sábado. 27.04.2024
La última imagen del presidente Salvador Allende, con casco y metralleta, mientras el palacio de La Moneda era bombardeado
La última imagen del presidente Salvador Allende, con casco y metralleta, mientras el palacio de La Moneda era bombardeado

El tiempo pasa y las hojas del calendario caen… marchitas. Y con ellas, la memoria va aplanándose, abollando cada vez más, los recuerdos. Pero, en medio de este proceso inexorable y, quizás, protector, en la vejez, van quedando como salientes que se rebelan a horizontalizarse en el olvido, o como mojones que dejan una marca indestructible, y son aquellas que nos recuerdan algún momento de inmenso placer, o algún suceso traumático o, por lo menos, altamente sorprendente, como para guardarlo en el arcón de las cosas muertas. Fue lo que ocurrió y golpeó de cerca mi vida, el 21 de octubre de 1969, cuando, en el centro de Santiago de Chile, a dos cuadras de donde yo estaba viviendo, el Batallón “Tacna”, ubicado en un precioso edificio, casi de carácter medieval, al pie del Parque Cousiño, frente a la Avenida Ejército Libertador y compuesto por centenares de soldados y oficiales, reforzados después por muchos más que llegaron, se acuarteló y se rebeló, al mando del general Roberto Viaux Marambio, contra el gobierno del presidente Eduardo Frei Montalva primer presidente del Partido Demócrata Cristiano (1964-1970) que despertó muchas esperanzas de cambio en amplios sectores de América Latina. Debo decir que, en un contexto de relaciones entre partidos democristianos, me encontraba yo realizando, allí en Chile, un posgrado en Políticas del Desarrollo.

Hacer historia, es ir al pasado. No es fácil, pero sí más fácil que hablar del presente, salvo que ese pasado se haya aferrado encarnecida e inervadamente a nuestro presente. Entonces, estamos en un problema grave. Porque en el presente, no está presente, y uso, deliberadamente, la redundancia, el gris que es el color de la historia. No; quienes manejan el poder, con sus intereses muy concretos, nos han dividido en dos equipos, según el color de la moral respectiva: blanco y negro, los buenos y los malos, los de Oriente y los de Occidente, etc. Y nos han puesto a enfrentarnos como los Aztecas cuando jugaban al fútbol con sus pelotas de goma: el equipo perdedor era condenado a muerte. Ahora: no juzguemos mal a nuestros antepasados indígenas: ser condenado a muerte, era un honor porque la sangre de la víctima era ofrendada al dios-sol para que bebiera y viviera. Y pudiera seguir saliendo y dando la vida… 

El 21 de octubre de 1969, el Batallón “Tacna” se rebeló, al mando del general Roberto Viaux Marambio, contra el gobierno del presidente Eduardo Frei Montalva

Ahora: cada equipo tiene los que mandan y los que obedecen. Los primeros organizan y mandan, desde la tribuna; los que obedecen, van al campo de batalla a dejar el pellejo, o a la calle, a luchar contra el hambre, o contra los otros que, como nosotros, están haciendo lo mismo. Y así se hace la historia de lo cual voy a hablar, porque la historia es el pasado hecho con los cadáveres de todos los presentes.

La ventaja, para el historiador es que sobre el pasado no se profetiza. Está ahí. Es decir, pasó porque tenía que pasar. Si tenía que pasar, obedeció a necesidades. Si pasó, no pudo ser diferente. El “hubiera”, es una palabrita para usar en la ficción y provocar “divertimento”; ahora, no hay que desconocer que hay historiadores que “ficcionan” la historia, pero eso depende del objetivo que se esté buscando. Mucho espacio tiene la viña del Señor.

Ahora bien: si lo que pasó, tenía que pasar, el papel del historiador no es juzgar a los seres humanos del pasado, sería como querer juzgarlos con un aparato judicial, con un lenguaje y con unos valores, completamente ajenos al contexto en que actuaron pero, que los tenemos, justamente, porque existieron los hombres de ese pasado.

No puedo decir, por ejemplo, que Aristóteles era un asqueroso esclavista. Entre otras cosas, porque si tuviéramos una discusión con Aristóteles sobre la esclavitud, tal como está nuestra vivencia actual, la perderíamos.

