domingo. 28.04.2024
ANÁLISIS SOCIOLÓGICO

Comunidad e individualización

Este artículo recoge la primera parte de la conferencia pronunciada en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Madrid (diciembre de 2022), titulada “La comunidad y lo común”.

En esta primera parte de esta ponencia explico un aspecto: El concepto de comunidad y el vínculo social de los individuos, con el doble sentido del proceso de individualización. En una segunda parte, trataré otros tres que están encadenados: La interacción entre intereses y derechos individuales y colectivos, es decir, entre procesos de empoderamiento personal y relaciones comunitarias; el carácter de la solidaridad (fraternidad y sororidad) y su relación con la igualdad y la libertad y cómo se configuran en el contrato social y la experiencia del feminismo; los sujetos y la democracia participativa, en particular el papel de los movimientos sociales y las identidades parciales y su relación con un sujeto global y el universalismo. 

  1. El concepto de comunidad y el vínculo social de los individuos
  2. La individualización tiene un doble sentido

Como se puede ver son temas complejos y de fuerte debate en las ciencias sociales y la filosofía política, así como con importantes implicaciones sociopolíticas para la acción colectiva y la transformación social de carácter igualitario-emancipador-solidario. Será preciso detenerse en algunas clarificaciones del sentido de algunos conceptos básicos sometidos a polémica interpretativa. Parto del marco sociopolítico explicado en el libroDinámicas transformadoras. Renovación de la izquierda y acción feminista, sociolaboral y ecopacifista”.

El concepto de comunidad y el vínculo social de los individuos

Quizá los autores que más han desarrollado este concepto de comunidad con la diferenciación con el de sociedad y el papel del individuo hayan sido los dos sociólogos clásicos alemanes Max Weber y Ferdinand Tönnies. Señalan dos características básicas. 

Por una parte, constituye una relación social de individuos que tienen unas tradiciones y cultura comunes, unos intereses similares y una dinámica vital con experiencias y proyectos compartidos. En ese sentido, comunidad es una relación sociohistórica y dinámica alejada, por un lado, del esencialismo y del determinismo económico, étnico o biológico, y por otro lado, de la simple interacción mercantil e instrumental. Existen distintas concepciones de ‘pueblo soberano’, ‘comunidad nacional’ y ‘Estado y entidad política’, complejizados con la construcción europea, junto con el sentido de pertenencia e identificación de individuos y grupos sociales a esos conglomerados sociales/comunitarios. Básicamente hay dos polos interconectados: el estatus (sociopolítico) de ciudadanía, y el sentido de pertenencia (relacional y cultural) a una colectividad. 

Hay dos polos interconectados: el estatus (sociopolítico) de ciudadanía, y el sentido de pertenencia (relacional y cultural) a una colectividad

Por otra parte, esos autores, al igual que la mayoría en las ciencias sociales, asocian esas relaciones comunitarias a las situaciones premodernas, de mayor densidad de los lazos comunitarios y menor desarrollo de las dinámicas individualizadoras. Estas son, precisamente, las que configuran las modernas sociedades donde los vínculos sociales de los individuos serían más débiles e instrumentales (o racionales en función del interés propio). Es la interpretación liberal dominante. 

En resumen, para las ciencias sociales convencionales, la comunidad sería el pasado premoderno y la sociedad de individuos libres sería el presente y el futuro. En el centro de la polémica está la concepción del individuo y sus vínculos sociales, es decir, su carácter doble: individual y colectivo. Por tanto, hay una controversia por la relación entre la densidad de lo compartido o bien común y la dimensión del beneficio propio compatible con el interés general como agregado de los intereses individuales. Se trata de explicar el proceso de individualización y la nueva rearticulación de los vínculos sociales y comunitarios.

Desde el Renacimiento y el desarrollo del humanismo y las guerras de religión, particularmente, en los siglos XVII y XVIII, se produjo una prolongada y fuerte pugna ética y cultural por la prevalencia del individuo frente a distintas comunidades premodernas del Antiguo Régimen, tanto las dirigentes (monarquía, aristocracia, clero…) cuanto las subalternas (costumbres populares, gremios, comunas rurales…). Se fue afianzando la hegemonía de la nueva clase social emergente (burguesa y colonial) por su dominio económico y después político, al mismo tiempo que cultural, a través de la representación universal de la humanidad.

