jueves. 02.05.2024

@Montagut | El precedente más importancia de la construcción de una Europa unida por su audacia fue el de Aristide Briand. El ministro de asuntos exteriores francés pronunció un discurso en 1929 en el que defendió una federación europea basada en varios principios: solidaridad, prosperidad económica, y cooperación política y social. La propuesta tuvo mucho impacto mediático y fue muy bien recibida, aunque concitó la oposición de las fuerzas políticas más nacionalistas y las comunistas. La Sociedad de Naciones encargó al político francés la elaboración de un memorándum. Briand lo presentó en 1930. El proceso de unidad comenzaría con una serie de acuerdos para crear un mercado común europeo, aunque no planteó un procedimiento específico para alcanzar este objetivo, dejando muy claro que no pretendía atacar a las respectivas soberanías nacionales. Briand buscaba que la paz se consolidase en Europa y se superasen las tensiones del pasado. La respuesta al proyecto de Briand fue favorable en su gran mayoría, con la excepción británica. Pero no había mucho entusiasmo detrás de la respuesta positiva. Briand solamente consiguió que se creara una Comisión de Estudios para la Unión Europea, pero que dejó de reunirse en 1932 cuando Briand falleció. Después, las tensiones políticas y económicas de una década donde la democracia entró en franca crisis con el auge del totalitarismo fascista y el consiguiente hipernacionalismo del mismo no constituyeron, precisamente, un contexto favorable al europeísmo.

El problema se complicaba porque parecía imposible crear una unión entre países democráticos y otros que eran fascistas, habida cuenta de la extensión de estos regímenes en Europa

Léon Blum publicó un artículo en relación con las ideas de su compatriota. Su opinión tenía su relevancia, habida cuenta de que venía de uno de los principales líderes socialistas del período de entreguerras en Europa, y favorable a la causa europeísta, pero crítico con el proyecto y, sobre todo, con el contexto internacional, que imposibilitaría el triunfo del mismo. Pero, además, en su crítica planteaba, y esto es menos conocido, algunas claves sobre cómo debía ser la unidad política.

Al parecer, Briand ya había dado algunas pistas de sus ideas en el parlamento francés y a través de algunas filtraciones a la prensa, como reconocía el líder socialista. Pero lo importante era que, al final, el prometido golpe de efecto de Briand se había dado de un modo “tembloroso y reticente”, porque el ambiente no parecía propicio para la idea de los Estados Unidos, después de La Haya y la liquidación de la cuestión renana. Blum defendía la idea de que esa Europa unida solamente era posible a través de una aproximación sincera y cordial entre Francia y Alemania, que pasaba por el completo fin de las ocupaciones militares, aunque no sería la única condición. Si Briand había formulado una unión económica, debía entender que era necesaria la “afinidad política”, y ahí estaba la causa de las vacilaciones del proyecto de su compatriota, siempre según la perspectiva de Blum. Así pues, nuestro articulista estaba apostando por una unidad política.

Blum no era muy optimista sobre el futuro del proyecto de europeo si el panorama internacional no evolucionaba en un sentido democrático

Pero el problema se complicaba porque parecía imposible crear una unión entre países democráticos y otros que eran fascistas, habida cuenta de la extensión de estos regímenes en Europa. Se podría argumentar que los Estados Unidos de Europa serían un medio para conseguir fomentar la democracia. Blum no estaba en contra, pero ponía una condición, que tenía que ver con la necesidad de que la nueva organización tuviera poder efectivo. No funcionaría si se respetaban las soberanías nacionales, siendo este el meollo del problema para el socialista. Toda solución encaminada hacia la construcción de una unidad debía pasar por la limitación de la soberanía nacional. En este sentido, si las instituciones de la federación -consejo ejecutivo y parlamento- tenían poderes no habría problema. Los estados federados mantendrían una soberanía parcial o subordinada, algo así como la de los estados en Estados Unidos, o la de los cantones en Suiza.

En definitiva, Blum no era muy optimista sobre el futuro del proyecto si el panorama internacional no evolucionaba en un sentido democrático, aunque se felicitaba de la propia existencia de la idea de Briand porque contribuía al desarrollo del espíritu internacional, tan caro al socialismo. Como sabemos, los temores del socialista eran reales. Los años treinta se encargarían de arrumbar en un cajón la idea de una Europa unida.

El artículo de Blum se publicó en castellano en El Socialista, en el número 6429. Por otro lado, podemos consultar el trabajo de Menchén Barrios, M.T., “Las causas del fracaso del proyecto de Briand de federación europea, en Estudios Históricos: Homenaje a los profesores José Mª Jover Zamora y Vicente Palacio Atard, vol. 1, 1990, págs. 407-428. 

Léon Blum ante la unidad europea en 1929