domingo. 28.04.2024
Margarita Robles, ministra de Defensa
Margarita Robles, ministra de Defensa

Jorge Bravo |

Como viene siendo habitual, se vuelve a producir el apoyo de un grupúsculo de exmilitares a las ideas, opiniones y críticas efectuadas desde el sector de la extrema derecha política sobre el posible desmembramiento del Estado, el ataque a la Constitución y el fin de la democracia que, según dicho sector, acontece. Apoyo que se materializa en pedir y animar a un golpe de Estado. Un grupúsculo que, habiendo pasado a la jubilación, sin representarlos, encarnan la ideología y sentir de un gran número de militares aún en servicio activo.

Sigue siendo objeto de atención de los medios de comunicación, y quizá lo sea por tratarse de una parte más del entramado reaccionario que se presta a levantar la voz por sentir amenazados sus intereses, sentimientos o ideas, pero también, por el sensacionalismo que comporta lo provocativo de lo militar entretejido con lo político. Y es evidente que dicho alboroto fructifica intereses en determinados partidos políticos; simplemente cuatro con un panfleto-manifiesto y el altavoz de su noticia en los medios, suficiente para enardecer los ánimos y propagar los mensajes de una extrema derecha crecida.

Siendo de dudosa efectividad para la política (para la situación política), el contenido golpista del escrito en cuestión sí tiene otro interés desde el punto de vista de la derivada que su proyección tiene en las Fuerzas Armadas y para lo que el futuro de éstas puede suponer el sectarismo ideológico de la extrema derecha. Situación que, sin pasar desapercibida a los máximos responsables ministeriales, sin embargo, sí que lo es para la opinión pública en general. 

Se vuelve a producir el apoyo de un grupúsculo de exmilitares a las ideas, opiniones y críticas efectuadas desde el sector de la extrema derecha política

Es sabido que un militar que fue, una vez jubilado ya no lo es y no queda sujeto ni al ámbito de los derechos ni al de los deberes de un militar en servicio activo, y también es sabido que se continúa trasladando a la opinión pública el trampantojo del temor a los indicios de transgresión de la disciplina militar mediante la naif estampa pintada desde una melancólica senectud.

Continúa existiendo un goteo de personal militar que, tras pasar a la jubilación, muestra unos valores que no concuerdan con los que se presupone ha de tener como servidor público que, en definitiva, no son otros que los de la sociedad constitucional y democrática de la cual somos todos partícipes.

El olor a naftalina en despachos de cuarteles continúa fluyendo y, además de los mensajes de grupos de jubilados donde algunos de sus nuevos integrantes recientemente habían contado con la confianza del gobierno, mediante cargos de alta responsabilidad en las Fuerzas Armadas, tenemos que añadir las acciones o manifestaciones que puntualmente algún militar en activo nos hace recordar el mundo preconstitucional. Los militares, como ciudadanos, tienen sus convicciones políticas, pero las Fuerzas Armadas continúan siendo un espacio con una peculiar ideologización, (y no de cualquier ideología), aspecto este de un terreno apetecido por algunos grupos concretos.

Siendo conocida esta situación (tiene que serlo por encontrarse dentro de su ámbito de responsabilidad) por la ministra de Defensa, no conlleva reacción alguna sensible desde ese órgano ministerial, ni internamente en el ámbito militar, ni hacia el seno de la sociedad, ni tan siquiera un mensaje o acción tranquilizantes, no ya por la posibilidad de pronunciamientos o movimientos sonados (algo muy improbable), sino por la salvaguarda de la confianza de la ciudadanía en sus Fuerzas Armadas, defensoras de los derechos y libertades de los españoles.

La vida en los acuartelamientos se ve impregnada de una persistente contaminación negativa de los valores democráticos y sociales

La ministra de Defensa no solo debe ser conocedora de la “atmósfera” moralizante divergente de los valores ciudadanos existente en el ámbito militar, mediante los medios de información con los que cuenta, sino que, además, los propios militares así se lo han trasladado desde los órganos de representación y participación con que cuentan en el ministerio. 

La vida en los acuartelamientos con mensajes que se trasladan de forma sibilina o subliminal a través de arengas, comentarios o charlas, en un entorno de simbología y parafernalias fascista o fascistoides (objetos, escultura, elementos artísticos, nombres de calles, efemérides, etc., -de lo que Memoria Democrática aún tiene mucho que decir-), se ve impregnada de una persistente contaminación negativa de los valores democráticos y sociales, resultando con ello una cultura poco favorecedora de la normalidad democrática, situación que además es impulsada por un sistema henchido de principios y convicciones preconstitucionales que aún no se ha reciclado y que, en no pocas ocasiones se acompaña del impulso y fomento particular de muchos de sus componentes. 

Como señala Fidel Gómez Rosa en su artículoLa integración de los valores militares en la democracia española”: “El proceso de recepción de los valores constitucionales en las fuerzas armadas ha sido lento y vacilante permitiendo la consolidación de una cultura profesional reacia al marco ético democrático del pluralismo político”. Y es que existe aún una espita que conecta con el pasado, que la manida “transformación” de las Fuerzas Armadas desde la transición no ha terminado de cerrar. Y es, principalmente, en el ámbito de la formación, específicamente en la consolidación de los valores de la sociedad, donde la estructura falla. 

Esas organizaciones panfletarias se nutren de algunos exmilitares. Una coyuntura que el ministerio de Defensa no termina de abordar

Es desde que los alumnos comienzan su andadura por la profesión militar cuando, mediante los procesos y ciclos formativos en las escuelas, centros universitarios de la defensa y academias, han de recalcarse, acentuar o, en su caso, proveerse y fortalecer, los principios y valores democráticos y constitucionales de la sociedad, si no, están abocados a recibir influencias de ese entorno rancio.

Mientras no cambien las estructuras y contenidos de la formación militar y se vigile su cumplimiento y progresos en la asunción de los principios y valores que los militares, no solo como ciudadanos, sino específicamente como defensores de los mismos en el conjunto del Estado, han de contemplar y fomentar, continuaremos asistiendo a la aparición de panfletos, manifiestos, proclamas y demás formas de trasladar mensajes con un cierto peligro de que aumente el intento de fomentar, canalizar y capitanear los sentimientos trasnochados en el seno de los ejércitos, desde las filas de grupos de la extrema derecha. 

Esas organizaciones panfletarias se nutren de algunos exmilitares que al abandonar las Fuerzas Armadas conocen perfectamente lo que dejan dentro, y además comparten lo que algunos esperan desde fuera. Una coyuntura que el ministerio de Defensa no termina de abordar.

Proclamas