miércoles. 01.05.2024
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De ninguna manera se nos hubiera ocurrido responder a los atentados de Hipercor, o del cuartel de Zaragoza, bombardeando Donosti, por ejemplo. Porque la lucha contra el terrorismo es una actuación específica y especializada, que tiene que dirigirse hacia los terroristas, y no contra la población entre la que habitan. Pues ese indeseado y equivocado bombardeo es el que está practicando Israel de manera indiscriminada. Y esa falta de organización y estrategia en la lucha estrictamente antiterrorista es la que está exhibiendo un país que -por otra parte- presume de disponer de las tecnologías más avanzadas que podrían emplearse en la lucha antiterrorista.

Con la reacción de Israel frente a la actuación terrorista de Hamás lo que ha desatado -como en otras ocasiones- ha sido una guerra, que además tiene unas connotaciones que la convierten en especialmente cruel y salvaje. Está siguiendo el modelo demostradamente equivocado de los Estados Unidos, que tras el 11S han destruido un país como Irak, al margen de las decisiones de la ONU, y ayudado -al margen de toda legitimidad- por terceros países, entre ellos la España de Aznar, hasta la llegada de Zapatero al Gobierno. O la invasión de Afganistán, hasta dejarlo, dos décadas después, abandonado a su destino, en una vergonzosa huida desorganizada y caótica.

La Franja de Gaza es un territorio asediado por Israel: aislado por una barrera física vigilada por el ejército, con un control férreo y arbitrario sobre sus aguas marítimas

La Franja de Gaza es un territorio asediado por Israel: aislado por una barrera física vigilada por el ejército, con un control férreo y arbitrario sobre sus aguas marítimas, en las que ni se puede practicar la pesca en condiciones, porque se cambian arbitraria y unilateralmente las normas para su explotación; y por las que no puede ni siquiera llegar ayuda, ni mercancías, si no es bajo la siempre caprichosa voluntad de Israel. Una realidad completamente injustificada e ilegal (hay en torno a mil resoluciones de la ONU contrarias a la ocupación por Israel de los territorios que corresponden a Palestina) que, aunque no justifiquen acción terrorista alguna, sí nos dan una idea de que constituye un caldo de cultivo para que haya grupos exaltados con la tentación de actuar a la desesperada.

Y ahora, el gobierno sionista y extremista de Netanyahu quiere proceder a la ocupación de Gaza. Es decir: la invasión del territorio perteneciente a un Estado reconocido por Naciones Unidas, no como miembro, pero incorporado a su Organización como observador: es decir, un Estado con un estatus internacional con más derechos que Taiwan. Un Estado reconocido como tal por 139 países miembros de la ONU (un 75% de países miembros de Naciones Unidas). En tales circunstancias, una invasión del ejército israelí sobre Gaza ha de tener, por derecho, el mismo rechazo internacional que la invasión de Ucrania por Rusia.

Desde esta consideración -que se basa en hechos de realidad- es completamente incomprensible, y radicalmente censurable, no sólo la actuación de un presidente como Netanyahu -procesado en su propio país por corrupción y otros delitos-, sino la actuación de la presidenta de la Comisión Europea, la presidenta del Parlamento Europeo y el presidente de los Estados Unidos, visitando a Netanyahu para apoyar sus ilegítimas pretensiones y su desproporcionada y bárbara reacción: el jefe de un gobierno que está pisoteando de modo flagrante el derecho internacional. Con el agravante, en el caso de Biden, de ofrecer toda su ayuda militar para la invasión de Gaza.

¿Es que Biden, o Úrsula von der Leyden consideran acaso que ese casi millón de niños que conforman casi la mitad de los habitantes de Gaza son terroristas? ¿O que lo es la mayoría del otro millón de gazatíes?

Objetivamente Occidente se equivoca -y de manera muy grave- con esas demostraciones, prácticamente incondicionales, de apoyo. Aunque quienes lo hacen, subjetivamente tal vez estén alimentando un plan aberrante de reforzar el sionismo más exaltado (a cada elección de las últimas producidas en Israel el sionismo radical ha salido más reforzado).

Hay que apoyar la existencia del Estado de Palestina y tratar de que territorialmente lo que se articule sea lo más parecido posible a la resolución 181 de Naciones Unidas

Lo cual, si es así, supone la suprema irresponsabilidad de fomentar la guerra y de generar más división y más odio en las relaciones internacionales. Irresponsabilidad que pagarán, no solamente con una radicalización cada vez mayor, y más peligrosa, del mundo musulmán, sino con una desafección del creciente número de países no alineados, que tras el mascarón de proa de los llamados BRICS (que aglutinan el 45% del PIB mundial y el 50% de su población) muestran su reticencia y sus muchas diferencias con la política internacional del bloque del llamado Occidente.

La Unión Europea, si es fiel a los principios que dice defender, tiene la obligación de volver la vista a la resolución 181 de la ONU, de 1947, que reconoció dos Estados (el de Palestina y el de Israel) y una zona neutralizada, de control internacional, en Jerusalén. Es cierto que desde 1947 ha habido muchos acontecimientos y sucesos, y que han variado muchas cosas. Pero hay que apoyar la existencia del Estado de Palestina, y tratar de que territorialmente, lo que se articule sea lo más parecido posible a esa resolución 181 de Naciones Unidas.

Israel: un error sostenido de Occidente