva las cualidades de siempre; el territorio puede decirse que está íntegro, con una excepción deplorable… y nada en suma nos falta para poder vivir con honor sin intentarlo de veras… Porque ¿Qué español, después de todo, qué reunión de españoles puede oír algo de suyo no sepa, que de suyo no sienta, a que de suyo no aspire, con sólo sentir vibrar de cerca el dulce nombre de la patria?

Fracasada la experiencia federal de la Iº República española y habiéndose rendido el carlismo, durante la Restauración se consolidó el Estado centralista basado en el férreo control de la administración provincial y local por parte del gobierno incluido el País Vasco, cuyos fueros fueron abolidos definitivamente en el año 1876. 

Durante este período el proceso de construcción de la nación española prosiguió pero desde su versión más conservadora, al centrarse la idea de España no en la libre voluntad de los ciudadanos sino en su ser, ligado al legado histórico con el catolicismo y la lengua castellana, como principales elementos. 

Los máximos exponentes de esta concepción orqánico-historicista de la nación española, que se oponía a la liberal y republicana de la nación política fueron Marcelino Menéndez Pelayo, Juan Vázquez de Mella y Antonio Cánovas del Castillo, los que dieron soporte a este tipo de nacionalismo español.

Según esta concepción, España era un organismo histórico de sustancia etno-cultural básicamente castellana, que se generó a lo largo de los siglos y que es, por tanto, una realidad objetiva e irreversible.

Sin embargo, y a pesar del reforzamiento del centralismo en la organización del Estado, el proceso de nation building español tuvo una intensidad menor que otros países europeos, debido a la propia debilidad del Estado. 

Así, ni la escuela ni el servicio militar cumplieron la función nacionalizadora que tuvieron, por ejemplo, en Francia, donde la identidad francesa eliminó las identidades regionales y locales. 

En Francia se impuso el francés como lengua única y el resto de lenguas llamadas despectivamente dialectos dejaron de hablarse o su uso fue considerado como un signo de incultura. En España las lenguas diferentes del castellano como el catalán, gallego y euskera se mantuvieron en sus respectivos territorios, sobre todo entre las clases populares. 

También dificultó el proceso nacionalizador español la exclusión de la participación política no solo de las demás tendencias políticas que no fueran los dos partidos dinásticos, sino de la gran mayoría de la población. 

Otro freno, especialmente entre los trabajadores, fue el desarrollo de las organizaciones socialistas y anarquistas, que defendían el internacionalismo, no el nacionalismo. Sin embargo, al menos en las ciudades, sí que avanzó el nacionalismo españolista. 

Como lo demostraron las manifestaciones de exaltación nacionalista en 1883, como muestra de apoyo al rey Alfonso XII a la vuelta de un viaje a Francia donde había recibido una acogida hostil por sus manifestaciones proalemanas, en el año1885, con motivo del conflicto con Alemania por las islas Carolinas.

La expansión de los regionalismos

El débil proceso de construcción nacional fue a la vez causa y efecto de la expansión en la década de los ochenta de los regionalismos. A partir de entonces la oposición al Estado centralista ya no fue exclusiva de carlistas y de federalistas, sino que ahora también la profesaban los que se sentían de patrias distintas, especialmente en Cataluña, País Vasco y Galicia, que de momento llamaban regiones o nacionalidades. 

Algunos ya se atrevieron a decir que España no era una nación sino solo un Estado formado por varias naciones. Aparece un fenómeno nuevo, que dará lugar a lo que más adelante se llamará la cuestión regional, y que suscitó una reacción inmediata por parte del nacionalismo español. 

Buena parte de la prensa, en Madrid y en provincias, empieza a mirar con suspicacia, cuando no con abierta hostilidad incluso las actividades culturales regionalistas y sus peticiones de cooficialidad de las lenguas no castellanas, pretensión que más de uno tacha de separatismo encubierto.

Cataluña

En Cataluña, tras el fracaso del Sexenio, un sector del republicanismo federal encabezado por Valentí Almirall, dio un giro catalanista y rompió con el grueso del Partido Federal, que dirigía Pi y Margall. 

Almirall fundó el Diari Catalá en el año 1879, que aunque tuvo una breve vida fue el primer diario escrito íntegramente en catalán. Al año siguiente, se convocaba el Iª Congreso catalanista, del que surgiría en el año 1882, el Centre Catalá, la primera entidad catalanista claramente reivindicativa, aunque no se planteó como partido político sino como una organización de difusión del catalanismo y de presión sobre el gobierno. 

Se presentó al rey Alfonso XII un Memorial de greuges en el año 1885, en el que se denunciaban los tratados comerciales que se iban a firmar y las propuestas unificadoras del Código Civil.

