viernes. 26.04.2024

La derecha como esperpento

rivera espejo

El esperpento como auténtico género dramático partió de una localización real; se encontraba a principios del siglo pasado un comercio de ferretería en Madrid cuya característica más llamativa era la fachada publicitaria, donde se hallaban un espejo cóncavo y otro convexo que deformaban la figura de todo aquel que frente a ellos posase. Esto, que se convirtió en un entretenimiento de la época, sería utilizado por Valle-Inclán como metáfora llevada al teatro. Así, la deformación de la realidad bien podía ser divertida, como de hecho lo era para los transeúntes, pero podía convertirse en algo más: en un espejo social, en una crítica, en una deformación exagerada de la realidad que devolvía la verdadera imagen que se iba buscando al enfrentarse al espejo.

El texto considerado fundacional acerca del tema es la conversación mantenida por Max Estrella con Don Latino de Hispalis en una escena de Luces de Bohemia, donde Max Estrella declara: “Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el esperpento. El sentido trágico de la vida española sólo puede darse con una estética sistemáticamente deformada.” Y cómo no recordar en este punto los versos de Gil de Biedma: “De todas las historias de la Historia / sin duda la más triste es la de España / porque termina mal.” Y acaba mal porque intentan hacernos creer, aquellos que prefieren siempre, como se lamentó Albert Camus, estar del lado de quienes hacen, o deshacen, la historia en lugar de quienes la padecen,  que la realidad es lo que refleja el espejo cóncavo de feria que han pulido para preservar sus codiciosos e irracionales intereses.

Rivera proclama una y otra vez el propósito de C’s de una España recentralizada y sin nacionalismos. Este partido nació con el único propósito programático de combatir al nacionalismo catalán

La inanidad intelectual, dolosa y perversa, de los conservadores en este momento histórico y político de la vida pública española, de sensible trascendencia por cuanto afecta a intersticios sustantivos y constituyentes del Estado y la sociedad y, como consecuencia, a los ámbitos posibles de la convivencia democrática, constituye un ejercicio de felonía ante una realidad cuya deformación, en su irracionalidad, supone la construcción del esperpento como alteración autoritaria del país y la crisis poliédrica que padece. El Estado de la Transición asume como universales los intereses de las minorías económicas y estamentales y, como consecuencia, no está constituido como un Estado nacional sino ideológico y fragmentario cuyos conflictos sociales, autonómicos y económicos los confronta como una relación de poder y de fuerza, ahora agudizados por la exacerbación de sus propias contradicciones. En el contexto de esta falsaria hegemonía cultural, PP, C’s y Vox procuran la eliminación de la división territorial que marca la Constitución, ellos, que se definen como constitucionalistas. Albert Rivera proclama una y otra vez el propósito de C’s de una España recentralizada y sin nacionalismos. No hay que olvidar que el partido de Rivera nació con el único propósito programático de combatir al nacionalismo catalán.

Incluso antes de las elecciones generales que dieron el triunfo al PSOE, Tanto C’s como PP declararon que no apoyarían la investidura de Sánchez, con lo cual, de forma activa y pasiva, se descartaban de cualquier fórmula de acuerdo dejando en manos de las minorías nacionalistas la posibilidad de configurar una mayoría parlamentaria que coadyuvara a la gobernabilidad del país sin menoscabo de la voluntad de las urnas. A partir de ahí, una posible  mayoría legítima -todos los diputados del Congreso han sido elegidos democráticamente- se intenta contaminar por la propaganda excrementicia de la derecha con fantasmagóricas conspiraciones trufadas de una Eta inexistente o una delirante toma de la Bastilla para liberar a los presos catalanes.

Es una derecha cuyos propósitos inmediatos consisten en una intervención permanente de las instituciones catalanas, sin posibilidad de ningún tipo de diálogo, el encarcelamiento de los líderes nacionalistas, la amputación severa del Estado autonómico, la agudización de la desigualdad social, el mantenimiento de los salarios de hambre, la precariedad en el empleo, la pobreza estructural, la carencia de la redistribución de la riqueza, es decir, el esperpento como forma de país.

La derecha como esperpento