domingo. 28.04.2024
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Gabriel Boric Font, presidente de la República de Chile, vota en el plebiscito constitucional

Europa

Un Estado federal es un conjunto de pueblos que caminan hacia su unidad. Un Estado unitario, que se federaliza, es un organismo de pueblos que retrograda y camina hacia su dispersión”. (Discurso pronunciado por José Ortega y Gasset en el pleno de las Cortes Constituyentes del 25 de septiembre de 1931. Fuente: Diario de Sesiones, Legislatura 1931-1933. Cortes Constituyentes. 25-09-1931. Nº 45 (de 1163 a 1258), página 1256[1]) [gentileza de JSU].

El pasado 7 de julio, en el artículo “De dónde vienes, Europa”, publicado en NuevaTribuna, avalábamos el proceso -histórico y sin parangón, sosteníamos- en que están inmersos una importante cantidad de países europeos: su federalización sin manu militari.

Allí defendíamos que federar unas partes en un conjunto no puede ser visto como un mero proceso centrípeto, por más que su desarrollo conlleve una significativa renuncia de soberanía de las partes a favor del conjunto. A la vez mostrábamos la gran diferencia entre la creación de otras federaciones (la de los EEUU, Canadá, Suiza y Alemania, por ejemplo), donde esa cesión de soberanía de las partes se hizo violencia mediante, a veces interna, a veces contra el exterior, con la de la Unión Europea, muy lenta, muchísimo más lenta que la de esos estados federados, incluso exasperantemente lenta, pero sin violencia y con expresa renuncia de la misma.

Es obvio que la Unión Europea se incardina en el primer punto y seguido orteguiano. Igualmente, aún sin caer en el tremendismo del segundo punto, negar la existencia de un riesgo cierto en la federalización de un estado centralista y, como el mítico avestruz, esconder la cabeza debajo de tierra negando que esa amenaza exista, renunciando así a aprender de las experiencias ajenas, no parece muy inteligente.

España

España, para el catedrático Roberto L. Blanco Valdés, es un estado que ya ha superado el regionalismo, el autonomismo y que, según él y varios federólogos, del federalismo lo tiene todo, menos el nombre.

En su libro Los rostros del federalismo (Alianza Editorial, Madrid, 2012), Blanco Valdés sostiene [2] que el proceso de federar un estado centralista conlleva que en el camino se pueda dar un riesgo de asimetría, y si no se gestiona el impacto estructural que pueda tener en la arquitectura federal la aparición de definiciones nacionales alternativas, la autolegitimación de los poderes propios más allá de la propia unión, la bilateralidad de las relaciones estado(parte)-federación(unión), la imposición de la presencia de la parte federada en instituciones federales…, esa asimetría acabará convirtiendo el sistema más bien en una confederación.

Blanco Valdés diferencia dos estadios en el federalismo, el dual (layer cake, como lo nombra en símil culinario: por capas diferenciadas), donde las responsabilidades y competencias están muy delimitadas y separadas entre el poder federal y el federado, y el cooperativo (marble cake, donde los componentes se reparten verticalmente, mezclándose en todos los niveles), en el que se da una gran concurrencia competencial, poniendo a Australia como ejemplo paradigmático de marble cake. A su parecer, y en general, la historia del federalismo muestra que, inicialmente, todos nacen duales, pero la evolución de las sociedades federales hacia una mayor complejidad obliga a mutar, si quieren evolucionar y dar respuestas a las necesidades de la sociedad, hacia el modelo cooperativo.

En su análisis sitúa el sistema español cerca del federalismo dual, y aunque intenta acercarse al cooperativo, la falta de una cultura federal real, tanto en los partidos como en la sociedad, genera disfunciones que, agravadas por ciertos intentos de imponer un federalismo asimétrico (que nos llevaría a un sistema confederal), frenan, si no es que hacen retroceder, el proceso de convertir nuestro federalismo dual (donde las competencias se defienden a veces a cara de perro) en un federalismo cooperativo, donde competencias y responsabilidades se comparten (y no sólo se reparten) entre la Unión y las partes federadas.

