sábado. 27.04.2024

Susana Díaz, la unidad del socialismo y la derecha reaccionaria

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El estado de continua facción en que Susana Díaz sitúa al socialismo andaluz por intereses caciquiles y personales, representa la perversión de la política como medio de vida, como una especie de culminación de las artes pecuniativae

Desde la transición pocos comicios han delineado un escenario tan determinante para el futuro de España como los que han de celebrarse en los amenes de abril. La crisis poliédrica que padece el régimen del 78, metastatizada en unas contradicciones estructurales por la propia etiología que supuso un régimen construido para darle continuidad con enjalbego al franquismo sociológico y cuya decadencia se ha agudizado cuando ya es imposible, mediante la apariencia y la propaganda devenida en uniformidad mediática, mantener el autoritarismo estructural del sistema bajo la traza de una democracia en exceso degradada, tuvo su ápice de desencanto ciudadano con motivo de la depresión económica y la depauperación de las mayorías sociales, el exterminio del mundo del trabajo y el afianzamiento de una desigualdad, cuya gravedad entra en el espacio de lo inmoral, a favor de las minorías fácticas. 

Esta crisis múltiple, política, institucional, social y territorial, ha supuesto la bunkerización de la derecha para transferir el malestar ciudadano al tenebroso terreno del orden público y el cuévano de lo delincuencial y blindar los intereses de las minorías económicas y estamentales mediante la escenificación de las esencias criptofranquistas de un conservadurismo que nunca apostató de la nostalgia y la ideología del tiempo del caudillismo. Bajo el torcido criterio de que la crisis del sistema procede de los excesos democráticos, sentidos como blandura, se ha optado porla regresión cultural y autoritaria de una derecha adicta al patriotismo de “Santiago y cierra España”, mano dura y el africanismo de “muera la inteligencia” que flirtea con la xenofobia contra los inmigrantes, el supremacismo machista, el rechazo al feminismo, proclive a la democracia orgánica y partidaria del desmantelamiento de la vertebración autonómica del Estado. Esa España que definía Laín Entralgo como tradicional, cerrada a toda innovación, a veces con violencia y que divide a los ciudadanos en españoles buenos y malos.

En este contexto, el PSOE de Pedro Sánchez ha recuperado la función y posición en la sociedad después de un tiempo de volatilidad ideológica para convertirse en este momento histórico tan trascendental para la salvaguarda de las libertades públicas y las políticas sociales como la única alternativa a la reacción autoritaria y antidemocrática del tridente derechista. Es por ello, que en este trance de suma gravedad para el porvenir de España, la frivolidad y el nominalismo no solamente suponen una desviación ética sustantiva de los valores socialistas, sino un desfalco moral al sujeto histórico socialista, es decir, a las mayorías sociales, de onerosas consecuencias. El estado de continua facción en que Susana Díaz sitúa al socialismo andaluz por intereses caciquiles y personales, representa la perversión de la política como medio de vida, como una especie de culminación de las artes pecuniativae con sus excusas sin dignidad enmascaradoras de una simple lucha por espacios de poder personal y estatus que conduce irreversiblemente a que los valores ideológicos, aquellos que operan sobre el bien común y la centralidad democrática de la ciudadanía, se reblandezcan como los relojes de Dalí. Y nada más lejos de este sentido patrimonialista y caciquil de la política que los valores y principios socialistas, con lo cual el verdadero peligro para el PSOE en Andalucía, y en el resto de España, es el susanismo oligárquico y nominalista. Las máculas del currículo político de Díaz no pueden ser más onerosas y graves, tupidas de asperezas sediciosas, tumultuosas y conspirativas. El contundente rechazo de la militancia a Díaz en las primarias fue una muestra incontestable de la insolvencia de su liderazgo excesivamente escorado al fariseazo y la impostura. Como decía Manuel Azaña, las cosas grandes la gente pequeña las estropea.

Susana Díaz, la unidad del socialismo y la derecha reaccionaria