Se organizó una campaña contra el convenio comercial en el año 1886, que se estaba negociando con Gran Bretaña y que culminó en el mitin del teatro Novedades de Barcelona que reunió a más de cuatro mil asistentes. También se organizó otra campaña en el año 1888, en defensa del derecho civil catalán, que alcanzó su objetivo. 

Almirall publicó su obra fundamental “Lo catalanisme” en el año 1886, en el que defendía el particularismo catalán y la necesidad de reconocer las personalidades de las diferentes regiones en que la historia, la geografía y el carácter de los habitantes han dividido la península. 

Este libro constituyó la primera formulación coherente y amplia del regionalismo catalán y tuvo un notable impacto. Décadas después Almirall fue considerado como el fundador del catalanismo político. 

Según Almirall, el Estado lo integraban dos comunidades básicas: la catalana que era positivista, analítica, igualitaria y democrática y la castellana que era idealista, abstracta, generalizadora y dominadora, por lo que la única posibilidad de democratizar y modernizar España, para superar la división política del centro anquilosado a la periferia más desarrollada y así vertebrar una confederación o estado compuesto, o una estructura dual similar a la del imperio de Austria-Hungría. 

Durante esos mismos años ochenta fue cuando comenzó la difusión de los símbolos del catalanismo, la mayoría de los cuales no tuvieron que ser inventados, sino que ya existían previamente a su nacionalización:

  • La bandera formada por “les quatre barres de sang”, del año1880. 
  • El himno, Els Segadors del año 1882. 
  • El día de la patria que se celebra el once de septiembre a partir del año 1886.
  •  La danza nacional es la sardana desde el año 1892.
  • Los dos patronos de Cataluña son San Jordi desde el año 1885, y la virgen de Montserrat desde el año 1881.

El Centre Català vivió una crisis en el año 1887, y fue producto de la ruptura entre las dos corrientes que lo integraban, una más izquierdista y federalista encabezada por Almirall, y otra más catalanista y conservadora aglutinada en torno al diario “La Renaixenca” fundado en el año 1881. 

Los integrantes de esta segunda corriente abandonaron el Centre Catalá en noviembre para fundar la Lliga Catalana, a la que se unió el Centre Escolar Catalanista, que era una asociación de estudiantes universitarios de la que formaban parte los futuros dirigentes del nacionalismo catalán: Enric Prat de la Riba, Francesc Cambó y Josep Puig i Cadafalch. 

A partir de ese momento la hegemonía catalanista pasó del Centre Català a la Lliga que en el transcurso de los Jocs Florals del año 1888 presentaron un segundo memorial de greuges a la reina regente. 

Se le pedían que vuelva a poseer la nación catalana sus Cortes generales libres e independientes, el servicio militar voluntario, la lengua catalana oficial en Cataluña, enseñanza en catalán, tribunal supremo catalán y que el rey jurara en Cataluña sus constituciones fundamentales.

La Lliga de Catalunya propuso la formación de la Unió Catalanista en el año 1891, que enseguida obtuvo el apoyo de entidades y periódicos catalanistas, y también de particulares.

Era una nueva situación totalmente diferente de lo que había ocurrido cuatro años antes con el fracasado Gran Consell Regional Català propuesto por Bernat Torroja, que era el presidente de la Associació Catalanista de Reus, y que pretendía reunir a los presidentes de las entidades catalanistas y los directores de los periódicos afines. 

La Unió celebró en marzo del año 1892 su primera asamblea en la ciudad de Manresa, a la que asistieron 250 delegados en representación de unas 160 localidades. Se aprobaron las “Bases per a la Constitució Regional Catalana”, más conocidas como las Bases de Manresa, que se suelen considerar como el acta de nacimiento del catalanismo político, al menos el de raíz conservadora. En dichas Bases se decía:

“Las Bases son un proyecto autonomista, en absoluto independentista, de talante tradicional y corporativista. Estructuradas en diecisiete artículos propugnan la posibilidad de modernizar el Derecho civil, la oficialidad exclusiva del catalán, la reserva para los naturales de los cargos públicos incluidos los militares, la comarca como entidad administrativa básica, la soberanía interior exclusiva, unas cortes de elección corporativa, un tribunal superior en última instancia, la ampliación de los poderes municipales, el servicio militar voluntario, un cuerpo de orden público y moneda propios y una enseñanza sensible a la especificidad catalana”.

