domingo. 28.04.2024
Entrevista con Óscar Guillermo Garretón

Subsecretario de Economía de Allende: "Creíamos que no teníamos límites"

El subsecretario de Economía de Salvador Allende y fundador del MAPU revisa el gobierno de la Unidad Popular 50 años después del golpe militar en Chile. Óscar Guillermo Garretón es uno de los dos últimos sobrevivientes en la lista de los 13 más buscados por la dictadura de Pinochet.

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Óscar Guillermo Garretón

Javier M. González | @jgonzalezok |
Gabriela Máximo | @gab2301


Pocos días después de tomar el poder en Chile, la Junta Militar divulgó una lista con las 13 personas más buscadas por el régimen. Fotografías y la descripción de cada uno fueron publicadas en la primera página del diario oficialista “El Mercurio”, con la orden de “ubicar y detener”. Uno de ellos era el joven de 29 años Óscar Guillermo Garretón, que había sido subsecretario de Economía del gobierno socialista de Salvador Allende, además de fundador y secretario general del MAPU (Movimiento de Acción Popular Unitaria) que integró la coalición de gobierno, la Unidad Popular (UP)

En cuanto se produjo el golpe, en la mañana del 11 de septiembre de 1973, Garretón se despidió de su mujer y sus tres hijas. Se afeitó la barba que llevaba hacía años y empezó a esconderse en distintas direcciones, hasta que consiguió entrar a la embajada de Colombia, donde pasó ocho meses, antes de partir para el exilio. Vivió en Colombia, Cuba y Argentina.

Cincuenta años después del golpe que transformó radicalmente su vida y la de todo un país, Garreton acaba de lanzar en Chile el libro autobiográfico Notas de Memoria, 1973-2023. A los 79 años, el economista analiza su experiencia como integrante del gobierno socialista, sus años de exilio, la vuelta a Chile todavía durante la dictadura, los meses de prisión y después el retorno a la normalidad democrática, cuando participó en el movimiento de renovación socialista.

Óscar Guillermo Garretón es uno de los dos últimos sobrevivientes en la lista de los 13 más buscados por la dictadura de Pinochet

Dos días después de los actos por los 50 años del golpe, el economista recibió a los periodistas de Nueva Tribuna Javier M. González y Gabriela Máximo, en su apartamento del barrio santiaguino de Vitacura. Sobre el momento actual dice que considera positivo el hecho de que, por primera vez, el país está discutiendo de verdad sobre el período de la UP y lo que fue el golpe. “Durante mucho tiempo, en Chile y afuera, eran dos o tres imágenes las que dominaban todo: el bombardeo de La Moneda, la muerte de Allende y la violación sistemática de los derechos humanos con posterioridad al golpe. Pero la pregunta de cómo llegamos a esto no se había hecho nunca”. Uno de los dos últimos sobrevivientes en la lista de los 13 más buscados por la dictadura -el otro es Luis Maira-, Garretón ofrece sus respuestas en la siguiente entrevista.


Javier M. González y Gabriela Máximo​ | ¿Qué le pareció cómo se recordó los 50 años del golpe?