El papel del historiador es intentar explicar por qué ocurrieron los acontecimientos y, para dar respuesta a eso, con base en diversas fuentes, construir, el hecho histórico. El hecho “histórico” no es “lo” que pasó. Ese es el acontecimiento, o suceso. “Lo que pasó”, es lo que el historiador cree que pasó, con base en sus fuentes que, además, han sido seleccionadas, siguiendo su metodología, y en su teoría de la historia, con la cual “traduce” los testimonios del pasado…

La Moneda está rodeada por los carros recolectores de basura que han formado un muro para proteger al presidente

Ese día, estaba enfermo, guardando cama en mi pensión de estudiante. Me dijeron, entonces, que había una rebelión militar. ¿En Chile? ¡No es posible!, me dije. Sí, allí en el Tacna, agregaron. Mire por la ventana cómo está la calle llena de policías. No dejan pasar hacia allá. ¿Y qué más sabe señora?, pregunté a una de las dueñas de la pensión. Nada más. No se sabe nada, el gobierno dice que tranquilos pero la cosa es grave. ¿Muy grave? inquirí. Sí, muy grave. El gobierno dice que todo está tranquilo, pero usted sabe, los gobiernos nunca dicen la verdad. Además: mire, estamos a dos cuadras del Tacna y dice la gente, afuera, que las tropas leales al gobierno están cerca; muy cerca del Parque, rodeando al Tacna y que sólo esperan la orden para avanzar, así que si hay combates, quedaremos en la boca del cañón. No creo que sea para tanto doña Andrea, que así se llamaba, le dije. Y le agregué: en Chile no pasa nada. Ella refunfuñó algo así como “Sí, pero ahora nos puede pasar todo”. Se dio media vuelta y se fue a la ventana de su cuarto de la segunda planta donde estábamos, a mirar a la calle y hacia el Tacna. Yo como pude, me levanté, me vestí, y me preparé a ir a la calle después de beber un vaso de “chupilca” (harina tostada revuelta en vino) que doña Andrea me sirvió para darme ánimo. Pensé que, en mi condición de estudiante de Historia y de Política, no podía perderme un suceso como este. Quería, como el viejo Heródoto, creador de la historia, hacer autopsia. Sí, como suena. Del griego, Autós (propio) y Opsis (vista, visión): ver con los propios ojos. No porque me contaron. Y yo estuve ahí.

Salí, a eso de las diez de la mañana; hablé con algunos policías que no sabían qué estaba pasando, solamente que tenían orden de no moverse de allí. Y ya llevaban muchas horas de pie. Miré hacia el fondo, hacia el Tacna; toda la calle estaba llena de policías y tenían orden, también, de no dejar pasar a nadie. Me fui caminando en sentido contrario, hacia la Alameda para acercarme a La Moneda, la Casa presidencial. En mi trayecto encontré grupos de curiosos, grupos de partidarios del gobierno y de partidarios de los militares. Estos gritaban algo así como ¡que se vaya! y ¡fuera Kerensky!¡Frei comunista!... A Frei le faltaba un año para terminar su período de gobierno y había hecho reformas que no gustaban a los sectores conservadores, entre ellas, la reforma agraria. A esas reformas, los democristianos las llamábamos “La revolución en Libertad” que, se suponía, era algo intermedio entre el capitalismo y el socialismo. Después, y esa es otra cuestión, nos dimos cuenta de que ese lema era en sí contradictorio: si había libertad, para qué hacer la revolución. Pero sigamos:

Eduardo Frei Montalva
Eduardo Frei Montalva

Al presidente lo apodaban “El Kerensky chileno” por Alexander Kerensky, el Primer Ministro de Rusia, representante de la Revolución de Febrero de 1917, (de carácter burgués y antizarista) que creía que él podría unir a los liberales y a los socialistas (mencheviques) y evitar la llegada al poder de los bolcheviques. Pero no fue así. Llegó la Revolución de Octubre (1917) y los bolcheviques tomaron el poder. Por eso en Chile, en ese momento, los sectores conservadores, en el sentido general del término y, concretamente, todos los anticomunistas, eran anti-Frei porque pensaban que Frei le entregaría el poder al “comunista” Allende. Entonces:

La rebelión del Tacna que, al principio parece que iba a ser una rebelión militar general para sacar a Frei, abortada a última hora, si bien aparecía como una manifestación de descontento por los bajos sueldos y los malos servicios dados a los militares, en el fondo era para evitar las próximas elecciones que podría ganar Allende y sería nefasto para Chile, y para el mundo que un “comunista” llegase al poder por la vía electoral. Entre paréntesis, Allende nunca fue comunista. Y creo que los comunistas chilenos, en ese momento, eran los menos comunistas de la izquierda, no porque no creyeran en el comunismo sino porque veían lo que se vendría si se radicalizaba el proceso, como ocurrió. Los sectores más radicales estaban en el Partido Socialista (partido del presidente; él no era radical) y en el MAPU, Movimiento de Acción Popular Unitaria, desprendido de la Democracia Cristiana y escindido después.