Blanco Valdés, en la línea de Ortega y Gasset, diferencia entre federalismo por unificación o agregación (coming together), y por descentralización o desagregación (holding together). España, como podría pasar con Chile en un futuro cercano, atravesó una primera etapa (siguiendo los tres conceptos usados por Blanco Valdés) de deshomogeneidad, por la doble vía existente del art. 143 CE y del art. 151 CE, seguida de una de diversidad (segundo concepto), donde los Pactos Autonómicos de 1992 homogeneizando el sistema interiorizaron diferencias naturales, tales como geográficas, demográficas y similares, para entrar en una última fase convulsiva, cuyo inicio se puede registrar en el proceso del nuevo Estatuto de Autonomía de Cataluña (estatuto que persigue, en palabras de Blanco Valdés, un «modelo confederal») y que supone el riesgo del advenimiento de una asimetría (tercer concepto), no basada en diferencias naturales, sino en novedades jurídico políticas, especialmente en el ámbito de la justicia y la enseñanza, que pueden hacer entrar en crisis el camino hacia un modelo federalista cooperativo, e incluso al propio sistema federalista.

Chile

"El resultado enseñará a la centroizquierda que la labor que realizó durante tres décadas y que cambió las condiciones materiales de existencia de los chilenos dio origen a un nuevo sujeto social, animado por una cultura distinta, más plural y variopinta, un sujeto que ha sustituido en buena parte la lucha reivindicativa y de clase, por la demanda de intereses que cambian y fluctúan según la peripecia vital por la que se atraviesa." El País, 05/09/2022, Carlos Peña González, rector de la Universidad Diego Portales​ y vicepresidente de CIPER.

Esa nueva cultura, producto -según apunta Carlos Peña- de un cambio en las condiciones materiales propiciado por las políticas de centroizquierda, está detrás del “Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución”, impulsado por las movilizaciones de octubre 2019 y firmado en la madrugada del 15 de noviembre, documento que significó el inicio de un proceso constituyente aprobado por un 78% de los votos emitidos.

Pero también está detrás del 62% de rechazo del texto final.

Manfred Svensson (colaborador del Centro de Investigación Periodística (CIPER)) ha escrito un tremendo, lúcido y magnífico análisis [3] de los fallos de la Convención, asamblea mediante la cual se elaboró el Proyecto de Constitución Política de la República de Chile. El título del ensayo, “Cómo la política identitaria corrompió el proceso constituyente”, es el perfecto resumen de su contenido, por lo que no abundaremos en sus argumentos.

Queremos, sin embargo, resaltar una de sus aceradas críticas: “el mapuche que no se adhiriera al texto propuesto era tratado en la discusión como un «yanakona»” (en el sentido del término “cipayo”, usado en Euskadi). Echamos en falta en esa propuesta de Constitución que, a la par que se asegura a toda persona el derecho a sentirse Mapuche, Aymara, Rapanui, Lickanantay, Quechua, Colla, Diaguita, Chango, Kawésqar, Yagán o Selk'nam, se garantice a esa misma persona ser atendido según su voluntad por la sanidad general, recibir enseñanza en establecimientos e instituciones no indigenistas o ser juzgado por tribunales no indígenas. O a preferir -sin ser llamado «yanakona»- atenerse a otras normas sociales o morales. Dicho claramente: los derechos colectivos que anulan voluntades individuales nos ponen -o deberían ponernos- los pelos como escarpias.

En lo que sigue nos centraremos, sin embargo, en valorar otros riesgos inherentes a todo proceso de descentralización.

La sociedad chilena puede y debe abordar un proceso de descentralización para alcanzar la madurez de un sistema federal, única vía para unir en la diversidad a sociedades complejas y maduras

La sociedad chilena puede y debe abordar un proceso de descentralización para alcanzar la madurez de un sistema federal, única vía para unir en la diversidad a sociedades complejas y maduras. Por lo mismo, la sociedad chilena en su conjunto, y en particular sus partidos políticos, organizaciones sociales y una posible nueva Convención, puede y debe abordar los riesgos que Blanco Valdés y Ortega y Gasset manifiestan en sus textos.

Por ello, los responsables de la elaboración de una nueva Constitución chilena deberán:

- Ser conscientes del riesgo que todo proceso de descentralización o desagregación (holding together) tiene de caer en la falacia del continuum: aunque pueda ser imprecisa y difícil de conceptualizar, hay diferencia entre federar y confederar.