Óscar Guillermo Garretón | Hubo algunas cosas malas y otras buenas. Desde el punto de vista de las malas o las horrorosas, creo que había un país muy polarizado. Desde hace muchos meses yo he venido conversando con distintas personas sobre la importancia de que ojalá fuera un espacio de reencuentro en torno a la figura de Allende. Y de reflexión. Incluso lo conversé mucho con quien fue el primer encargado del presidente Boric para organizar los actos del día 11, Patricio Fernández, al que conozco mucho y es amigo mío. Lamentablemente lo echaron como parte de la polarización. Porque una parte de su gente consideró que no era suficientemente radical. La otra cosa más de pena es que Allende es una figura de unanimidad mundial, desde Washington a Moscú, desde Oslo hasta Sudáfrica, por todos lados es una figura muy unánime y yo tengo la impresión de que esa polarización también afectó su presencia internacional. Por lo menos aquí yo creo que hubo pocos jefes de Estado. Probablemente en un acto menos partisano, hubiéramos tenido muchos más presidentes del mundo. Al final estuvo una parte muy pequeña, muchos del grupo de Puebla, Lacalle de Uruguay. Creo que podría haber tenido una repercusión internacional mayor, que a mí me habría gustado. Lo bueno es que yo creo que por primera vez en Chile se abrió una discusión de verdad sobre el período de la UP y lo que fue el golpe. Pero la pregunta de cómo llegamos a esto no se había hecho nunca. Y yo te diría que, por primera vez, no lo digo solamente por mi libro, sino por la cantidad de literatura que ha salido sobre la UP, ha abierto una discusión que en los decenios anteriores no se había producido. Y yo creo que eso es una cosa muy positiva, porque yo tengo la impresión de que la sanación del país, que se nota que le falta mucho, requiere conocer toda la verdad. Toda la verdad incluye la verdad de los detenidos desaparecidos, pero también incluye la verdad sobre cómo se llegó a eso. Y creo que por primera vez eso se ha producido y con algunos efectos que pueden no gustar mucho, de repente, pero en el fondo los efectos son la verdad real del país. Cuando antes teníamos una realidad que Allende era todo lo bueno y Pinochet era todo lo malo. Hoy en día en las encuestas de opinión en Chile aparece que los que creen que el golpe es culpa de Pinochet y del mundo de la derecha es un cuarenta y tantos por ciento y los que creen que es de Allende y la izquierda es de un treinta y tantos por ciento. Que es mucho más cercano a la realidad, a la verdad del 73, en que teníamos un país dividido por mitades. Y por lo tanto creo que, más allá de si me duele o no me duele, tengo la impresión de que es una realidad positiva de sanación sobre la verdad, es mejor.

¿Y cómo se llegó a esto, al 11 de septiembre?

Hubo rasgos del gobierno de Allende que fomentaron el rechazo político de mucha gente

Mirado desde hoy día y adoptando una posición de no un acusado defendiéndose, sino de observador de una cosa que yo no quisiera que volviera a ocurrir en Chile, que hubo dos elementos que jugaron en contra del desarrollo democrático del proyecto de Allende. El primero de ellos es que desde antes que Allende asumiera, tanto en el gobierno norteamericano de Richard Nixon, como en el mundo de la derecha chilena, hubo intenciones, no de todos, pero de muchos de ellos, de desestabilizar el gobierno y ojalá llegar al derrocamiento de Allende. Esto está dicho en las memorias de Kissinger, cuando habla de hacer chillar la economía chilena. Pero yo te diría que para mí tienen mucho más peso las declaraciones posteriores de Kissinger, porque yo siempre lo asocié esto a que no querían una segunda Cuba. Pero me di cuenta después que el pensamiento de Kissinger tenía una visión global más importante todavía. Y es que, si bien le importaba no tener una segunda Cuba, mucho más le importaba que era la primera vez que una coalición con dominio marxista-leninista llegaba al poder por caminos democráticos. Y eso para Kissinger significaba algo muy amenazante para lo que estaba ocurriendo en Europa en ese momento, que podía servir de ejemplo a copiar por los italianos y los franceses. De hecho, después del golpe, en la Italia de Berlinguer, en ese momento el jefe del PC italiano, el caso chileno era muy estudiado para reivindicar la alianza entre el PC y la DC. Eso para Kissinger era muy intolerable. Por eso yo te diría que hubo razones de Estado para buscar que le fuera mal a Allende y concretamente en el caso de Nixon quisiera desestabilizarlo. Y también en los sectores de la derecha chilena yo diría, no solamente por Allende, sino que se venía acumulando un cierto nivel de irritación, particularmente en los sectores agrícolas por la reforma agraria. Pero hubo una segunda razón por la cual yo creo, y lo digo en el libro, que, si bien nosotros no promovimos ningún golpe, sino que fuimos víctimas de él, una cosa es ser victimario o víctima y otra cosa es asociar víctima con inocencia. Yo creo que, de alguna manera, hubo rasgos del gobierno de la UP que fomentaron el rechazo político de mucha gente a lo que la UP estaba haciendo.

 ¿Y cuáles fueron?

