viernes. 26.04.2024

Una injusticia sangrante: el trabajo de los cuidados

cuidadoras

Oxfam Intermón en Davos va a presentar el Informe Tiempo para el cuidado. El trabajo de cuidados y la crisis global de la desigualdad de enero 2020. Ni que decir tiene que a toda a esa caterva de asistentes: Jefes de Estado, cientos de poderosos empresarios que se darán cita en Davos, el trabajo de los cuidados se las trae al pairo. Más de 1.700 jets privados transportarán a estas personalidades a sus hoteles de lujo, en el pequeño poblado inmortalizado por Thomas Mann en La montaña mágica. Por parte española asistirán, además de los representantes de los grandes bancos y las energéticas, Pedro Sánchez y las ministras Nadia Calviño y Teresa Ribera.

El prólogo del resumen del Informe de Oxfam describe sus objetivos:  

“La desigualdad económica está fuera de control. En 2019, los 2.153 milmillonarios que hay en el mundo poseían más riqueza que 4.600 millones de personas. Esta enorme brecha es consecuencia de un sistema económico fallido y sexista que valora más la riqueza de una élite privilegiada, en su mayoría hombres, que los miles de millones de horas del esencial trabajo de cuidados no remunerado o mal remunerado que llevan a cabo fundamentalmente mujeres y niñas en todo el mundo. Cuidar de los demás, cocinar, limpiar y recoger agua y leña son tareas diarias esenciales para el bienestar de la sociedad, las comunidades y la economía. La pesada y desigual responsabilidad del trabajo de cuidados que recae sobre las mujeres perpetúa tanto las desigualdades económicas como la desigualdad de género.

Los Gobiernos deben tomar medidas urgentes para construir una economía más humana y feminista que valore lo que realmente importa para la sociedad, en vez de alimentar una carrera sin fin por el beneficio económico y la acumulación de riqueza. Invertir en sistemas nacionales de atención y cuidados que permitan abordar la desproporcionada responsabilidad del trabajo de cuidados que recae sobre las mujeres y las niñas, introducir un modelo fiscal progresivo en el que también se grave la riqueza y legislar para proteger a las personas que se ocupan del trabajo de cuidados son medidas iniciales tanto posibles como cruciales”.

Del Informe de Oxfam he entresacado algunos de los datos y reflexiones, que me han parecido más significativos. El valor económico del trabajo de cuidados no remunerado que llevan a cabo a nivel mundial las mujeres de 15 o más años asciende al menos a 10,8 billones de dólares, una cifra que triplica el valor de la industria tecnológica mundial. Es una estimación inferior al valor real, ya que los datos se basan en el salario mínimo y no  en el salario justo, y además no tienen en cuenta el valor social del trabajo de cuidados más allá de lo económico, ni tampoco el hecho de que, sin este trabajo, nuestra economía se colapsaría por completo.  Si fuese posible cuantificar la aportación real del trabajo de cuidados  no remunerado, su valor económico total sería aún mayor. En cualquier  caso, parece claro que el trabajo de cuidados no remunerado está alimentando un sistema económico sexista, que absorbe recursos  de la mayor parte de la población y llena los bolsillos de unos pocos.  Un incremento de tan solo el 0,5% adicional en el tipo del impuesto que grava la riqueza del 1% más rico de la población en los próximos diez años permitiría recaudar los fondos necesarios para invertir en la creación de 117 millones de puestos de trabajo en sectores como la educación, la salud y la asistencia a las personas mayores, entre otros, acabando así con los déficits de cuidados en estos ámbitos.

El trabajo de cuidados es fundamental, tanto para nuestras sociedades como para la economía. Este concepto engloba el cuidado de los niños y niñas, de las personas mayores y las personas con enfermedades físicas y mentales, o de las personas con algún tipo de discapacidad, además de las tareas domésticas diarias como cocinar, lavar, coser e ir a buscar agua y leña. Si nadie invirtiese tiempo, esfuerzo y recursos en este tipo de actividades, comunidades, centros de trabajo y economías enteras se colapsarían por completo.

