jueves. 02.05.2024
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En 1990 Javier Muguerza funda una revista de filosofía moral y política que decide llamar “Isegoria”. Fue uno de sus proyectos académicos más queridos. Manuel Francisco Pérez López, antiguo condiscípulo de Muguerza y su primer vicedirector en el Instituto de Filosofía, redactó sin firmarla esa “Razón de una cabecera” donde viene a explicitarse su advocación. Aunque Muguerza no dejó de invitar a figuras con gran relieve internacional para participar en los números iniciales, la idea era publicar esas contribuciones traducidas al castellano, porque se trataba de abrir un foro con los colegas latinoamericanos en particular, para favorecer lo que se dio en llamar “pensar en español”. Eso explica que la revista no se haya prodigado con los artículos redactados en inglés incluso por quienes tienen al castellano como lengua vernácula. 

La fundación de “Isegoria” fue tomada por Paco Vázquez como una referencia temporal en su libro “La filosofía española: herederos y pretendientes”, porque no dejaba de ser un acontecimiento similar al que supuso “Claves de razón práctica” en otro ámbito diferente del académico. Las firmas hablan por sí solas. Había nacido la revista editada por el Instituto de Filosofía del CSIC. En ella se han publicado, salvo en dos ocasiones (Agustín García Calvo y Fernando Savater), todos los textos de las Conferencias Aranguren, ideadas igualmente por Javier Muguerza.  

Con su número 70 este año Isegoria celebrará su trigésimo quinto aniversario. Lo hace con una nueva directora, Nuria Valverde Pérez, que se ha prestado a compatibilizar esta función con la secretaría de Arbor, dado que las normas vigentes no rebaten esa posibilidad. Quiero felicitar públicamente a la segunda directora de Isegoria, tras Concha Roldán, y me permito hacerlo pese a haber presidido el tribunal de su oposición como investigadora, cuya plaza tenía como elocuente perfil Ética e Inteligencia Artificial. Gracias a ese mismo concurso el IFS fichó también a Sara Degli Esposti. Cabe confiar en que Ana Romero la libere de su compromiso con Arbor, porque tampoco parece muy elegante que la dirección y la secretaria de la revista general del CSIC recaigan en sendas investigadoras del IFS, aunque tenga su explicación por el pluralismo que define al Instituto de Filosofía.

En aras de la transparencia que debe caracterizar a los organismos públicos, quisiera compartir algunos detalles que no dejan de tener su relevancia en términos institucionales. Ciñéndonos al caso de la revista Isegoria, en lugar de felicitar al equipo saliente por haber ejercido sus funciones con cierta eficacia contrastable, se dio una voz de alarma sugiriendo que la revista estaba en peligro por no cumplir con la normativa y los manuales de malas prácticas, grave acusación que merecería verse sustanciada públicamente. Por fortuna el Instituto de Filosofía siempre se ha caracterizado por su cohesión interna, sabiendo cultivar el pluralismo e integrar la disidencia, por lo que su dirección manifestó un inquebrantable apoyo al Consejo de redacción y este órgano colegiado hizo un ejercicio de responsabilidad colectiva para que Isegoria siga prestando su servicio como si no se hubiera dado esta injerencia paternalista.  

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La Comisión de publicaciones recomendó que Nuria Sánchez Madrid (secretaria saliente) o Gerardo López Sastre se postularan para dirigir la revista, pero ambos entendían que debía hacerlo alguien del CSIC que perteneciese al área de filosofía moral. A buen seguro con el nuevo equipo ejecutivo la revista logrará mejorar su rendimiento, siempre que no se le pongan muchos palos en las ruedas y se respete la inviolable autonomía de sus responsables académicos, que necesitan auxilio técnico y no tutelas burocrático-administrativas de instancias que acaso abarcan demasiadas competencias como para descender a ciertos detalles. 

Pura Fernández, actual responsable de la Editorial CSIC me ofreció figurar como director histórico y mi respuesta no podía ser afirmativa, como aclaran estas líneas que transcribo aquí.

A/a Dirección Editorial CSIC

Querida Pura:

Respondo por alusión personal a estas amables líneas tuyas escritas como portavoz de un órgano colegiado: “Te ruego traslades al actual Comité [de Redacción de la revista] que la Comisión [de Publicaciones del CSIC], consciente del trabajo esforzado y constante de Roberto Rodríguez Aramayo al frente de Isegoría a lo largo de tantas décadas, sugiere la posibilidad de proponer su nombramiento como Director Honorífico”.

Recibo con alborozo vuestra generosa oferta de reconocerme como Director Honorífico, que no puedo aceptar por dos razones que la invalidan:

1) Nadie merece ostentar lo que corresponde a un quehacer colectivo y en todo caso le competería otorgarlo a los usuarios de la revista, no a una instancia burocrático-administrativa.

2) Voy a seguir en activo varios años y eso no cuadra con una mención honorífica, que por otra parte viene a evocar el título de "Colaborador Honorífico” dispensado antaño a los becarios. 

Te ruego que traslades a tu benemérita Comisión de Publicaciones mi agradecimiento, en su justa medida, por esa consideración para con una labor cuya única recompensa es cumplir con un compromiso adquirido voluntariamente y sin verse forzado a ello, conforme al inquebrantable principio de autonomía.

Espero saber utilizar mi dilatada experiencia en estas lides para intervenir allí donde se discuta la enorme responsabilidad ética e institucional que tienen las editoriales públicas y quizá haya ocasión de intercambiar impresiones al respecto en distintos foros. 

Deseándote que sigas cosechando los mayores éxitos profesionales, recibe un saludo de Roberto R. Aramayo 

Los avatares de la revista Isegoria con Editorial CSIC