domingo. 28.04.2024
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@Montagut5

José Ramón Gómez Osorio, uno de los socialistas gallegos más destacados, ebanista y ferroviario, y que llegaría ser diputado, además de desempeñar importantes responsabilidades sindicales y dentro del Partido, siendo fusilado en la cárcel de Porlier en 1940, publicó en el verano de 1930 en El Socialista un artículo denunciando la situación de las mujeres guardabarreras en España, un sector laboral femenino no muy conocido en nuestro país.

Para Gómez Osorio estas trabajadoras constituían uno de los sectores que más sufrían por parte tanto de las Compañías Ferroviarias como por parte de los particulares, olvidando que sobre estas mujeres recaía una enorme responsabilidad. Los pasos a nivel eran lugares de peligro, que las mujeres guardabarreras tenían que evitar. Su celo y el cuidado que ponían era la garantía de seguridad para el transporte en carretera, por ferrocarril y para los peatones. Estas mujeres eran objeto de no pocas burlas y padecían un verdadero acoso por parte de peatones y automovilistas. Y cuando había accidentes se las responsabilizaba de los mismos.

En relación con las Compañías, Gómez Osorio consideraba que las trabajadoras eran para muchos de los distintos responsables de las mismas casi lo mismo que el material ferroviario, es decir, igual que vías, raíles, tornillos o traviesas.

Las mujeres guardabarreras no recibían los beneficios de la legislación social ya existente en la España de los primeros decenios del siglo XX. Existían una Real Orden de 17 de octubre de 1921 que establecía que los guardabarreras encargados de los trenes de noche habrían de ser hombres necesariamente, mientras que los de día podían ser mujeres, recordando que debía cuidarse del “estricto cumplimiento de las leyes tutelares de la mujer obrera”, siguiendo el conocido paternalismo de la legislación social sobre la mujer trabajadora.

Gómez Osorio ponía como ejemplo del incumplimiento de la ley lo que hacía la Compañía Nacional del Oeste de España, porque no respetaba, al parecer, la jornada de ocho horas, ni lo legislado sobre horas extraordinarias, ni los descansos quincenales, obligando, por lo demás, a trabajar hasta 24 horas seguidas, con trenes de día y de noche por cinco reales de jornal, llegando a regatear el aceite necesario para los faroles de servicio. Si alguna de las guardabarreras se descuidaba en cubrir el paso de un tren nocturno, a pesar de que las mujeres no tenían obligación legal de prestar ese servicio, era multada. Las sanciones solían ser de seis pesetas con cuarenta y cinco céntimos, lo que suponía más de cinco días de jornal.

Hemos trabajado con el número 6707 de El Socialista, de 7 de agosto de 1930.

***

Desigualdad salarial 

También nos hacemos eco en esta pieza de la denuncia de A. Vázquez en junio de 1929 sobre la situación salarial de las mujeres que trabajaban para las Compañías Ferroviarias.

A. Vázquez explicaba que en los ferrocarriles españoles muchas mujeres trabajan doce o más horas de jornada laboral por retribuciones muy bajas, que el autor del artículo calificaba de vergonzosas. Ahí estaban los 2’15 pesetas diarias y aún menos que recibían las guardabarreras, recordándonos no solamente su larga jornada, sino que, en muchos casos, se desarrollaba de noche. Cuando alguna de estas guardabarreras quería disfrutar las licencias que se les concedían tenía que buscar una sustituta por menos jornal. Y como por esta circunstancia era muy complicado hallar una sustitución se perdían muchas licencias.

Las expendedoras de billetes cobraban 1.075 pesetas al año, pero trabajando las horas que estipulasen las Compañías, porque tenían la seguridad de que no protestarían. Según nuestro autor había muchos otros empleos cuyo salario desconocía, aunque reconocía que había diversidad en función de la Compañía, pero, en general, los salarios de las trabajadoras eran muy bajos. Vázquez pretendía que era su deber señalar este hecho para que se fuera pensando en intensificar la lucha por hacer desaparecer la diferencia de trato que recibían tantas trabajadoras sin expresar queja alguna.

Cuando la mujer realizaba el mismo trabajo que el hombre, siempre según nuestro autor, debía percibir igual retribución y concedérsele los mismos derechos, ya que se le exigían los mismos deberes. Por eso había que emprender un trabajo sindical para atraer a estas trabajadoras y convencerlas de luchar. Mientras se conseguía este objetivo, era obligación del movimiento obrero socialista trabajar por conseguir acabar con esta desigualdad. Fundamentalmente, Vázquez pensaba que en los contratos de trabajo que se discutirían entre las Compañías y el Sindicato debía figurar el salario mínimo sin distinción de sexo.

Nuestra fuente ha sido el número 6361 de El Socialista de 29 de junio de 1929.

Explotación y maltrato a las guardabarreras en los años veinte