La mayoría de los catalanistas apoyaron la concesión de la autonomía a Cuba, pues la consideraron un precedente para conseguir la de Cataluña, pero la propuesta de Francesc Cambó que la Unió Catalanista hiciera una declaración a favor de la autonomía cubana con posibilidad de llegar a la independencia, pero encontró escaso respaldo.

Tras la derrota española en la guerra hispano-estadounidense el regionalismo catalán experimentó un fuerte impulso, fruto del cual nació en el año 1901, la Lliga Regionalistas. 

Esta surgió de la fusión de la Unión Regionalista fundada en el año 1898 y del Centre Nacional Catalá, que aglutinaba a un grupo escindido de la Unió Catalanista encabezado por Enric Prat de la Riba y Francesc Cambó. 

La razón de la ruptura fue que estos últimos, en contra de la opinión mayoritaria de la Unió, habían defendido la colaboración con el gobierno conservador de Silvela. El catalanista Manuel Durán y Bas, formó parte de él; y personalidades cercanas al catalanismo ocuparon las alcaldías de Barcelona, Tarragona y Reus, así como los obispados de Barcelona y Vic, aunque finalmente rompieron con el partido conservador al no ser aceptadas sus reivindicaciones, que eran el concierto económico, provincia única, reducción de la presión fiscal. 

La respuesta fue el tancament de caisex y la salida del gobierno de Duran i Bas y la dimisión del doctor; Bartomeu Robert como alcalde Barcelona.

El fracaso del acercamiento a los conservadores españoles no hizo desaparecer a la nueva Lliga Regionalista sino todo lo contrario, ya que encontró un apoyo cada vez mayor entre muchos sectores de la burguesía catalana desilusionados con los partidos de turno. 

Esto se tradujo en su triunfo en las municipales de 1901 en Barcelona, lo que significó el fin del caciquismo y del fraude electoral en la ciudad.

País Vasco

La oposición a la abolición definitiva de los fueros vascos en el año 1876, tras el final de la IIIª guerra carlista, fue la que impulsó el desarrollo del regionalismo en el País Vasco. 

El presidente del gobierno Cánovas del Castillo había intentado pactar con los fueristas liberales el arreglo foral pendiente desde la aprobación de la Ley de Confirmación de Fueros del año 1839.

Al no conseguirlo acabó imponiéndolo mediante una ley, que fue aprobada por las Cortes el 21 veintiuno de julio del año 1876, considerada como la que abolió los fueros vascos, pero que en realidad se limitó a suprimir las exenciones fiscal y militar de que hasta entonces habían gozado, Álava, Vizcaya y Guipúzcoa, por ser incompatibles con el principio de la unidad constitucional. Que figuraba en la nueva Constitución del año 1876.

Cánovas quería llegar a un acuerdo con los fueristas transigentes, que contribuyese a la completa pacificación del País Vasco, así que consiguió que la ley incluyera la autorización al gobierno para realizar la reforma del resto del antiguo régimen foral.

Sabino Arana
Sabino Arana

Se acordó dos años después en los decretos del Régimen de conciertos económicos del año 1878, que suponían la autonomía fiscal del País Vasco, donde las tres diputaciones vascas recaudarían los impuestos y entregarían una parte de ellos el denominado “cupo” a la Hacienda central, de la que ya gozaba Navarra.

El acuerdo alcanzado con los transigentes fue rechazado por los fueristas intransigentes, que no se conformaron con los conciertos económicos. Se crea la Asociación Euskara de Navarra, fundada en Pamplona en el año 1877 y cuya figura más destacada es Arturo Campión, y la Sociedad Euskalerria de Bilbao, fundada en el año 1880, con Fidel Sagarmínaga como presidente. 

Los euskaros navarros propugnaron la formación de un bloque fuerista vasco-navarro por encima de la división entre carlistas y liberales, y adoptaron como lema “Dios y Fueros”, el mismo que el de los euskalerriacos bilbaínos, que como los euskaros también defendían la unión vasco-navarra.

Sabino Arana Goiri publica el libro “Bizkaya por su independencia” en el año 1892, que representa el acta de nacimiento del nacionalismo. Arana había nacido en el año 1865, en Abando en el seno de una familia burguesa, católica y carlista. 

El domingo de Resurrección del año 1882, cuando tenía diecisiete años, se produjo su conversión del carlismo al nacionalismo bizkaitarra gracias a que su hermano Luis Arana lo convenció. 

A partir de entonces Sabino se consagró al estudio de la lengua vasca que desconocía, pues el castellano era el idioma de su familia, así como el estudio de la historia y del derecho especialmente los Fueros de Vizcaya, que le ratificaron en la revelación de su hermano Luis, que Vizcaya no era España.

