domingo. 28.04.2024

A lo largo de la historia, el ser humano ha respondido de diferentes maneras a la enfermedad en base a una serie de ideas en cada tiempo. Esa repuesta a la enfermedad algunos autores la llaman “el paradigma de la medicina”. Según la RAE, paradigma, es la teoría o conjunto de teorías cuyo núcleo central se acepta sin cuestionar y que suministra el modelo para resolver problemas y avanzar en el conocimiento. En la época antigua se impuso el paradigma mágico-religioso donde la enfermedad era cosa de los dioses o de los espíritus y actualmente domina el paradigma científico moderno, racionalista y basado en la Medicina Basada en la Evidencia (MBE). 

Algunas características de estos paradigmas son importantes de mencionar. Por ejemplo, no existe paradigma que dure más de 30.000 años, ninguno lo ha demostrado, y por eso los remedios de ayer nos parecen extraños, pero no debemos preocuparnos, dentro de miles de años nuestros remedios parecerán extraños a los profesionales sanitarios del futuro. Otra característica de los paradigmas es que no responden a la totalidad de la realidad y por eso no se puede realizar una asistencia sanitaria integral solamente con el conocimiento de la MBE. La realidad sanitaria es compleja y aunque nuestro paradigma científico resuelve algunas cuestiones interesantes no lo resuelve todo, existen zonas claroscuras, zonas grises que hay que conocer para mejorar, pero también existen problemas que hay que afrontar. 

No se trata solamente de una trasferencia de dinero, estamos transfiriendo el poder de gestionar nuestra salud, nuestra enfermedad y nuestras vidas

Una de las características más importantes que tienen los paradigmas es que no flotan en el aire sino que se encuentran rodeados, se encuentran influenciados e influencian lo que les rodea, como la cultura, la sociedad y la economía. Es un hecho que el paradigma moderno está rodeado de un sistema económico capitalista de libre mercado (en ocasiones neoliberal) que lo observa como una oportunidad de negoció y eso trae una serie de problemas donde pierde la salud. Las privatizaciones de la Sanidad Pública son solamente un ejemplo del peaje que hay que pagar a la tasa de beneficio y a los consejos de administración de las empresas que hacen negocio con la salud. No se trata solamente de una transferencia de dinero o de riqueza a unas empresas, lo que realmente importa es que estamos trasfiriendo el poder de gestionar nuestra salud, nuestra enfermedad y nuestras vidas. 

Pero más allá de esto, es innegable que el deterioro que sufren los servicios públicos por estas privatizaciones y políticas de recorte neoliberal ponen en peligro al propio derecho constitucional de protección de la salud. Aunque parezca una obviedad no viene mal recordar que sin servicios sanitarios públicos no hay derecho a la protección de la salud.

Las cosas importantes de la vida no se deberían de dejar en manos de los mercados

Son numerosas las evidencias que las privatizaciones y la salud no casan bien y suele salir perjudicada la salud como indica el último estudio del catedrático de salud pública de Oxford Aaron Reves, publicado en el Lancet, donde la privatización de los servicios sanitarios aumenta la mortalidad evitable relacionada con los cuidados. Existen numerosas publicaciones al respecto pero la ciencia solo nos ofrece conocimiento, la decisión de privatizar o no los servicios sanitarios es una cuestión política. Una cuestión política escorada a los intereses de los mercados, que debilita y fragmenta los servicios sanitarios comprometiendo el derecho a la protección de la salud.  Quizás las cosas importantes de la vida no se deberían de dejar en manos de los mercados.


Pedro Lorente | ACDESA Castellón

Sanidad pública, derecho a la protección de la salud y los mercados