viernes. 26.04.2024

La violencia que no cesa

La determinación de millones de mujeres en todo el mundo a reclamar para “Sí”, el ejercicio de la multiplicidad de roles que otorgan prestigio y reconocimiento social, ha roto el esquema tradicional, por el cual, desempeñaban en exclusividad el rol de madres-cuidadoras, al tiempo que ha provocado toda una serie de cambios estructurales, de sobra conocidos, que inducen a pensar en un verdadero cambio social.

La determinación de millones de mujeres en todo el mundo a reclamar para “Sí”, el ejercicio de la multiplicidad de roles que otorgan prestigio y reconocimiento social, ha roto el esquema tradicional, por el cual, desempeñaban en exclusividad el rol de madres-cuidadoras, al tiempo que ha provocado toda una serie de cambios estructurales, de sobra conocidos, que inducen a pensar en un verdadero cambio social.

La necesidad de instaurar un día mundial contra la violencia de género, da alguna pista para comprender que ese cambio se está llevando a cabo en condiciones de violencia extrema para un número muy elevado de sus protagonistas.

Decenas de miles de mujeres en todo el mundo mueren a manos de sus parejas, por algo tan elemental como, aspirar a vivir una vida propia.

Las muertes de esas mujeres, no son en exclusiva, la consecuencia del arrebato y/o la frustración de las mentes criminales que las perpetran. Son el exponente máximo de las fuertes resistencias del conjunto de las sociedades desarrolladas a aceptar las implicaciones del cambio, que obligan a que sean las propias mujeres quienes en términos individuales tengan que hacerse cargo de las consecuencias del cambio mismo.

Hasta el momento son insuficientes las iniciativas de los poderes públicos para configurar un entorno, que partiendo de la igualdad formal que proclaman las leyes, articule mecanismos eficaces para aproximarse con mayor éxito a la consecución de la igualdad real.

Se suceden cambios normativos, campañas, iniciativas en todos los ámbitos de la vida social, por parte de los poderes públicos, para intentar orientar los comportamientos al objetivo de la plena igualdad entre hombres y mujeres y, sin embargo las muertes de mujeres aumentan año tras año, produciendo toda una suerte de reacciones en la sociedad que van del desanimo a la indiferencia y que por el momento no parecen crear la alarma social suficiente para invertir la tendencia.

Año tras año se realizan estudios entre la población adolescente que arrojan resultados verdaderamente desalentadores. En torno al 80% de los chicos y las chicas de entre 16 y 18 años, consideran normales comportamientos de sumisión y sometimiento por parte de las mujeres en las relaciones “amorosas”, precisamente aquellos comportamientos que potencialmente desencadenan situaciones de violencia contra las mujeres en muchos casos con resultado de muerte.

¿Qué está pasando entonces?, Si tenemos la mejor legislación integral contra la violencia de genero del mundo desarrollado, la escuela ha asumido, salvo la segregada obviamente, la necesidad de incorporar a sus currícula la educación en igualdad, desde la educación primaria, como una de sus principales prioridades, si estamos haciendo un esfuerzo significativo, como sociedad, para la reinserción e integración de los maltratadores.

Está pasando, que no es en la escuela ni en el espacio público donde se interiorizan los modelos de comportamiento que como hombres y mujeres vamos a desarrollar en nuestra vida adulta. Que es precisamente en el ámbito privado, en la familia para ser más exacto, donde esos modelos se gravan a sangre y fuego, que una mirada de desprecio o de desconsideración de un padre hacia una madre a la hora de la cena, o un bajar la mirada ante un reproche insinuado o explicito, tiran por tierra horas y horas de módulos de formación para la igualdad.

Situaciones como las descritas son todavía muy frecuentes por desgracia en multitud de hogares en España y fuera de España y, mientras esa situación no se modifique difícilmente descenderá el número de potenciales maltratadores y de mujeres dispuestas a aceptar el maltrato.

Chicos y chicas de 16 a 18 años puede que no tengan muy conformado el significado de la complacencia, pero si se les pregunta cuantas veces han presenciado en su casa un reproche hacia su madre por que la comida estaba salada, o sosa, o fría, proveniente de cualquier miembro de la familia, incluso de ellos mismos, sin duda la respuesta en un porcentaje muy amplio sería, muchas.

Todo el camino recorrido hasta aquí es por descontado imprescindible y al mismo tiempo insuficiente, pero, sinceramente, el futuro no es esperanzador, el clima que se respira y los mensajes que con más facilidad se interiorizan en los últimos tiempos, son los de la vuelta a la disciplina y al autoritarismo en cualquiera de sus formas y manifestaciones; disciplina presupuestaria, disciplina en el gasto, disciplina en el aula, en fin, toda suerte de disciplinas.

Confiemos en que por una vez el muro de la privacidad no actúe como catalizador para vuelta de la disciplina y el autoritarismo, también al hogar. De ser así, el día mundial contra la violencia de género, se seguirá conmemorando por mucho tiempo.

La violencia que no cesa
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