- Evitar la deshomogeneización, de tal manera que cualquier territorio chileno disponga de las mismas herramientas, competencias y responsabilidades desde el primer momento.

- Promover la diversidad, atendiendo, especialmente en el momento de financiar las competencias, a las realidades geográficas y demográficas de cada territorio.

- Huir de planteamientos asimétricos, especialmente si pueden ser caracterizados como identitarios.

- Establecer en lo posible la corresponsabilidad competencial (marble cake) con el objeto de que el sistema federal sea más colaborativo que dual.

- Atender a la necesidad de que cultural, simbólica y moralmente no se cumpla que un “Estado unitario, que se federaliza, es un organismo de pueblos que retrograda y camina hacia su dispersión”.

- Para atender al buen fin de los puntos anteriores, promover en la sociedad, en los partidos políticos, en las organizaciones sociales y en las instituciones oficiales la cultura del federalismo.

Una correlación de debilidades

"Es un lugar común, en efecto, que toda Constitución estará más o menos inspirada en alguna visión general de la realidad, pero es cuestión de elemental sabiduría que esa visión luego debe retroceder; que sirviendo de inspiración evite estar explícitamente presente en un texto que así otros podrán acabar haciendo suyo." CIPER, 24/08/2022, Manfred Svensson.

(Hilo de Telegram, 06/09/2022) RGC: Lo de la Convención ha sido el resultado de una contradicción de libro entre Pinocho (que no Pinochet) y Pepito Grillo, y ya veremos como acaba.

…/…

  • RGC: Estando en Chile, yo hubiera votado "no" a esta Constitución. El motivo radica en los problemas, algunos graves, que una vez leída veo en los artículos 5, 18, 34, 36, 44, 162, 190, 252, 309 y 322, pues pienso que provocarían más contratiempos de los que intentan resolver (no rechazo ni todos, ni todo su contenido, pero si parte importante de su contenido; y si los entendemos como un conjunto indivisible, entonces todos).
  • JSU: Ya lo decías tú muy bien, puedes quedar de lujo con tus principios y junto a los tuyos... pero luego eso no gusta a la mayoría y acabas "fent un pa com unes hòsties" [nota del autor: “teniendo un fracaso enorme”). Y ahora, a negociar consensos a la baja, sabiendo los otros cual es tu debilidad.
  • RGC: Por ahí van los tiros...
  • JSU: Por mucho que lo critiquen ahora, eso fue lo que pasó en el 78. Una correlación de debilidades (Vázquez Montalban dixit [4]), eso sí: acabó alumbrando algo muy apañado.
  • RGC: Tan cierto como que la Tierra da vueltas alrededor del Sol.

NOTAS:
[1] Extraído de la web https://app.congreso.es/est_sesiones/, del Congreso de Diputados, de los Diarios de Sesiones de las Actas de Bayona y los Diarios de Sesiones, serie histórica, 1808 a 1977, accedido el 06/09/2022.
[2]  https://www.academia.edu/en/19890194/Federalismo_Autonomismo_Espa%C3%B1a, César Aguado Renedo, Profesor de Derecho Constitucional, Revista de Estudios Políticos (nueva época), 260 ISSN: 0048-7694, Núm. 164, Madrid, abril-junio (2014), págs. 239-288, accedido el 06/09/2022.
[3]  https://www.ciperchile.cl/2022/09/06/politica-identitaria-y-proceso-constituyente/, Manfred Svensson, Doctor en Filosofía por la Universidad de Múnich, Alemania. Investigador senior de IES (www.ieschile.cl). Es Director del Instituto de Filosofía de la Universidad de los Andes, accedido el 08/09/2022.
[4] https://elpais.com/diario/1985/02/22/opinion/477874807_850215.html, “Ante el Estado, el Gobierno y las diferentes superestructuras hechas a la medida de la correlación de fuerzas o debilidades de la transición, la sociedad civil muestra más su desarticulación crítica que su acuerdo, más su pereza ética que su colaboracionismo”. El País, Manuel Vázquez Montalbán, 22 de febrero de 1985.

Chile y el federalismo