Yo tengo la impresión de que nosotros tuvimos una cuota de irrealidad respecto a lo que se podía hacer, que está muy expresado en el programa de la UP. Nosotros llegamos con un tercio de los votos, 36%, y el programa de la UP se proponía cosas como nacionalizar el cobre, el hierro, el salitre, el carbón, el yodo, toda la banca, los grandes monopolios industriales, los grandes monopolios comerciales y hacer una reforma agraria masiva que al año 73 superaba los 6 millones de hectáreas. Entonces, uno tiene derecho a preguntarse: ¿es cierto que hubo gente que estuvo por desestabilizar a Allende desde un comienzo, pero el programa que nosotros estábamos proponiendo, con un tercio de los votos, era un programa viable? ¿O, en el fondo, la cantidad de gente que estábamos irritando con las cosas que estábamos haciendo tenía una capacidad de convocatoria política demasiado alta para las fuerzas que nosotros teníamos en ese momento? Nuestra responsabilidad no fue promover un golpe. Ni tenemos responsabilidad en las violaciones de los derechos humanos. Pero en el fondo sí en crear las situaciones para que lo que Nixon quería y lo que ese mundo de la derecha quería tuviera éxito. Y por eso creo que puede doler decirlo, pero corresponde para educar a las nuevas generaciones para que no caigan en lo mismo.

En estas semanas la gran polémica en Chile se da entre los que sostienen que el golpe fue inevitable, caso de la derecha, y los que dicen lo contrario. ¿Tiene una respuesta clara?

Tengo la impresión de que la decisión de desestabilizar a Allende era previa al gobierno de Allende y había una política planteada en ese sentido

Bueno, el golpe ocurrió. Especular en qué condiciones podría no haber ocurrido es un juego de hipótesis que puede entretener a alguien pero que no tiene mucho sentido desde el punto de vista del análisis. Yo tengo la impresión de que la decisión de desestabilizar a Allende era previa al gobierno de Allende y había una política planteada en ese sentido. La derecha y la DC tenían posiciones muy distintas. Más aún, la DC tenía un programa de cambio que tenía muchas cosas semejantes a la UP. La paradoja es que eso, más que acercarnos, transformó a la DC y la UP en enemigos irreconciliables que se desconfiaban mutuamente. Si tú lees el programa de la UP, todas las frases dedicadas a descalificar a la DC son impresionantes. Y si tú lees las memorias de [expresidente] Patricio Aylwin sobre ese período, él dice explícitamente que tiene una desconfianza absoluta del PC y del PS. En el fondo, nuestra reflexión crítica sobre la UP que llevó a lo que hemos llamado ‘la renovación socialista’ fue precisamente una crítica muy profunda a lo que habíamos hecho. Y terminamos entonces con otra alternativa, que fue aliarnos con los demócrata cristianos [en la Concertación de Partidos por la Democracia], construir mayoría y un gobierno menos glamuroso que el de la UP, desde el punto de vista revolucionario, pero más exitoso desde el punto de vista del pueblo chileno, por las cosas que consiguió y por lo perdurable de las cosas que consiguió. Porque las que se consiguieron durante la UP duraron tres años y después fueron arrasadas. Las de la Concertación duraron en el gobierno por votación popular por 20 años y siguen hasta hoy día.

Se pregunta en el libro cómo fue posible que nadie se diera cuenta de que el programa de la UP era inviable. ¿Tiene hoy una respuesta?

En el fondo, cuando yo me hago la pregunta es porque a 50 años uno tiene una mirada que dice cómo en ese entonces no vimos algo que para mí hoy día es una obviedad. Igual que con el programa de la UP. Si tú hoy día lees el programa de la UP dices bueno, esto no parece muy viable. En ese entonces nos pareció tan viable que todos los partidos políticos de la UP lo firmamos. Esa discusión sobre los ultras y los moderados no existió. El programa fue absolutamente de todos y en el primer año de gobierno se hicieron todas las nacionalizaciones. Las discusiones comienzan a fines del primer año cuando aparecieron todos los desequilibrios, desestabilizaciones y problemas políticos que se crearon con el primer año. Y recién entonces ahí como que se reacciona y comienza la discusión interna de la UP, pero antes no existió.

