sábado. 27.04.2024
Un estudio de adultos jóvenes que fueron víctimas de lesiones violentas cuando eran niños encontró niveles significativamente más altos de trastorno de estrés postraumático en este grupo que en la población general
Un estudio de adultos jóvenes que fueron víctimas de lesiones violentas cuando eran niños encontró niveles significativamente más altos de trastorno de estrés postraumático en este grupo que en la población general

El concepto de maltrato infantil comprende variadas dimensiones, por lo que llegar a un acuerdo sobre su definición ha sido una cuestión reiterativamente tratada por la Convención de los Derechos del Niño. Planteado este panorama, definiremos de la forma más extensiva que nos es posible al maltrato infantil y sus implicancias. Mediante este término, se hace referencia al daño (físico o emocional) ejercido por parte de un adulto sobre un menor de edad. Sucede normalmente de parte de las figuras adultas que deberían cuidar y resguardar el bienestar de un niño o niña.

Las heridas físicas, en la mayoría de las ocasiones, sanan más rápidamente que los traumas emocionales que niños maltratados acaban por sufrir. Imagina la siguiente escena: la persona que se supone debe protegerte y cuidarte acaba por abusar de ti. Esta es una lesión gravísima, una herida profunda que de no recibir atención y contención emocional podría quedar definitivamente abierta.

Esta clase de maltrato, como cualquier otro, puede adoptar diferentes formas. Es de crucial importancia conocer cada una de ellas ya que algunas acaban por pasar inadvertidas. Saber que se trata de maltrato, es la principal herramienta para discernirlo y poder poner un freno a una situación de violencia. Revisemos ahora las formas que puede tomar el maltrato infantil:

· Maltrato físico: este incluye golpes, heridas corporales tales como cortes o quemaduras. Es probablemente el tipo de maltrato (cualquiera sea su caso) más fácil de identificar por sus visibles secuelas que el cuerpo manifiesta. Sucede cuando un adulto, de forma deliberada, daña la integridad física o psicológica de un niño o niña.

· Maltrato emocional: a diferencia del maltrato físico, este puede pasar inadvertido. El maltrato emocional no deja moretones ni heridas abiertas. Sin embargo, sus secuelas psíquicas sí son insorteables, duraderas y graves. Incluye este tipo de maltrato a aquellas situaciones en las que un adulto se dirige con el habla de forma violenta hacia un niño, ya sea a través de gritos, insultos, lo menosprecia, castiga y desvaloriza.

· Abandono: el abandono de un adulto a un niño es una de las más frecuentes formas de maltrato infantil, y es de las que más repercusión en la vida de un pequeño acaban por tener. No solo incluye esos casos en los que un niño es dejado en calle a la deriva, privándolo de un hogar y de cuidados. Sino que, también abarca aquellas situaciones en las que a los niños no se les brindan necesidades básicas: alimentos, vestimenta, educación, un techo donde vivir y afecto.

El maltrato infantil es una herida profunda que de no recibir atención y contención emocional podría quedar definitivamente abierta

Tristemente, en la mayoría de los casos de maltrato a niños, el maltratador es una figura familiar para el pequeño. Alguien que se supone debería protegerlo, como un padre, madre, tíos o hermanos mayores.

La infancia es un período crucial para el desarrollo. Los primeros años de vida de un niño repercutirán definitivamente en diversos aspectos: desde su desarrollo cerebral, crecimiento físico, sus capacidades intelectuales, cognitivas, incluso sociales. Durante este período, la estimulación y los cuidados son cruciales para un crecimiento y desarrollo favorables.

El maltrato infantil deja huellas que pueden ser incluso vistas a largo plazo en la adultez. Más allá de las severas lesiones físicas que un menor puede sufrir debido al abuso de adultos, en un período crítico como es la infancia, la violencia genera cambios químicos a nivel cerebral que, de no ser correctamente tratados, pueden llevar a destinos complejos. El maltrato y la recepción de tratos violentos son grandes fuentes generadoras de estrés. Se ha demostrado científicamente, que la continua exposición a factores estresantes acaba por repercutir a nivel cerebral, ocasionando modificaciones de la comunicación neuronal. Esto acaba por ocasionar que, las regiones cerebrales cuya función es la de la regulación emocional, se dañen en ocasiones permanentemente, pudiendo reducir la densidad neuronal (generando la muerte de neuronas, que es irreversible).

El constante estrés libera hormonas tales como la adrenalina y el cortisol, lo que sostenido en el tiempo puede producir problemas cardíacos y respiratorios ya que aumentan la tensión sanguínea y el azúcar en sangre, lo que afecta el metabolismo y puede incluso llevar a la contracción de diabetes.

El estrés constante producto de los malos tratos, podríamos decir, lleva a un desgaste del organismo. En un niño, el impacto de este es acrecentado, ya que aún le queda por transitar su vida entera. Los perjuicios de salud física adquiridos en la infancia debido al maltrato pueden ser irremediables, y contra ellos un niño deberá luchar por el resto de su existencia.