Su doctrina política se concretó en junio del año siguiente en su discurso de Larrazábal, pronunciado ante un grupo de fueristas euskalerriacos encabezados por Ramón de la Sota.

En él explicó que el objetivo político del libro Bizcaya por su independencia era despertar la conciencia nacional de los vizcaínos, pues España no era su patria sino Vizcaya y adoptó el lema “Dios y Ley Vieja”, que es la síntesis de su programa nacionalista. 

Ese mismo año de 1893 comenzó a publicar el periódico Bizkaitarra en el que se declaró antiliberal y antiespañol, por esto último, sobre lo que sustentaba ideas muy radicales, pasó medio año en la cárcel y el periódico fue suspendido. 

Arana funda el Euskeldun Batzokija, en el año 1894, el primer batzoki, un centro nacionalista y católico integrista muy cerrado. Solo contó con un centenar de socios por las rígidas condiciones de ingreso. 

También fue clausurado por el gobierno, pero fue el embrión del Partido Nacionalista Vasco fundado en la clandestinidad el treinta uno de julio del año 1895, que era festividad de san Ignacio de Loyola, a quien admiraba Arana. Dos años después Arana adoptaba el neologismo Euskadi, que significa país de los euzkos o vascos de raza, pues no le gustaba el nombre tradicional de Euskalerria pueblo que habla euskera.

La propuesta nacionalista vasca de Sabino Arana se basaba en las siguientes ideas:

  • Una concepción orgánico-historicista o esencialista de la nación vasca. Las naciones existen desde siempre con independencia de la voluntad de sus habitantes.
  • Sus fundamentos son la religión católica y la raza vasca, identificada por los apellidos y no por el lugar de nacimiento, de ahí que exigiese tener los cuatro primeros apellidos vascos para ser miembro del primer batzoki, aunque el PNV más adelante los redujo a uno, en lo que se diferenciaba notablemente del nacionalismo catalán, cuyo rasgo identitario más importante era la lengua.

Sabino Arana escribió en su obra “Errores catalanistas” del año 1894, lo siguiente: 

“Si nos dieran a elegir entre una Bizcaya poblada de maketos que sólo hablasen el euskera y una Bizcaya poblada de bizcaínos que sólo hablasen el castellano, escogeríamos sin dubitar esta segunda porque es preferible la sustancia bizcaína con accidentes exóticos que pueden eliminarse y sustituirse por los naturales, a una sustancia exótica con propiedades bizcaínas que nunca podrían cambiarla”.

El integrismo católico y el providencialismo que le lleva a rechazar el liberalismo, pues éste nos aparta de nuestro último fin, que es Dios, y en consecuencia a reclamar la independencia de la España liberal, y alcanzar así la salvación religiosa del pueblo vasco. 

Sabino Arana dijo “Bizkaya, dependiente de España, no puede dirigirse a Dios, no puede ser católica en la práctica

La nación vasca entendida como antagónica de la nación española pues son razas distintas y que han sido enemigas desde la antigüedad. Vizcaya, como Guipúzcoa, Álava y Navarra, lucharon siempre por su independencia frente a España, cosa que consiguieron cuando los reyes españoles no tuvieron más remedio que concederles sus fueros. 

Según Sabino Arana, los cuatro territorios fueron independientes de España y entre sí, hasta que en el año 1839, los fueros fueron subordinados a la Constitución española, pues según Arana, a diferencia de los fueristas, fueros vascos y Constitución española eran incompatibles. 

Escribió Sabino Arana en el año1894, lo siguiente:

“El año 39 cayó Bizcaya definitivamente bajo el poder de España. Nuestra patria Bizkaya, de nación independiente que era, con poder y derecho propios, pasó a ser en esa fecha una provincia española, una parte de la nación más degradada y abyecta de Europa”.

Los inmigrantes españoles que han llegado, pero según Arana nos han invadido, al País Vasco a trabajar en sus minas y en sus fábricas- Arana los denomina los maquetos y son los culpables de todos los males.

Provocan la desaparición de la sociedad tradicional con la industrialización, de ahí el anticapitalismo inicial y la idealización del mundo rural de Arana dice que “Fuese pobre Bizcaya y no tuviera más que campos y ganados, y seríamos entonces patriotas y felices y de su cultura basada en la religión católica, con la llegada de ideas modernas antirreligiosas, como «a impiedad, todo género de inmoralidad, la blasfemia, el crimen, el libre pensamiento, la incredulidad, el socialismo, el anarquismo...” y del retroceso de la lengua vasca.

La única forma de acabar con la degeneración de la raza vasca es que recupere su independencia de España, volviendo a la situación anterior al año 1839, lo fundamental, según Arana, era reclamar la derogación de la ley del año 1839, no la del año 1876. 