Aun así, no hubo un cambio substancial en el programa…

Como hipótesis, yo creo que parte de eso es un hecho muy único, porque la UP tiene algo que es único en el mundo. Es que ha sido la única vez en la historia en que una coalición política ideológicamente marxista-leninista ha llegado al poder por la vía democrática. Ni antes ni después de la UP nadie lo ha hecho. Antes porque, o no lo lograban o no creían lograrlo porque siguiendo las tesis de Lenin había que hacerlo de otra manera. Pero después tampoco, porque vivíamos el final del auge del marxismo, que venía decayendo como pensamiento en la humanidad. Nosotros creíamos que no teníamos límites. El mundo de ese entonces no tiene nada que ver con el de hoy día. La izquierda era la que iba a triunfar con sus ideas, pensábamos que íbamos a tener economía planificada, con propiedad estatal de los medios de producción. La potencia que iba creciendo era la Unión Soviética y la que iba cayendo era EE. UU., Vietnam lo demostraba. Se derrumbaban los imperios coloniales en África. Los héroes nuestros eran Giap, Ho Chi Minh, Lumumba, Ben Bella. Teníamos un papa gordito y bonachón que era Juan XXIII, preocupado de que la gente pudiera cantar en misa con guitarras, aparecía la Teología de la Liberación en todas partes, para que decir en América Latina. Con la Revolución Cubana en ese tiempo todavía uno tenía una cantidad de ilusiones, después eso murió. Todo indicaba que íbamos ganando y todo el pensamiento nuestro era un pensamiento de que íbamos camino a un cierto paraíso terrenal, que estaba escrito en los libros cómo iba a ser.

¿Cómo ve la izquierda hoy?

Antes el socialismo era una alternativa al capitalismo, hoy día es más discutible eso.

Hoy día la izquierda no tiene nada que ver con eso. Es una izquierda más bien desencantada del mundo y poco esperanzada del futuro. Es una izquierda que protesta contra el calentamiento global, contra la destrucción del medio ambiente. Muchas de sus reivindicaciones tienen que ver con otras cosas o son muy identitarias. Tengo la sensación de que nuestra izquierda tenía más sueños de futuro. La actual tiene sueños de cómo cambiar el presente, pero no tiene sueños de futuro. Antes el socialismo era una alternativa al capitalismo, hoy día es más discutible eso.

Usted cita al historiador Gonzalo Vial que escribió que, en aquellos años, casi todos aceptaban la guerra civil…

En el mundo de la derecha y de izquierda también, el mundo de la violencia tenía una legitimidad latente en la sociedad. Podía no ser la primera prioridad de nadie, pero estaba ahí latente como posibilidad. En el caso de la derecha por la idea de desestabilizar y derrocar a Allende. Y en el caso de la izquierda, estaba presente el proceso de la Revolución Cubana, con un atractivo muy grande que se reprodujo en toda América Latina, incluyendo también en Chile, con el MIR que no estaba en la UP, pero de alguna manera la tesis de la lucha armada como posibilidad era algo que estaba latente en la sociedad chilena. Tanto es así que el Partido Socialista, en su congreso de Chillán [1967], estuvo por la lucha armada con el voto en contra de Allende. Desde el punto de vista de la visión ideológica marxista-leninista, que compartían el PS, PC y también el MAPU donde yo estaba, contemplaba que en algún momento del camino al socialismo iba a haber formas de violencia. O sea, era la tesis clásica del marxismo.

Pero Allende se mantuvo en contra la violencia y la guerra civil…

De hecho, cuando Allende dice que en Chile no va a haber dictadura del proletariado, yo estaba ahí, yo vi la cara de desagrado en general de los partidos que respaldaban a Allende por esta herejía que había dicho con respecto al pensamiento marxista-leninista. Había por derecha e izquierda una violencia latente que podía de alguna manera avivarse por la situación política. Y yo creo que con el tiempo la polarización fue agudizando eso.

¿Y cuando se radicalizó la derecha?

Hubo un momento muy importante que fue las elecciones de marzo de 1973. La derecha y la DC eran opositoras a Allende, pero eran muy distintas. Yo diría que el tema del golpe y la violencia se hizo más patente en la derecha en el paro de octubre del año 72. Sin embargo, quedaban las elecciones [parlamentarias] de marzo del 73 y allí por lo menos la disposición inicial de la derecha era tener una mayoría suficientemente importante como para destituir constitucionalmente a Allende. Pero la UP sacó un poco más del 43% de los votos y no pudieron hacerlo. Y yo creo que ese es el momento en que toma la hegemonía y el liderazgo de la oposición el sector más golpista. Y que termina sumando también a la DC en ese proceso.

¿Y cómo reaccionó la UP a la radicalización de la derecha?