Llegué a la Alameda: manifestaciones en favor y en contra de Frei. Avanzando hacia La Moneda: está rodeada por los carros recolectores de basura que han formado un muro para proteger al presidente.

¿Se rindieron? Yo no podría decir eso. Solamente aplazaron. La historia lo dijo

Por cuestión de salud, me regreso para mi cuarto. Me recosté un tiempo. Luego miré un poco de televisión. Todo tranquilo en la pantalla. El gobierno dice que tiene respaldo de la ciudadanía y que los Cuerpos Armados, fieles a su juramento constitucional, respaldan al gobierno. Se dialogará con los rebeldes para solucionar sus reclamos que, en ningún momento, han puesto en duda la legitimidad del Jefe del Estado. Todo bien, es lo que hay que decir cuando uno siente que están serruchándole el piso.

Cuando comenzaba a oscurecer, pedí el favor de preparar café y con pan que compré en una panadería cercana, les llevé a varios policías, los más cercanos a mi residencia que todavía permanecían firmes en su sitio. Luego les dije que me gustaría llegar al Tacna porque quería estar cerca de los soldados, si era posible. Me dijeron que estaba prohibido pero ya éramos amigos y me dejaron pasar. Llegué a la esquina del Tacna, la que da frente a Ejército Libertador y seguí caminando lento y observando. Por dentro de la reja, los soldados manoseaban sus armas como poniendo y quitando el seguro y mirándonos, porque había más gente, que quizás vivían dentro del área o que habían podido llegar por diversos motivos. Llegué a la otra esquina del edificio. Oí una algarabía en la puerta principal que da sobre el Parque. Alguien dijo: son los estudiantes universitarios que están gritándoles a los militares. Oí que los agredían verbalmente; que les gritaban algo así como “golpistas” o “gorilas” y que los desafiaban con el puño en alto. Me dije, voy allá porque ahí está la acción. Comencé a caminar en esa dirección cuando, de pronto oí un ruido como cuando alguien revienta una bolsa de papel y pensé qué atrevido puede hacer eso en estas condiciones neuróticas. No acababa de pensar cuando comenzamos a sentir el silbido de las balas: ¡increíble!, los soldados, todos, estaban disparando. Corrimos por el parque mientras las balas pasaban por nuestro lado. Y había quejidos. Pensé que las tropas leales estaban avanzando y que quienes estábamos ahí, habíamos quedado en sandwiche. Que había llegado la última hora. Al llegar al final del Parque, la balacera había cesado. Resultado: 13 heridos de bala, 12 hombres y una mujer. Los heridos comenzaron a llegar a los hospitales; la televisión mostraba cómo los soldados habían disparado sobre gente inerme. Lo pasaban una y otra vez. Los rebeldes negociaron toda la noche con el enviado del presidente. El 22, en la mañana, cesó la rebelión. ¿Se rindieron? Yo no podría decir eso. Solamente aplazaron. La historia lo dijo.

El 11 de septiembre de 1973 las bombas destruyeron la Casa de Moneda, en Santiago de Chile
El 11 de septiembre de 1973 las bombas destruyeron la Casa de Moneda, en Santiago de Chile

Tres años después, cuando bombardeaban La Moneda, el presidente Allende se manifestaba sorprendido de que lo hubieran traicionado los militares. Pensé: no entendió el Tacnazo. No entendió que el sistema tiene unas reglas de juego y unas líneas rojas. Hay que jugar dentro de ellas y no traspasar las otras. O lo entendió y se la jugó toda. Incluida la vida. Esto es lo que creo, porque fue un hombre de convicciones. Tuve el honor de conocerlo personalmente y de verlo intervenir en los debates legislativos cuando era Presidente del Congreso.

Cincuenta años después, las grandes alamedas por donde pasen los hombres libres, esperan ser abiertas…

Comenzó tres años antes