Una vez conseguida la independencia se constituiría una Confederación de Estados vascos con los antiguos territorios forales de ambas vertientes de los Pirineos —Vizcaya, Guipúzcoa, Alava y Navarra, de la parte sur; Benabarra, Lapurdi y Zuberoa, de la parte norte. 

Sabino Arana escribió en el Bizkaitarra en el año 1894 lo siguiente:

“Libre e independiente de poder extraño, vivía Bizcaya, gobernándose y legislándose a sí misma; como nación aparte, como Estado constituido, y vosotros, cansados de ser libres, habéis acatado la dominación extraña, os habéis sometido al extranjero poder, tenéis a vuestra patria como región de país extranjero y habéis renegado de vuestra nacionalidad para aceptar la extranjera.

Vuestros usos y costumbres eran dignos de la nobleza, virtud y virilidad de vuestro pueblo, y vosotros, degenerados y corrompidos por la influencia española, o lo habéis adulterado por completo, o lo habéis afeminado o embrutecido. Vuestra raza… era la que constituía vuestra Patria Bizkaya; y vosotros, sin pizca de dignidad y sin respeto a vuestros padres, habéis mezclado vuestra sangre con la española o maketa; os habéis hermanado o confundido con la raza más vil y despreciable de Europa. 

Poseíais una lengua más antigua que cualquiera de las conocidas... y hoy vosotros la despreciáis sin vergüenza y aceptáis en su lugar el idioma de unas gentes groseras y degradadas, el idioma del mismo opresor de vuestra patria”.

Esta Confederación que denominó Euskadi se basaría en la unidad de raza, en lo posible y en la unidad católica, por lo que en ella solo tendrían cabida los vascos de raza y los católicos confesionales, quedando excluidos no solo los inmigrantes maquetos sino también los vascos de ideología liberal, republicana o socialista.

El PNV era un grupo político en el año 1898 que apenas tenía afiliados y cuya implantación se reducía a Bilbao, y ni siquiera tenía un periódico propio tras la desaparición de Baserritarra el año anterior por problemas económicos. 

Su capacidad de influencia se veía limitada por la ola de la exaltación nacionalista española provocada por la guerra hispano-norteamericana. Durante una manifestación la casa de Arana en Bilbao fue apedreada. 

Pero ese mismo año de 1898 Cambió radicalmente la situación del PNV en el año 1898, pues junto con el PSOE habían sido los dos únicos grupos políticos vascos que se había opuesto a la guerra, gracias al ingreso en el mismo del grupo de euskalerriacos.

Esto le proporcionó cuadros políticos, el semanario Euskalduna y recursos económicos, pues aquellos fueristas eran burgueses vinculados a la industria y al comercio, en especial su dirigente Ramón de la Sota, y frente al independentismo de Arana, defendían la autonomía para el País Vasco, acercándose así a los planteamientos del catalanismo. 

Sabino Arana en la cárcel
Sabino Arana en la cárcel

El apoyo los euskalerriacos fue decisivo para que Arana fuera elegido en septiembre del año 1898, diputado provincial de Vizcaya por Bilbao. A partir de esa fecha Arana moderó sus planteamientos más radicales, anticapitalistas y antiespañoles, e incluso en el último año de su vida renunció a la independencia de Euskadi y propugnó «una autonomía lo más radical posible dentro de la unidad del estado español.

Galicia

En Galicia entre los años 1885 al 1890 y en paralelo con lo que sucedía en Cataluña, el provincialismo, que había nacido en la década de los años cuarenta en las filas del progresismo, que basaba el particularismo de Galicia en el supuesto origen celta de su población, a lo que se unían su lengua y su cultura propias, fueron revalorizadas con el Rexurdimento, se transforma en regionalismo. 

Hacia esa posición de defensa de los intereses generales de Galicia y de una política gallega confluyen personas procedentes de ámbitos dispares lo que conduce a la existencia de tres tendencias en este incipiente galleguismo:

  • Una liberal, heredera directa del provincialismo progresista, y cuyo principal ideólogo es Manuel Murguía.
  • Otra federalista, de menor peso.
  • Una tercera tradicionalista encabezada por Alfredo Brañas. 

Estas tres tendencias confluirán a principios de la década siguiente en la creación de la primera organización del galleguismo, la Asociación Regionalista Gallega, que sin embargo desarrolló una escasa actividad política durante los pocos años que duró, del año 1890 al 1893, debido sobre todo a la tensión existente entre tradicionalistas y liberales, especialmente aguda en Santiago de Compostela.


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