En el caso de la izquierda, esa visión del derrocamiento y esa radicalidad del programa de cambio también iban haciendo que se asumiera la posibilidad de la violencia. Incluso hasta Allende habló de la violencia revolucionaria, aunque yo estoy convencido que no creía nada en ella. Yo diría incluso que las disputas dentro de la UP en los días previos al golpe reflejan esa discusión. Contra la opinión de mi partido, yo le di el apoyo a Allende para ir al plebiscito [que Allende pretendía convocar como salida para evitar el golpe]. El PS lo resistió, no por un capricho, sino por su convicción de que, si había un golpe, esto iba a provocar una rebelión popular y una división en las FFAA. Y que de esa situación de golpe de Estado se iba a pasar a una victoria de la izquierda en todo este proceso. Ninguno de los otros lo creíamos, pero el PS sí lo creía.

¿Cómo se posicionó Allende?

No es que Allende no tuviera política militar, la tenía. Pero su política militar era rechazar la lucha armada en Chile y entenderse con el mundo militar para que una parte de los militares vieran bien las transformaciones que estaba haciendo la izquierda o que por lo menos pudieran convivir con ellas sin afectar la democracia. Eso es lo que Allende creía que era su línea fundamental y explica los gabinetes con militares. Aunque no fue así. No tengo la menor duda que estuvo allí en La Moneda [en el día del golpe] sabiendo que iba a morir y no que iba a iniciar una guerra civil contra las FFAA. Lo dijo él muchas veces. Habló algunas veces de violencia revolucionaria, pero yo confieso que creo que fueron más excesos de lenguaje que convicciones. Igual que se dijo muchas veces que él era marxista, pero en esa época es como decir hoy en día que se es socialdemócrata. Pero la verdad es que no creo, por lo que lo conocí yo, que fuera muy experto en marxismo ni que le preocupara mucho la discusión sobre el marxismo.

¿Cómo era la tensión de fuerzas dentro de la UP? Existe la imagen de que Allende estaba aislado dentro de la UP.

Hay un detalle muy poco conocido y que yo creo que es muy importante. En diciembre del año 69, aparte de hacer el programa de la UP, los partidos que la integraban hicieron un documento que se llamó “Pacto de la Unidad Popular”, que era un documento de cinco páginas, firmado por todos los partidos, en que se comprometían a una forma de gobierno distinta, que establecía que no iba a haber un gobierno de un monarca absoluto ni un gobierno unipersonal, sino un gobierno de un mandatario del pueblo. Y la verdad es que, en ese pacto, según el historiador Gonzalo Vial, Allende hizo cesión de facultades presidenciales muy importantes. Yo no creo que esto justifique que Allende no haya dirimido diferencias. Pero efectivamente, esa idea de mando colectivo fue una cosa muy presente. Los ministros no los definía el presidente, los definían los partidos. No quiere decir que todos los ministros no llegaran con algún nivel de diálogo o conversación con Allende. Pero la verdad es que el control de los partidos era tremendamente alto y fue esa realidad la que cuando volvió la democracia a Chile, toda la gente de los partidos dijimos, mira, eso nunca más. O sea, la autoridad es el presidente, el presidente nombra a sus ministros, él tendrá que preocuparse de que todos se sientan representados en el gobierno, pero de ninguna manera que el presidente no pueda nombrar a su Ejecutivo.

¿Cómo se manifestaba en la práctica ese mando colectivo?

El poder de Allende era un poder que estaba de alguna manera relativizado por esta forma de mando colectivo de los partidos

Era un gobierno en el cual no había una cabeza nítida, a la cual todos se sometían. De hecho, uno de los rasgos más negativos del proceso fue que Allende, sea porque respetaba ese pacto, porque creía que no le iban a hacer caso, quizás por qué razón no lo sé, no dirimía las diferencias. En economía, por ejemplo, las críticas a lo que se hizo el primer año fueron de todos, todos estábamos conscientes de que habíamos hecho algo mal, que había que cambiarlo. Pero llegar a un acuerdo en la Unidad Popular se demoró desde enero del año 72 a junio del 72. Y cuando se cambió la conducción económica, revertir los procesos de inflación y desabastecimiento ya era imposible. O sea, efectivamente el poder de Allende era un poder que estaba de alguna manera relativizado por esta forma de mando colectivo de los partidos, que por suerte después desapareció en la práctica de la Concertación.

¿Tuvo algún tipo de experiencia personal con Pinochet?

