viernes. 26.04.2024

Aunque lejos de los resultados que pronosticaban las encuestas, el general Otto Pérez Molina ha vencido en las elecciones de este domingo. Pero será necesaria una segunda vuelta, en la que se enfrentará a Manuel Baldizón, un empresario que compite en sus promesas de mano dura con el general.

Pérez Molina, un general retirado que ya había disputado la presidencia las pasadas elecciones, y que está cuestionado por su participación en la guerra civil que asoló el país entre 1960 y 1996, quiere 10.000 nuevos policías y 2.500 soldados para reforzar el combate a la violencia extrema que está golpeando a Guatemala. Baldizón, promete un cuerpo nuevo, guardia civil, e instaurar la pena de muerte, con retransmisión televisiva de las ejecuciones.

La actuación del ejército para combatir el narcotráfico y la violencia asociada, al estilo de México, tiene una diferencia fundamental. Contrariamente a lo que sucede en su vecino del norte, en Guatemala las fuerzas armadas no solo participaron en una guerra interna, están también acusadas por la ONU de haber cometido un genocidio, sobre todo en las zonas indígenas donde se libró el conflicto. Numerosos estudios indican, además, que el poder del narcotráfico, que ya se infiltró en la clase política y en el sistema judicial, también lo hizo en el ejército.

El general Pérez Molina, que nadie duda que conseguirá la victoria en noviembre, niega el genocidio y se defiende de las sospechas en su contra, señalando que no hay ninguna acusación concreta sobre su actuación. Y asegura que en los primeros seis meses de su gobierno, reducirá un 20 % la cifra de homicidios y asesinatos. Con más de 40 homicidios cada 100.000 habitantes, Guatemala tiene una de las tasas más altas del mundo.

La única candidatura de izquierda, que encabezaba la premio Nobel de la Paz de 1982, Rigoberta Menchú, apenas logró el 3 % de los votos. Menchú, que venía denunciando que las elecciones las ganaban quien más dinero pusiera en la campaña, manifestó después de conocidos los resultados que continuará luchando por transformar el sistema electoral: “hay que aspirar a que algún día la elección no sea la compra de investidura de un presidente, no sea el juego de dinero cuantioso no contabilizado”. Y prometió impulsar iniciativas en el Congreso para establecer legalmente los gastos de las campañas políticas.

Aunque la violencia es el principal problema que tiene Guatemala, la pobreza y la miseria alcanzan a más de la mitad de la población, con índices de desnutrición peores que Haití, aunque viene creciendo a un 3 %. Exportador de café y azúcar, tiene un déficit creciente y la recaudación fiscal es muy débil. La mayoría de la economía está situada fuera del circuito formal y los grandes grupos económicos del país boicotearon la reforma fiscal que intentó impulsar el presidente Colom.

A eso hay que añadir el poder creciente del narcotráfico. Los EE.UU. calculan que más de una tonelada de cocaína pasa cada día por Guatemala, rumbo al norte. Según un estudio de InSight, Guatemala “es mucho más que una tierra fértil para aterrizar y mover drogas. Es el eje de la cadena de distribución, el sitio donde el precio de un kilo de cocaína pura es, todavía, relativamente una ganga”. Por eso, ganar el control del producto en Guatemala es el gran negocio ya que sus márgenes pueden casi duplicarse en relación con lo que se podría lograr desde México.

Estas han sido estas las séptimas elecciones desde que Guatemala dejó atrás los largos años de dictaduras militares. El partido de gobierno, la Unión Nacional de la Esperanza, no presentó candidatos, después de que la justicia cancelara la candidatura de Sandra Torres, ex esposa del presidente Colom, que se divorció para evitar la prohibición que pesa sobre los familiares directos de los mandatarios.

Habrá segunda vuelta en Guatemala