A nivel emocional, la repercusión del maltrato en niños puede ser tan grave como las consecuencias físicas que ya mencionamos. La más notoria secuela a nivel emocional y comportamental que el maltrato infantil ocasiona es la de la falta de confianza. Este síntoma lleva en su mayoría de casos al aislamiento social en la adolescencia y adultez.

La más notoria secuela a nivel emocional que el maltrato infantil ocasiona es la de la falta de confianza. Este síntoma lleva al aislamiento social en la adolescencia y adultez

El maltrato infantil, el constante estrés y temor sufrido por los niños, puede llevar al desarrollo de cuadros de ansiedad y otros relacionados, como trastornos obsesivos compulsivos o trastornos de la conducta alimentaria. También, en otros casos, la angustia es tan grande que puede derivar en cuadros depresivos, incluso en autolesiones y suicidios. La afectación a nivel emocional de un niño maltratado, abandonado y descuidado por aquellos que suponen protegerlo, es vasta y tan peligrosa como las consecuencias físicas.

Un estudio de julio de 2022, que fue publicado en el Journal of Pediatric Surgery, de adultos jóvenes que fueron víctimas de lesiones violentas cuando eran niños, encontró niveles significativamente más altos de trastorno de estrés postraumático (TEPT) en este grupo que en la población general.

El estudio, realizado por investigadores del Centro Médico de la Universidad de Rochester (URMC), reclutó a 24 encuestados que fueron víctimas de heridas de bala, puñaladas o asalto cuando eran niños entre los años 2011 y 2020. De los participantes, 15 sufrieron una herida de bala, ocho sufrieron una puñalada y uno fue agredido. Los encuestados eran principalmente adolescentes en el momento de la lesión, con una edad media de 16,6 años. Había pasado un promedio de seis años desde la lesión inicial hasta el momento en que se contactó a los encuestados para el estudio.

Diez (41.7%) de estos encuestados dieron positivo para probable TEPT, significativamente más alto que el 6.8% de la población general que generalmente se diagnostica con TEPT. Los pacientes que dieron positivo informaron al menos tres de los siguientes cinco síntomas:

· Pesadillas o pensamientos intrusivos;

· Evitar pensar o estar en situaciones que les recuerden el (los) evento (s);

· Sentirse constantemente en guardia, vigilante o sobresaltado;

· Sentir entumecimiento o desapego a las personas, actividades o entornos;

· Sentirse culpable o culparse a sí mismo o a otros por el acontecimiento o los problemas del acontecimiento.

Además, el 46% de los encuestados informó de abuso de sustancias en los últimos 30 días (aparte del alcohol o los medicamentos recetados) en comparación con aproximadamente el 13% de la población general, mientras que casi el 17% informó síntomas persistentes relacionados con su lesión.

La angustia es tan grande que puede derivar en cuadros depresivos, incluso en autolesiones y suicidios

Estos efectos físicos y mentales duraderos enfatizan la necesidad de que los hospitales, los servicios comunitarios y las redes de apoyo social trabajen juntos para ayudar a monitorear a estos pacientes a largo plazo, según la autora principal Nicole A. Wilson, Ph.D., MD, profesora asistente en los departamentos de Cirugía, Pediatría e Ingeniería Biomédica en URMC. "El gran mensaje para llevar a casa es que debemos hacerlo mejor en el seguimiento de las personas que tienen este tipo de lesiones, ya sea por disparos u otros actos violentos, y debemos ayudarlos y ofrecerles recursos", explica.

A los encuestados se les ofrecieron recursos para superar los efectos físicos y mentales de sus alteraciones. Casi el 63% aceptó esta oferta, lo que indica que existe una gran demanda de apoyo entre esta población. "Con cualquier paciente, hay una variedad de materiales disponibles para ayudar, pero a veces estamos limitados como médicos, ya que solo podemos controlar lo que sucede cuando están en el hospital", afirma Wilson.

Las víctimas de violencia en UR Medicine Golisano Children's Hospital (GCH) son referidas a Pathways to Peace, un equipo a nivel de calle que brinda apoyo y alternativas no violentas para jóvenes, que recurren a la violencia para resolver disputas o involucrarse en pandillas y drogas, pero muchos rechazaron esta opción. La razón principal por la que los pacientes rechazan esta opción no está clara, según Wilson, pero especula que las familias podrían encontrar esta opción intrusiva, o que la desconfianza a largo plazo en el sistema de salud de las comunidades históricamente marginadas les impide abrazar las asociaciones ofrecidas por el hospital. 

Por último, compartir esta reflexión de Michel de Montaigne: “Los juegos infantiles no son tales juegos, sino sus más serias actividades”.

Violencia infantil y secuelas a largo plazo