martes. 30.04.2024

El tratar de evidenciar la estupidez es tarea harto difícil. Es casi tan difícil como intentar salir indemne de esta pretensión. Sin embargo el objetivo que estamos obligados a alcanzar, supera todas las recriminaciones que por hacer patente lo evidente, es preciso afrontar. Y como ejemplo voy a sacar algunas de las consideraciones que Ortega y Gasset manifestó en su obra "La Rebelión de las masas". Manifestaciones con las que discrepo, y que son las razones por las que, he utilizado la preposición "para", y el adverbio interrogativo "cuándo", en el título de este artículo. 

Según la obra de Ortega y Gasset, "La rebelión de las masas".

"Hay un hecho que para bien o para mal, es el más importante en la vida pública europea de la hora presente. Este hecho es el advenimiento de las masas al pleno poderío social. Como las masas, por definición, no deben ni pueden dirigir su propia existencia, y menos regentar la sociedad, quiere decirse que Europa sufre ahora la más grave crisis que a pueblos, naciones, culturas, cabe padecer. La división de la sociedad en masas y minorías excelentes no es, por lo tanto, una división en clases sociales, sino en clases de hombres, y no puede coincidir con la jerarquización en clases superiores e inferiores".

Unas consideraciones que si bien en el siglo XIX se contemplaban como un comportamiento natural, en el XX, y especialmente en el XXI, se razonan como despectivas, e incluso humillantes. Y este razonamiento está cimentado en que, en los últimos dos siglos, la cultura y la información han rescatado a esas clases inferiores del ostracismo que hasta esas fechas circunstancialmente habían padecido. La expresión de que las clases sociales se fundamentan en clases de hombres, es tan equivocada, como cierta son las razones por las que tengan que existir clases de hombres.

En los últimos dos siglos, la cultura y la información han rescatado a esas clases inferiores del ostracismo

Siguió diciendo que: 

Este hombre-masa es el hombre vaciado de su propia historia, sin entrañas de pasado y, por lo mismo, dócil a todas las disciplinas llamadas "internacionales" Más que un hombre, es un caparazón de hombre constituido por unas ideas que continúan imperando en el espíritu, después de que una crítica racional haya demostrado su falsedad. Carece de un "dentro", de una intimidad suya, inexorable e inalienable. Tiene sólo apetitos, cree que tiene sólo derechos y no cree que tiene obligaciones: es un hombre sin la nobleza que obliga". 

En lo que se refiere a un hombre vaciado de su propia historia se contradice, cuando posteriormente afirma que ese vaciamiento conlleva que más que un hombre, es un caparazón de hombre constituido por unas ideas que continúan imperando en el espíritu, después de que una crítica racional haya demostrado su falsedad. Y se contradice porque su propia historia, es un cúmulo de concepciones que previamente han sido elaboradas en función del momento en que fueron urdidas. Es decir, constituyen una identidad plasmada como un "alma de las masas", y no una identidad del propio "yo" que debe de existir, para que ese hombre no sea sólo un cascarón.

En concordancia con lo expuesto, para poder avenir estas discrepancias con el contenido de lo que se expone en este "Para cuándo la revolución de las masas", hay que desarrollar los fundamentos por los cuáles, a mi entender, respetuosamente discrepo con la división de clases que sostuvo Ortega y Gasset.

En este contexto, solemos aceptar con cierta tolerancia y reconocimiento, una discapacidad físiológica; sin embargo, en lo que se refiere a cosas de la mente, evaluamos negativamente aquellas discapacidades que pudieran afectar a esa facultad con la que elaboramos esta evaluación. Tratar de justificar con esta conducta que nuestra propia capacidad de valorar, es motivo suficiente para que actuemos de esta forma, o bien cuestiona dicha capacidad, o bien a una discriminación que es completamente cuestionable. Lo cual nos lleva a la subjetividad con la que pretendemos justificar lo injustificable.

El pueblo, como masa, puede ser tan maleable como violento; tan sumiso como heroico. Esto lo saben bien los que tratan de hacer uso de él

¿Habéis observado cómo a través de esta subjetividad, esos que dicen están gobernándonos califican al pueblo de sabio, cuando en realidad lo consideran como una masa amorfa, que suelen amoldar hasta la estupidez? La mayor parte de los seres humanos estamos capacitados para hacer uso de nuestro potencial intelectivo. Lo que ocurre es que, con independencia de lo anteriormente mencionado, como consecuencia del esfuerzo que exige relacionarnos mentalmente con aquello que estamos haciendo, ¿la mayor parte de nuestras actividades las materializamos de una forma mecánica? En consecuencia ¿cómo nos va a ser dable superar las arbitrariedades y disposiciones de unas élites, que habiendo introyectado en nuestras mentes a través de los más variados artificios, lo que hemos de pensar; y por tanto lo que haya de ser nuestra propia identidad, cómo vamos a hacer uso de una capacidad de análisis que no estamos acostumbrados a emplear? ¿Somos conscientes (aunque para la mayor parte de los mediatizados sea demasiado pedirle), que nos han convertido en autómatas? Todo lo cual me lleva a una situación tremendamente incómoda. Y no lo digo por los improperios con los que me habrán de obsequiar. Lo digo porque, si ante la necesidad de tener que forjar una metodología a través de la cual sea el pueblo el que diseñe lo que haya de su ser su destino, éste, en función de su inducida abulia, se encuentra maniatado por aquéllos que piensan por él. 

Por otra parte, -y aquí hay que hacer una diferenciación entre lo que siendo una población amalgamada que comparten cultura, religión e incluso lengua-, y lo que en función de la emotividad incontrolada que caracteriza a las masas, cuando ésta es llevada a una reacción inducida, que por serlo es completamente extraña a aquella capacidad de valorar, la utilización de la que éstas son objeto, se manifiesta de una forma violenta. El tratar de encauzar de una manera inteligente lo que esta conducta pueda llegar ser, constituye una tarea ímproba. Y esto, en función de la reacción simpático primitiva que tan concluyentemente nos mostró L.S.Vygotski en su obra “El desarrollo de los procesos psicológicos superiores”. Un cometido que sólo puede ser afrontado a través de otras fuerzas que por su obligada falta de capacidad de razonar, anulen lo que irracionalmente se hubiera producido.

El pueblo, como masa, puede ser tan maleable como violento; tan sumiso como heroico. Esto lo saben bien los que tratan de hacer uso de él. Y es por ello por lo que, estando de acuerdo con la mayor parte de las exposiciones que hizo Ortega en su obra “La Rebelión de las Masas”, debido a los subjetivismos y el control subliminal y material con los que el Poder suele impartir sus mandatos, ese selecto grupo de los “excelentes”, del que habla Ortega, es el que ha venido utilizando, y a través de esta utilización, justificando, los por qué, he recurrido a iniciar el titulo de esta serie con el interrogante ¿Para cuándo?

¿Para cuándo la rebelión de las masas?