domingo. 28.04.2024

Alguien podría entender que Pinochet perdió un referéndum en vida y en cambio lo ha ganado póstumamente, puesto que su constitución sigue vigente tras el contundente rechazo que ha sufrido la nueva. Nada estaría más lejos de reflejar una realidad política tan compleja como cualquiera otra homologable. 

Lejos de quedar deslegitimado, el presidente Boric tiene una ocasión de oro para promover un texto constitucional que suscite mayores consensos. Al integrar un mayor abanico de sensibilidades políticas, la nueva constitución será más perdurable, aunque siempre pueda ir introduciendo mejoras, porque así la harán suya un mayor número de compatriotas e introyectarán esa norma en sus corazones, por utilizar la fórmula de Rousseau.

El actual inquilino del Palacio de la Moneda ganó unas elecciones presidenciales en buena ley hace muy poco. Con su gobierno ha vuelto el espíritu del presidente Salvador Allende y, por lo tanto, las grandes alamedas que cobijan la libertad ciudadana están de nuevo abiertas para el pueblo chileno. Pero hay que cuidarlas y procurar que su sombra sea venerada por la ciudadanía. No por mucho correr se llega más rápido a una meta. Más vale no tropezar y lesionarse. Las reformas radicales únicamente suelen implantarlas una revolución o un golpe de Estado, como el dado por el general Augusto Pinochet.

Chile ha sabido restañar ese momento traumático de su historia, del que hará medio siglo el 11 de septiembre del próximo año. La Transición española fue modélica en su momento, porque logró hacer dialogar a quienes habían padecido los estragos de una fratricida guerra civil. Jerarcas de franquismo se pusieron de acuerdo con socialistas y comunistas, dando lugar a una Carta Magna que debería revisarse cuanto antes, pero que cumplió con su función en aquellos difíciles momentos. Ante las crisis los líderes de formaciones políticas muy diferentes alcanzaban memorables acuerdos que ahora serían imposibles por una pueril e irresponsable polarización que convierte al adversario ideológico en enemigos batir.

Boric tiene ante sí un desafío enorme, pero su trayectoria personal muestra que puede afrontarlo y alentar esa misión histórica de renovar los fundamentos del contrato social chileno

Boric tiene ante sí un desafío enorme, pero su trayectoria personal muestra que puede afrontarlo y alentar esa misión histórica de renovar los fundamentos del contrato social chileno. Paliar las desigualdades económicas, juntos a las de género y las de origen étnico, además de luchar contra la emergencia climática y los corolarios de una inminente recesión global, son prioridades que deberían congregar el esfuerzo de cuantos crean en la comunidad chilena como una democracia deliberativa y liberal. Rediseñar el senado y reconocer una plurinacionalidad son objetivos que podrían demorar innecesariamente la imprescindible nueva constitución.

Es preferible apostar por una política reformista menos ambiciosa que aborde lo más urgente y concite un respaldo mayoritario que silencie a quienes les gustaría dejarlo todo cual está. Este colectivo puede hacer mucho ruido aunque no sea excesivamente numeroso. No conviene darles ocasión para desplegar su argumentario y que intoxiquen a los más influenciables. El arte de la política consiste sobre todo en alcanzar acuerdos que integran disensos constructivos. Esta dialéctica demanda reformas paulatinas a partir de una plataforma inicial, en donde una inmensa mayoría no se sienta demasiado incomoda. Hay que asentar sobre buenas bases dicha plataforma con una constitución integradora.

Al actual gobierno chileno le corresponde plantar nuevos árboles que flanqueen y extiendan aquellas grandes alamedas que mencionó Allende

Kant advirtió que la reforma es el instrumento político por antonomasia. Cuando las reformas no llegan a tiempo, el malestar social propicia revoluciones no exentas de cierta violencia, tal como las contrarreformas auspician el derrocamiento de los regímenes existentes. Al actual gobierno chileno le corresponde plantar nuevos árboles que flanqueen y extiendan aquellas grandes alamedas que mencionó Allende mientras bombardeaban su residencia oficial, de la que se negó a salir con vida. Neruda sólo sobrevivió unos días al golpe militar y, sin embargo, Pinochet murió en la cama. Su tenebroso legado no tiene a nadie que lo reclame, por fortuna.

El proyecto constituyente iniciado en 2020, con un apoyo incontestable, debe ser seguir su curso y es imparable. Se trata de moderar el ritmo y aprender a trabajar con equipos más plurales. No estamos ante un punto final, sino en el inicio de otro nuevo capítulo que debe tener una coautoría muy polifónica. Quedemos atentos a su continuación, deseándole mucha suerte a todo el pueblo chileno en ese apasionante itinerario sociopolítico.

Las grandes alamedas chilenas de Allende ya están abiertas, pero requieren más jardineros