sábado. 27.04.2024
Raisi
Ebrahim Raisi emitiendo su voto en las elecciones de 2021. (Wikipedia)

Con la elección del muy conservador Ebrahim Raisi, la República Islámica de Irán copa todas las estructuras efectivas de poder. Bajo el pináculo del Supremo Guía, expresión máxima de la teocracia iraní, la ficticia distribución de poderes (legislativo, judicial, ejecutivo, militar y policial se resuelve en una sola línea totalitaria de orientación y actuación. Con todo, esta uniformidad del Estado esconde una feroz lucha por el poder entre los clanes del régimen.

Con una abstención superior el 51%, la elección de Raisi ha sido un trámite. El Consejo de Guardianes, un organismo de una docena de clérigos seleccionados, había vetado al 99% de los candidatos iniciales, incluidos quienes tenían más posibilidades de disputar la elección a Raisi. Los más significativos fueron el actual vicepresidente de la República, Eshag Jasanghiri, hombre de confianza del Jefe de Estado saliente, el moderado Rouhani, o el portavoz del Parlamento, Ali Larijani, más cercano a los conservadores (1).

ESPECULACIONES SOBRE LA LUCHA DE PODER

Los analistas de origen iraní afincados en Occidente, la mayoría en Estados Unidos, atribuyen este elección dirigida a la intención del Guía Supremo de evitar sorpresas y asegurarse un final pacífico de su mandato. Ali Jamenei dejará pronto el cargo, pero, además, padece una grave enfermedad y su fallecimiento no parece lejano. Se le atribuye la intención de proteger su legado mediante la continuidad de sus asesores, incluido su hijo Mojtaba.

Raisi era el candidato menos peligroso para los intereses de Jamenei. Su curriculum es terrible. Fue el artífice de la gran purga que propició las ejecuciones sumarias de 1988, tras la relativa victoria en la guerra contra Irak

Raisi era el candidato menos peligroso para los intereses de Jamenei. Su curriculum es terrible. Fue el artífice de la gran purga que propició las ejecuciones sumarias de 1988, tras la relativa victoria en la guerra contra Irak. Fue ascendiendo en el escalafón represivo hasta ser el máximo representante de la institución judicial iraní (2). Aspiró a la presidencia en las últimas elecciones, pero fue derrotado por Rouhani, a pesar de contar también con el apoyo del Guía. No obstante hay quien, como Sajjad Safaei, del Instituto berlinés Max Planck, lo ve más como un pragmático ávido de poder que como un doctrinario fanático (3).

Alí Vaez, experto en Irán del International Crisis Group, considera, en cambio, que las  especulaciones sobre las luchas en la cúspide de la teocracia iraní pueden estar confundidas. Vaez duda de que Raisi sean tan manejable por los seguidores de Jamenei. Pero tampoco concede mucho crédito a otra línea de interpretación, un tanto conspirativa, consistente en promover a Raisi con la intención de quemarlo en el cargo, ante la inseguridad económica y el incierto resultado de las negociaciones sobre el programa nuclear. Al cabo, señala Vaez, es muy probable que, pese a las dificultades, se restaure el acuerdo de 2015 y el levantamiento de las sanciones, aunque no sea pleno e inmediato, propiciará una mejora de la situación económica y, por tanto, un alivio de las tensiones sociales (4).

LA CAJA CERRADA DEL ACUERDO NUCLEAR

Estas especulaciones se proyectan sobre las perspectivas de las negociaciones de Viena. Alex Vatanka, director de la sección iraní del Instituto del Medio Oriente, un think-tank de Washington, estima que Jamenei desearía un compromiso antes de que Rouhani deje el sillón presidencial a Raisi, para que sea el primero quien cargue con el peso de los reproches de los radicales ante la “capitulación frente a Occidente”, en caso de que las sanciones no sean completamente eliminadas; por el contrario, una hipotética mejoría de las condiciones socio-económicas sólo serán perceptibles dentro de unos meses, ya con el nuevo presidente (5). En sus primeras declaraciones tras ser elegido, Raisi se ha limitado a defender la línea dura oficial.

Vali Nasr, otro investigador de origen iraní radicado en EE.UU (es profesor de la Universidad John Hopkins) ha declarado al New York Times que Irán se encuentra en un “momento Nixon-China”; es decir, sólo los conservadores pueden afrontar el desafío de un acuerdo necesario con Occidente, igual que el feroz anticomunista expresidente era el político más adecuado de la época para iniciar el deshielo con el gigante rojo asiático (6).

Ebrahim_Raisi

Ebrahim Raisi pronunciando un discurso en Teherán, como candidato presidencial.

En la actualidad, tras varias rondas de negociaciones, en la que Estados Unidos e Irán no han hablado directamente sino a través de los otros participantes, el acuerdo parece más cercano. Pero no sólo Irán hace cábalas internas. La Casa Blanca se encuentra en una posición difícil. Aunque la política trumpiana de “máxima presión” haya sido un fracaso, sus defensores en Washington intentarán boicotear cualquier acuerdo que no prolongue sine die (o al menos durante muchos años) la capacidad iraní de enriquecer uranio. Tampoco aceptarán que no se aborden los otros dos asuntos que quedaron fuera del acuerdo de 2015, es decir, el programa de misiles y la actuación iraní en las crisis político-militares en Oriente Medio (Siria, Yemen, Irak, Líbano, Gaza, etc.) a través de sus protegidos locales respectivos (el clan Assad, los hutíes, las milicias chíies, Hezbollah y Hamas, entre otros).