Se calcula que el dinero que se roba a las más de 3,4 millones de personas trabajadoras del hogar en situación de trabajo forzoso que hay en todo el mundo asciende a 8.000 millones de dólares anuales

En todo el mundo, las mujeres y las niñas en situación de pobreza asumen una parte desproporcionada del trabajo de cuidados no remunerado o mal remunerado, especialmente aquellas que, por pertenecer a determinados colectivos, no solo sufren discriminación por razones de género, sino también de raza, etnia, nacionalidad, sexualidad y casta. Las mujeres realizan más de tres cuartas partes del trabajo de cuidados no remunerado. Las mujeres que viven en comunidades rurales y países de renta baja dedican hasta 14 horas diarias al trabajo de cuidados no remunerado, cinco veces más que los hombres de estas mismas comunidades. Los índices de asistencia escolar de las  niñas que realizan un gran volumen de trabajo de cuidados no remunerado son inferiores  a las del resto. Además de ocuparse del trabajo de cuidados en sus hogares sin recibir remuneración alguna, muchas mujeres en situación de pobreza también trabajan atendiendo a otras personas, por ejemplo como trabajadoras del hogar; este es uno de los colectivos laborales más explotados del mundo. Tan solo el 10% de las personas trabajadoras del hogar están protegidas por la legislación laboral general en la misma medida que el resto de profesionales, y tan solo cerca de la mitad goza de la misma protección en términos de salario mínimo. Las legislaciones nacionales no estipulan un límite de horas para la jornada laboral de más de la mitad de las personas trabajadoras del hogar. En los casos más extremos de trabajo forzoso y tráfico de personas, las personas trabajadoras del hogar se encuentran atrapadas en las casas de sus “empleadores”, que controlan absolutamente todos los aspectos de sus vidas, lo cual las deja en una situación de invisibilidad y total desprotección. Se calcula que el dinero que se roba a las más de 3,4 millones de personas trabajadoras del hogar en situación de trabajo forzoso que hay en todo el mundo asciende a 8.000 millones de dólares anuales, una cifra equivalente al 60% de los salarios que deberían percibir.

La economía feminista y la igualdad de género son dos elementos esenciales para una nueva economía más humana y más justa, que debería asumir como uno de sus objetivos principales abordar plenamente el papel del trabajo de cuidados no remunerado y mal remunerado. La única manera de construir un mundo más justo es cambiar radicalmente la manera en que se lleva a cabo este tipo de trabajo, y cómo se valora.

Economistas feministas, la sociedad civil y defensoras y defensores del trabajo de cuidados llevan décadas proponiendo distintas soluciones para lograr un cambio radical que dé prioridad al trabajo de cuidados, lo que se denomina el marco transformador de las “4R”. Los siguientes principios deben tenerse en cuenta.

Reconocer el trabajo de cuidados no remunerado y mal remunerado, realizado fundamentalmente por mujeres  y niñas, como un tipo de trabajo o de producción que aporta  un valor real.

Reducir el número total de horas dedicadas a las labores de cuidados no remuneradas, mejorando el acceso tanto a equipamientos asequibles y de calidad que permitan ahorrar tiempo, como a las infraestructuras de apoyo a los cuidados.

Redistribuir el trabajo de cuidados no remunerado de forma más equitativa dentro de las familias y, al mismo tiempo, trasladar la responsabilidad del trabajo de cuidados no remunerado al Estado y al sector privado.

Representar a las proveedoras de cuidados más excluidas, garantizando que se tengan en cuenta sus puntos de vista en el diseño y ejecución de las políticas, sistemas y servicios que afectan a sus vidas.