No, salvo la de todos. Pinochet era un hombre que parecía cercano al gobierno. Fue uno de los generales, junto con el general [Carlos] Prats que se jugó contra el tanquetazo [una sublevación militar en julio de 1973]. Entonces yo estaba en el área de economía, que no tenía mucho que ver con él. Y después estaba de diputado y de jefe de partido. Yo no tuve ningún diálogo cercano con él. Tuve más diálogo con el general Prats, que era ministro [de Defensa] y era una persona bastante dialogante. Pinochet era muy seco, siempre muy militar tosco.

Había una confianza en el gobierno con Pinochet y el propio Allende creyó el 11 de septiembre que lo habrían detenido los golpistas.

Había una confianza, se creía que era parte del generalato leal. Su decisión de sumarse al golpe fue bastante a lo último. Si lo hizo porque cambió de opinión, porque tenía miedo, no lo sé. Sí es verdad que la Marina tuvo una decisión mucho más clara. Ellos siempre han tenido claro que ellos fueron los que en el fondo precipitaron el golpe. Y que a Pinochet, lo dicen ellos, tuvieron que colocarle en el pecho una carta para que firmara, porque como que no se decidía.

Allende intentó llamar el país a un plebiscito hasta la víspera del golpe. ¿El creía que iba a ganar la consulta popular?

Yo tengo la impresión que no. Él conocía los datos de la verdad, que la UP tenía 42 a 43 % de los votos, en medio de una crisis muy fuerte. Yo creo que él lo pensaba como una salida institucional, que no implicara una ruptura de la institucionalidad chilena, con los efectos que después la tragedia provoca. Y pensaba además en la pérdida de una serie de conquistas sociales que durante años la izquierda había logrado con su proceso político en democracia.

La derecha reivindica la política económica neoliberal de la dictadura, la doctrina de los llamados Chicago Boys. ¿Qué balance hace usted?

Si yo me atengo a la realidad, impulsaron la economía de mercado y dio buenos resultados. La propuesta de la economía de mercado fue más exitosa que la propuesta de una economía estatizada, como era la de la UP. Sin embargo, dicho eso, creo que a la larga la dictadura tampoco era viable por lo siguiente, y se lo he dicho mucho a mis amigos empresarios. Porque en general todos ellos aplauden mucho lo que hizo la dictadura, como la gran autora del cambio en la economía chilena. Y es verdad que hizo un cambio, pero hay algo que no hizo. Es hacer el cambio legítimo por las mayorías del país. Quien sí lo hizo fue la Concertación que sacó cuatro millones de pobres, porque la dictadura no sacó un pobre adelante. Todo ese cambio en la economía de mercado puede haberle venido muy bien al mundo empresarial, pero a las mayorías no les significó un cambio de verdad en su vida. La que hizo el cambio debido fue otra política económica, que fue una política basada también en la economía de mercado, pero con reforma tributaria, con preocupación por los temas sociales y otros, que se hizo en ese entonces. Después cambió, porque entonces el tema era sacar de la pobreza entonces, hoy día es la desigualdad. Y yo tengo la impresión de que toda la economía actual pierde legitimidad si no resuelve esos temas. Yo creo que ahora, en este mundo, plantearse una economía estatizada no tiene mucho sentido. Desde el punto de vista práctico, yo lo viví, porque yo fui uno de los que estuvo a cargo de la responsabilidad social. Y conocí de cerca lo que ocurrió con las empresas estatizadas e intervenidas, que terminó siendo bastante desastroso.

Los logros de los gobiernos de la Concertación son evidentes, pero Chile sigue siendo un país muy desigual…

Se quedó corto Marx con esto de que el capital no tiene patria, yo creo que la gente tampoco [tiene patria], va a donde cree que puede estar mejor

