domingo. 28.04.2024

Cuando hablamos de una soledad no deseada, podemos encontrarnos ante un sentimiento de profundo vacío, desánimo, tristeza y desaliento. Se considera un estado mental, y se caracteriza por el profundo deseo de estar acompañado o ser importante para alguien.

La soledad es un sentimiento subjetivo de aislamiento social, es un problema generalizado que se ha amplificado aún más por la pandemia mundial de la COVID 19. No es simplemente un estado mental transitorio. La soledad tiene implicaciones de largo alcance para nuestra salud física y mental, con fuertes vínculos con la depresión, la ansiedad y el deterioro cognitivo.

En nuestra historia del pensamiento se halla una preocupación constante por el tema de la soledad (San Juan de la Cruz, Lope de Vega, Góngora, Santa Teresa de Jesús, Dámaso Alonso, Otero, Ortega, Marañón…) habiendo sido siempre un trabajo científico difícil, puesto que la herramienta de trabajo ha sido la interpretación y con ella una cierta subjetividad. La palabra soledad no es neutra, se esconden vivencias muy diversas y complejas que tocan lo más hondo de la persona. Es una experiencia que todos conocemos, en la que muchas personas sufren, pero también algunas disfrutan y casi todo el mundo teme. Es una experiencia de la que muchas personas huyen, por la que algunas desesperan e incluso algunas se suicidan. No exagera Octavio Paz cuando asegura que la soledad es el fondo último de la condición humana. La experiencia solitaria tiene una fuerza dinámica increíblemente fuerte siendo motor de muchos aprendizajes personales, constituida por un conjunto de vivencias, emociones, intuiciones, razonamientos y elaboraciones psíquicas que en su conjunto puede ser comprendido como una totalidad, como una estructura organizada.

La soledad tiene implicaciones de largo alcance para nuestra salud física y mental, con fuertes vínculos con la depresión, la ansiedad y el deterioro cognitivo

Aunque hay muchas soledades, a efectos prácticos pueden agruparse en dos: la soledad como oportunidad, ocasión e incluso necesidad de conocernos a nosotros mismos, siendo, pues, una vivencia positiva relacionada estrechamente con el equilibrio de la personalidad, con la fuerza personal, con una capacidad de saber estar solo basada en una desarrollada y buena elaboración personal; o puede sentirse como problema, como experiencia dolorosa, sufrimiento acompañado de sentimientos negativos, tristeza, ansiedad, depresión, incomunicación absoluta que va en contra del hombre como ser social. Vivir la soledad negativa puede ser consecuencia de no saber estar solo, no es lo mismo estar solo que sentirse solo. La necesidad de los demás, de estar con otros y de ser con otros. El hombre tiende a enraizarse y cuando se rompe alguna de sus raíces, siente vacío, angustia y dolor. Este sentir forma el meollo esencial del fenómeno de desenraizamiento, que tiene entidad suficiente y diferencial con fuerte poder dinamizador y que es el principio del proceso experimental de la soledad. Posteriormente, el hombre escogerá razonamientos que servirán de soporte para elaborar defensas cognitivas y emocionales con carácter reactivo. Las reacciones pueden ser muy variadas y agruparse en: afectivas, cognitivas y mixtas y podrá vivirse de forma aguda, presente, insoportable, punzante y urgente o bien en un desarrollo más a largo plazo con connotaciones evolutivas involucrando el desarrollo de la personalidad y la conciencia del propio valor, posibilitándose así la capacidad de estar solo, que no se improvisa sino que se construye, por lo que es importante señalar que la influencia y el aprendizaje en la infancia es primordial, pero señalando que la soledad se vive en todas las etapas del ciclo vital.

La soledad a menudo se estigmatiza, trivializa o ignora, pero, con el rápido crecimiento del número de adultos mayores en los países industrializados, la mayor probabilidad de mortalidad prematura y los efectos nocivos de la soledad que se han identificado en modelos animales e investigaciones longitudinales humanas, la soledad está emergiendo como un problema de salud pública. 