Este cambio es posible. Existen múltiples ejemplos de mujeres que están exigiendo cambios y reclamando sus derechos: desde Engna Legna Besdet, que ha unido a todas las trabajadoras del hogar etíopes en Líbano, hasta la campaña Domestic Workers Rising (Las trabajadoras del hogar se rebelan) en Sudáfrica. Por su parte, los Gobiernos están empezando a escuchar. Es el caso de Uruguay, que ha creado un innovador sistema nacional integrado de cuidados que consagra tanto el derecho a cuidar y a recibir cuidados, como los propios derechos de las personas que trabajan en la provisión de dichos cuidados. O Nueva Zelanda, que en 2019 ha aprobado su “presupuesto por el bienestar”. Mas queda mucho por hacer.

Ahora quiero fijarme en tema de los cuidados a nivel español. En este mismo medio publiqué el 8 de marzo de 2019 un artículo titulado La igualdad de la mujer en España, todavía es una asignatura pendiente, en el que explicaba las extraordinarias dificultades que la mujer española ha tenido que superar a lo largo de la historia en su intento de alcanzar la igualdad con los hombres. Desigualdad que todavía persiste. Comentaba que hoy se habla de cuidatoriado, aplicado a la clase social cuyo trabajo principal es el cuidar (care) y que en la mayoría es no remunerado. El término se debe a María Ángeles Durán, Premio Nacional de Sociología. Todos los demandantes de cuidado, niños, enfermos, ancianos por las carencias de nuestro Estado de bienestar y que no lo pueden comprar en el mercado, tienen que recurrir a cuidadores (cuidatoriado), que son la nueva clase social equivalente al proletariado del siglo XIX. Está compuesto por dos grupos. Un grupo, el más estudiado, el remunerado, formado básicamente por mujeres inmigrantes con condiciones laborales muy precarias. En mi ciudad de Zaragoza, paseando por los calles principales podemos observar cómo, sobre todo sudamericanas, aunque también de los países del Este, conducen en sus sillas sobre el mediodía a muchos ancianos. ¿Qué ocurriría si no estuvieran ellas? Y todavía proliferan en esta sociedad racista hasta la médula, los cenutrios que cuestionan la presencia de los inmigrantes. Estoy convencido de que a muchos de estos cenutrios, cuando lleguen a la vejez, será una inmigrante quien le limpie el c. Las que desempeñan estos trabajos de los cuidados, la mayoría son mujeres de mediana edad o de edad avanzada que no cobran y que lo hacen por afecto familiar. Estas mujeres no tienen ninguno de los derechos conseguidos por los trabajadores. No tienen derecho a la seguridad social, lo tuvieron con la ley de dependencia, lo perdieron con la crisis, y ahora parece que lo vuelven a tener. Si no has tenido seguridad social, al ser mayor estás condenada a la miseria y a la dependencia.

María Ángeles en La riqueza invisible de los cuidados ha calculado que el trabajo del cuidado en los hogares no remunerado equivale a 28 millones de empleos a tiempo completo (aplicada la misma jornada que al sector servicios). Las opciones que habría son: pagarlo, eliminarlo o redistribuirlo. Se podrían combinar las tres. Pero es sumamente difícil. Si se decide pagarlo, como la mayor parte son niños, ancianos o personas muy enfermas no tienen dinero, debería hacerlo Estado, lo que supondría subir mucho los impuestos. Calcula que tendría que subir un 70% el IRPF para pagar parte de los cuidados que se hacen ahora gratis.

Otra posibilidad es la supresión. De hecho, en España es lo que se hace, por la vía de no tener niños. Pero donde únicamente se puede hacer un avance muy grande sería con la redistribución. Por la vía del género, que los hombres contribuyan mucho más. Y en eso se ha notado el paso del tiempo. Los hombres jóvenes y muchos de los abuelos que antes no les parecía bien ir a recoger al nieto, ni hacer la compra o cuidar a alguien en la familia, ahora lo hacen. Hemos mejorado, pero lentamente. Y la otra vía es una redistribución por edad. Se supone que el cuidado de mayores no lo hacen los jóvenes, pero tendrán que participar más en esas tareas colectivas no remuneradas.

Una injusticia sangrante: el trabajo de los cuidados