Es verdad, yo creo que es un problema de Chile y un problema también internacional. Te lo explico primero globalmente. En el mundo, en los últimos 25, 30 años, se ha vivido la mayor redistribución de ingresos que ha habido en la historia de la Humanidad. La riqueza estaba muy concentrada en el hemisferio norte, en algunos países. Diría que con la Internet y las nuevas tecnologías, se redistribuyó la capacidad tecnológica y de desarrollo científico en el mundo. Según datos del Banco Mundial, entre 1995 y 2015, 1.800 millones de seres humanos superaron la barrera de los 5.000 dólares [anuales] de ingreso per cápita. No es mucho, son 400 dólares mensuales, pero pueden comer. Principalmente en Asia, en América Latina y en África. Eso cambió la realidad del mundo para todos, para los que perdieron algo de sus ingresos y para los que lo aumentaron. Y la pérdida provocó que la desigualdad pasó a ser un tema importante en ambas partes. Para los que perdieron algo, por ejemplo, los obreros de Detroit, que los autos se los hacían en China, pero también para los que fabricaban autos en China. Porque cuando tú estás en la extrema pobreza, tú no ves las desigualdades. Si tú eres extremadamente pobre, que los aranceles universitarios sean muy altos no tiene ninguna importancia, porque tú ni sueñas que tu hijo va a estar en la universidad. Si el crédito bancario tiene tasas muy altas, qué importa, si no tienes crédito. La diferencia entre un Mercedes Benz y un auto chiquitito tampoco, porque no tienes ni uno ni otro. La desigualdad se produce cuando tú pierdes algo, cuando ya has tenido cierto nivel o cuando tú dejas la pobreza y pasas a tener algo y pasas a tener el temor de volver para atrás. Yo creo que eso ha pasado en todo el mundo. Ha provocado otro fenómeno como es el de las migraciones, que yo creo que es imparable. Se quedó corto Marx con esto de que el capital no tiene patria, yo creo que la gente tampoco [tiene patria], va a donde cree que puede estar mejor.

¿Y desde el punto de vista chileno?

Desde el punto de vista local, salieron cuatro millones de personas de la pobreza y en la agenda de la sociedad chilena los temas de la clase media emergente pasaron a ser los temas dominantes. Y esos temas son la seguridad de no volver atrás y la posibilidad de seguir prosperando. Yo tengo la impresión de que desde que se produjo la salida de la gente de la extrema pobreza, esos cuatro millones del período 1990-2008, todo el que estaba saliendo de la pobreza tenía la expectativa de que el año siguiente iba a estar un poquito mejor, al otro un poquito mejor y que sus hijos iban a estar mucho mejor. En el 2008, la crisis mundial frenó ese proceso y el tema de la vuelta atrás pasó a ser un peligro para la gente. Y comienza en ese período una crisis de la política muy grande, en sus capacidades de responder a la desigualdad en esas condiciones.

A un año y poco del actual gobierno, en su libro es muy crítico con el mismo y, especialmente con el fracasado proyecto constitucional, derrotado en el plebiscito de hace un año. ¿Cómo lo ve al presidente Boric?

Son datos, no es solo un juicio de valor. Ocurrieron dos cosas en el primer año de gobierno. Uno, su derrota en el plebiscito, que fue un rechazo a lo que ellos se jugaron con todo y fue una derrota categórica. Derrota que fue más importante cuando la gente del plebiscito de entrada votó casi en un 80% por querer una nueva Constitución. Pero la que pretendió que se aprobara el gobierno fue rechazada por un 62% de la gente. El vuelco que se produjo en la ciudadanía fue brutal. Lo natural es que se hubiera aprobado. El plebiscito fue en septiembre y si me preguntabas en febrero o en marzo yo creía que estaban haciéndolo muy mal, pero creía que iba a ganar el Apruebo. La segunda cosa que se produjo con una rapidez que no habíamos vivido desde los años 90 es la rapidez con que perdió el apoyo social el gobierno. Pasó del 50 y tantos por ciento al 28-30. O sea, es un gobierno más minoritario que el de Allende. Y esto tiene que ver con que tenían cosas que no les gustaba, pero no tenían ninguna con que reemplazarlas. Y cuando comenzaron a gobernar comenzaron a quedar entrampados en cada una de las cosas que ellos plantearon. No les gustaban las AFP [Fondos privados de pensiones], pero cuando se les pregunta con qué van a cambiar eso, llevamos dos años discutiendo y la política que va a salir no es de ninguna manera la que ellos han planteado, porque no tienen mayoría para eso. Perdieron las mayorías a nivel de la sociedad y a nivel del parlamento. Si hablamos de salud, pueden no gustarles las Isapres [seguros privados de salud], por ejemplo, pero nadie sabe muy bien qué es lo que les gusta y por lo menos lo que yo he visto es que están divididos entre ellos en qué es lo que quieren hacer. En pensiones no tienen una respuesta, en salud no tienen una respuesta, en educación la situación está también bien deteriorada. En seguridad pública y en terrorismo, las diferencias entre ellos son muy grandes también. Una parte del socialismo democrático [integrante de la coalición de gobierno] está por tener una política mucho más severa con respecto al terrorismo del sur, pero Apruebo Dignidad [del presidente Boric] no la quiere. Entonces vivimos permanentemente en una no resolución. Yo tengo la impresión que vamos a tener un gobierno muy precario, muy débil de aquí al próximo. Tenemos que ver cómo sostenemos esto para que no se caiga, porque si se cae va a ser peor. Entonces, veamos maneras de tener una actitud crítica, que al mismo tiempo mantenga vigente la institucionalidad y el gobierno.
 