Los iraníes sostienen, con bastante razón, que fue Trump quien rompió el pacto sin motivo e impuso de nuevo las sanciones. Teherán se demoró meses antes de desvincularse de sus obligaciones y comenzar de nuevo a enriquecer uranio: del 20% fijado en el acuerdo, se ha pasado, en este momento, a más del 65%. También ha vulnerado la prohibición de desarrollar centrifugadoras de nueva generación y otras provisiones del pacto (7).

El todavía jefe de la diplomacia iraní, el reformista Mohammad Javad Zarif, en un intento por restaurar el acuerdo de 2015, se pronunció públicamente a favor de recuperar lo pactado sin las enmiendas ni añadidos pretendidos por Washington (8). Pero sus palabras cayeron en saco roto. En la nueva administración norteamericana lo dan por amortizado, obviamente, y los conservadores iraníes lo destruyeron definitivamente tras filtrar unas conversaciones privadas suyas en las que criticaba duramente a sus rivales políticos.

La estrategia de la administración Biden parece consistir en llegar a un acuerdo de mínimos, pero con el compromiso de abordar más tarde los asuntos polémicos del armamento y la desestabilización regional

La estrategia de la administración Biden parece consistir en llegar a un acuerdo de mínimos (el de 2015), pero con el compromiso de abordar más tarde los mencionados asuntos polémicos del armamento y la “desestabilización” regional, manteniendo la amenaza latente de una reimposición parcial o selectiva de sanciones, por si acaso. Un delicado equilibrio con el que cuenta Jamenei -y el propio Raisi-, lo que impedirá una “normalización” en las relaciones bilaterales. A Irán podrá servirle para continuar su proceso de coexistencia pacífica con Arabía Saudí, si eso beneficia los intereses de ambas partes. También para no depender mucho de Rusia y China (9). Para Israel, cualquier arreglo que mantenga a salvo el poderío nuclear es inaceptable. No obstante, el  nuevo gobierno “Frankenstein” evitará un choque directo con la Casa Blanca, contrariamente a lo que practicó Netanyahu con Obama.

Los medios occidentales conceden una gran importancia al acuerdo nuclear en el devenir de la República Islámica. Visión comprensible pero parcial. Otros factores pesan tanto o más que el entorno exterior, como son las quiebras internas del sistema y el deterioro social, que alcanza a sectores hasta ahora favorables o al menos poco hostiles. La Revolución es más impopular que nunca pero no parece encontrarse al borde de una revuelta al estilo de las primaveras árabes. Ha sobrevivido al fusionar el sustrato teocrático con el manto militar y policial con la promesa de una vida mejor (10). Cañones y (promesa de) mantequilla es la fórmula que suelen utilizar las revoluciones cuando se convierten en dictaduras. La teocracia iraní añade la fe.


NOTAS

(1) “Iran’s election is unfree, unfair and preordained”. RAVI AGRAWAL. FOREIGN POLICY, 18 de junio; “Iran’s presidential election: Opportunity or dead end? KIAN TABAJKHSH, MASIH ALINEJAD y SARA BAZOOBANDI. CARNEGIE, 15 de junio.
(2) “Who is Ebrahim Raisi, Iran’s next President”. MAZIAR MOTAMEDI. AL JAZEERA, 19 de junio.
(3) “Ebrahim Rais is not who you think it is! SAJJAD SAFFAEI. FOREIGN POLICY, 19 de junio.
(4) “Iran’s rigged election”. ALI VAEZ. FOREIGN AFFAIRS, 16 de junio.
(5) “Khamenei want a nuclear deal before Rouhani leaves”. ALEX VATANKA. FOREIGN POLICY, 17 de junio.
(6) “For Biden, Iranian hardliner may be best path to restoring Nuclear deal. DAVID SANGER, FARNAZ FASSIHI. THE NEW YORK TIMES, 19 de junio.
(7) “L’AEIA souligne irrégularités et se dit ‘préoccupé’ par des sites non déclarés”. LE MONDE, 31 de mayo.
(8) “Iran wants the nuclear deal It made”. MOHAMMAD JAVAD ZARIF. FOREIGN AFFAIRS, 22 de enero.
(9) “Iran needs the nuclear deal to keep China and Rusia at bay”. JAMSHEED K. CHOKSY y CAROL E.B. CHOKSY. FOREIGN AFFAIRS, 25 de mayo.
(10) “The Islamic Republic’s Republic is dying”. SINA TOOSSI. FOREIGN POLICY, 27 de mayo; “Iran Uninterrupted”. MAHMOOD SARIOLGHALAM. CARNEGIE, 8 de junio

Irán: la revolución se repliega hacia su lado más oscuro