Hay una controversia por la relación entre la densidad de lo compartido o bien común y la dimensión del beneficio propio compatible con el interés general

Así, en el marco occidental, el individuo es la fuente de legitimidad como nuevo sujeto de la modernidad (y la posmodernidad). A través del beneficio propio (el egoísmo o el vicio) se conseguiría el interés general (la virtud o el crecimiento económico). Pero esa profunda transformación frente a las estructuras comunitarias de la vieja aristocracia, controladora de la vida social y representadas por la Monarquía absoluta y la Iglesia, en nombre de la libertad individual y del individuo libre de ataduras colectivas, también pretende llevarse por delante las costumbres populares en común y su experiencia sociohistórica y relacional. Por tanto, desde el punto de vista popular y de progreso, se produce una dinámica contradictoria.

La individualización tiene un doble sentido

El proceso de individualización tiene un carácter doble, como la propia modernidad. Por un lado, libera a las personas de las ataduras de las rigideces estamentales y las estructuras sociales y de poder premodernas, poniendo el énfasis en la igualdad y la libertad de los individuos. Por otro lado, tiende a destruir los vínculos sociales y comunitarios que reforzaban las experiencias y las costumbres comunes de las capas populares que se enfrentan a los nuevos poderes emergentes (económicos e institucionales) que constriñen las bases para su libertad y su igualdad reales.

Existe una relación dicotómica en varios campos: individualización / vínculos sociales; libertades individuales / derechos sociales; identidades personales / identidades colectivas; beneficio privado / bien comúnSon constitutivas de la modernidad (y la postmodernidad). Su interacción y su combinación explican sus diferentes fases y tendencias sociopolíticas y culturales. Es, pues, un tema recurrente en la teoría social que, últimamente, ha adquirido mayor relevancia pública por la emergencia de dinámicas populares de indignación cívica y trayectorias compartidas.

El proceso de individualización tiende a destruir los vínculos sociales y comunitarios que reforzaban las experiencias y las costumbres comunes de las capas populares

La experiencia y el significado de lo común, al igual que la individualización, tampoco son unívocas. La solución no está en la premodernidad comunal; tampoco en una postmodernidad con acentuación del individualismoLa interacción y el reequilibrio de los dos componentes, individual y colectivo, es imprescindible para una nueva modernidad más equilibrada y justa.

Se trata de respetar al individuo, al ser humano con sus derechos, y combinarlo con el bien común, ambos siempre en disputa por su sentido, su representación y su equilibrio. Pero ello supone volver a los fundamentos de la sociabilidad (u orden social), es decir, a valorar el carácter doble del individuo en su componente individual y su carácter social, de vínculo colectivo y pertenencia a unas redes sociales. Es un proceso que no es natural sino construido de forma sociocultural, estructural e histórica en el que importa la agencia humana y la subjetividad, empezando por la propia ética progresiva y los valores de libertad, igualdad y solidaridad.

Se trata de respetar al individuo, con sus derechos, y combinarlo con el bien común, ambos siempre en disputa por su sentido, su representación y su equilibrio

No entro a valorar los matices distintivos de las diversas corrientes teóricas y filosóficas, unas más tendentes a destacar el componente colectivo (marxismo, comunitarismo, populismo. conservadurismo…) y otras el componente individual (liberalismo…) pasando por tendencias intermedias (republicanismo cívico, contractualismo…) o ciertas interpretaciones mixtas de las anteriores. Solo hay que destacar el desarrollo en los últimos tiempos de posiciones populistas reaccionarias justificadas en ideas absolutas y homogéneas de la nación o el pueblo, asociadas a un neoliberalismo extremo y una articulación política autoritaria, como instrumentalización de nuevas/viejas élites para su supremacía política y sociocultural.

En conclusión, hay una insuficiencia de la polarización individuo/comunidad. Ambos pueden ser progresivos o regresivos, complementarios o antagónicos. Y hay que valorarlos según su función ética-política en cada contexto, dentro de la ambivalencia moral del ser humano. El criterio sustantivo para enjuiciarlos debe basarse en los derechos humanos, los valores democráticos y de justicia social, no solo como ética trascendental (kantiana) sino insertos en la práctica social y las relaciones sociopolíticas y económicas. 

Por tanto, hay que superar la unilateralidad de las versiones colectivistas totalizadoras con subordinación y sometimiento de los individuos concretos y sus derechos, así como de las versiones individualistas radicales que desprecian los compromisos colectivos y el contrato social de cooperación y reciprocidad. No se trata de una opción intermedia, sino superadora de ambas dinámicas parciales, con un enfoque multilateral, realista y sociohistórico aquí defendido. Se trata de combinar y articular un equilibrio entre esos dos polos que están en la base del propio individuo y el orden social: su componente estrictamente individual, sus derechos y libertades personales, y sus vínculos sociales o pertenencias colectivas, con sus obligaciones y derechos públicos.

Comunidad e individualización