NOTAS DE MEMORIA, Óscar Guillermo Garretón

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Entre la cuantiosa cantidad de libros que se han publicado en Chile con motivo del 50 aniversario del golpe de Estado del 11 de septiembre, destaca de forma notable el libro de Óscar Guillermo Garretón, Notas de memoria 1973-2023 (Editorial Catalonia, julio de 2023). En el mismo hace un recorrido por su vida pública, que comenzó asumiendo el cargo de subsecretario de Economía en el gobierno de Allende con solo 27 años. Fue uno de los fundadores y secretario general del MAPU (Movimiento de Acción Popular Unitaria), que integró la Unidad Popular junto con socialistas y comunistas. El golpe lo llevó a la clandestinidad y al exilio, lo que seguramente le salvó la vida. 

Garretón fue protagonista y testigo de primera fila en el gobierno de Allende, sobre todo en el área estratégica de la economía y específicamente en el tema de las nacionalizaciones. A su regreso del exilio, fue uno de los fundadores del PPD (Partido por la Democracia), para después ingresar al Partido Socialista, que años más tarde abandonaría con dolor. Un viejo problema judicial, del que solo salió absuelto muchos años después -la dictadura lo acusó de intento de sedición en la Marina-, tuvo como consecuencia que se le prohibiera ejercer cargos públicos o participar como candidato en elecciones de voluntad popular. Lo que lo llevó a iniciar una exitosa carrera empresarial, integrando la presidencia de varias grandes compañías. “Siempre digo que el almirante Merino estuvo en el origen de mi carrera empresarial”, señala con ironía. 

Tan interesante como su relato de lo que fue el gobierno de la Unidad Popular son sus reflexiones tras el naufragio. Uno de los protagonistas de la renovación socialista, su autocrítica sobre el período 70-73 partió de la voluntad de reflexionar sobre en qué se habían equivocado “para llegar a una derrota de magnitud tan colosal como la nuestra en la UP”, según afirma en el prólogo. “No puedo, por ejemplo, mirar o juzgar la UP o a Allende desde su tiempo. Como todos, he ido cambiando. Solo los muertos dejan de pensar y están impedidos de desdecirse de sus últimas palabras”, señala también Garretón.

Entre las conclusiones a las que llega está que el menosprecio a la democracia y la falta de respeto a su institucionalidad y leyes estuvieron presentes en todos durante la Unidad Popular. “La democracia siempre será imperfecta, pero mi generación debió perderla para concluir que defenderla era un principio de izquierda”, subraya.

Frente a un pasado en el que la violencia era considerada como inevitable, Garretón insiste en su rechazo categórico, “no por razones tácticas, sino porque en ella siempre ganan los violentos y armados de uno de los bandos, nunca los pueblos”.

La otra conclusión notable tiene un claro contraste con lo que fue el gobierno y el programa de la Unidad Popular: “No hay economía viable en el siglo XXI sin una combinación de mercado y regulaciones que corrijan sus imperfecciones y distorsiones; sin empresas privadas, sin una política fiscal rigurosa que asegure a todos equilibrios macroeconómicos indispensables para que los pueblos no paguen las consecuencias de la irresponsabilidad fiscal de quienes no quieren límites en sus ansias de repartir y repartirse o consideran que la economía es para después del triunfo final. La relativización de esto conduce ineluctablemente a los pueblos a la miseria”.
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Javier M. González | Corresponsal de RNE en América Latina y en Alemania. Cubrió información de Chile desde la transición hasta la muerte de Pinochet.


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Gabriela Máximo | Periodista brasileña de política Internacional. Cubrió diversos acontecimientos en América Latina y África para Jornal do Brasil y O Globo.


Subsecretario de Economía de Allende: "Creíamos que no teníamos límites"