Es una experiencia que todos conocemos, en la que muchas personas sufren, pero también algunas disfrutan y casi todo el mundo teme

La soledad se ha asociado con aislamiento social objetivo, depresión, introversión o habilidades sociales deficientes. Sin embargo, los estudios han demostrado que estas caracterizaciones son incorrectas, y que la soledad es una condición única en la que un individuo se percibe a sí mismo como socialmente aislado incluso cuando está entre otras personas. Además, los estudios longitudinales humanos y los modelos animales indican que los efectos nocivos de la soledad no son atribuibles a alguna peculiaridad de los individuos que están solos, sino que se deben a los efectos de la soledad en la gente común.

Existen medidas rápidas y válidas que pueden diagnosticar si un paciente tiene niveles anormalmente altos de soledad, y aunque los llamados tratamientos de sentido común (por ejemplo, capacitación en habilidades sociales y disposiciones para el apoyo y el contacto sociales) han demostrado ser ineficaces, la disponibilidad de programas comunitarios, intervenciones conductuales y recursos en línea está aumentando para abordar el problema de la soledad. 

Con los recientes avances en neurociencia y psicología, estamos empezando a comprender los complejos mecanismos que sustentan la soledad y sus efectos en el cerebro. Así, la neurobiología de la soledad se basa en investigaciones recientes en neurociencia que han arrojado luz sobre los mecanismos neurobiológicos asociados con la soledad.

Se sugiere que el sentimiento de soledad está relacionado con las regiones cerebrales involucradas en la cognición social y la regulación de las emociones, como el corteza prefrontal y amígdala.

Además, en un estudio que utilizó imágenes de resonancia magnética funcional (fMRI) descubrió que las personas que experimentaban soledad tenían los patrones de procesamiento cerebral diferentes e idiosincráticos en comparación con aquellos que no estaban solos. Hay evidencia de tal idiosincrasia: las respuestas neuronales de los individuos solitarios fueron diferentes a las de sus pares, particularmente en regiones de la red neuronal de modo predeterminado, en las que respuestas similares se han asociado con perspectivas compartidas y comprensión subjetiva.

A pesar de vivir en un era hiperconectada, la paradoja de nuestro tiempo es que la soledad es más frecuente que nunca

Estos hallazgos indican que la soledad puede alterar el procesamiento cerebral individual, lo que lleva a distintas experiencias cognitivas y perceptivas. Esto planteó la posibilidad de que estar rodeado de personas que ven el mundo de manera diferente a uno mismo puede ser un factor de riesgo para la soledad, incluso si uno socializa regularmente con ellos.

Desde un punto de vista psicológico, la soledad está intrínsecamente vinculada con la salud mental. Varios estudios han demostrado que la soledad puede contribuir a diversos problemas de salud mental, incluyendo: depresión y ansiedad.

Además, la soledad crónica puede conducir a un sentimiento persistente de amenaza e hipervigilancia por amenaza social, lo que contribuye a una serie de resultados negativos para la salud, incluidos trastornos del sueño, disminución de la función inmune y aumento de la morbilidad.

A pesar de vivir en un era hiperconectada, la paradoja de nuestro tiempo es que la soledad es más frecuente que nunca. Frente a las conexiones digitales, estamos lidiando con una "epidemia de soledad". 

Este estudio enfatiza que la comunicación digital no puede reemplazar los beneficios psicológicos obtenidos de las interacciones entre personas, destacando la importancia de comprender los complejos fundamentos neuronales y las facetas psicológicas de la soledad.

La investigación ha sugerido así mismo varias formas de combate la soledad y su impacto negativo. Estos van desde intervenciones dirigidas a mejorar las habilidades sociales, mejorar el apoyo social, aumentar las oportunidades de contacto social y abordar la cognición social desadaptativa. Se ha demostrado que incluso una sola sesión de meditación de atención plena puede ayudar a reducir los sentimientos de soledad, lo que demuestra la importancia de las intervenciones psicológicas para abordar este problema.

Por último, compartir esta reflexión de Carmen Martín Gaite: “La soledad se admira y desea cuando no se sufre, pero la necesidad humana de compartir cosas es evidente.

La epidemia de la soledad