viernes. 03.05.2024
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Cierre de campaña de Javier Milei.

@jgonzalezok | 

El cierre de campaña de Javier Milei, el candidato ultraderechista a la presidencia de Argentina, celebrado en un estadio cubierto con 14.000 personas de aforo, fue un espectáculo nunca visto en la historia del país: por lo grotesco y por el nivel de violencia verbal por parte del candidato que fue el más votado en las elecciones primarias de agosto pasado y que tiene posibilidades de vencer la elección. Su eventual victoria significaría un cambio esencial en el modelo de país, con consecuencias para la institucionalidad y, en definitiva, para la democracia.

Entrando al escenario con un abrigo largo de cuero negro, con la banda sonora de Rocky de fondo, Milei cantó consignas contra “la maldita casta”, los “políticos chorros” (ladrones) y los “empresarios prebendarios”. También hubo descalificaciones para los periodistas de los medios tradicionales, a los que viene calificando de “ensobrados”, entiéndase pagados. En varios momentos, un Milei desaforado arengaba a sus seguidores.

El padre de este liberalismo libertario argentino, Alberto Benegas Lynch, al que Milei siempre cita como su inspirador, lo antecedió en el escenario y sostuvo que “habría que suspender las relaciones diplomáticas con el Vaticano mientras en la cabeza del Vaticano prime el espíritu totalitario”. El propio Milei ya había hecho declaraciones polémicas sobre su compatriota en el Vaticano, afirmando que el papa Francisco era un “imbécil”, y que era “el representante del maligno en la Tierra”.

"El Mesías es uno solo que nos salvó a todos, los demás son todos payasos del mesianismo”, respondió el Papa Francisco a los insultos de Milei

Desde el Vaticano, el papa Francisco ya le había respondido de forma indirecta en una entrevista con la agencia de noticias oficial de Argentina, Télam: “Todos fuimos jóvenes sin experiencia y a veces los chicos y las chicas se aferran a milagros, a mesías, a que las cosas se resuelven de manera mesiánica. El Mesías es uno solo que nos salvó a todos, los demás son todos payasos del mesianismo”.

Una eventual victoria de Milei abortaría definitivamente el siempre demorado viaje del Papa Francisco a su país. Desde que hace 10 años el papa actual llegó a Roma, se viene especulando con esta visita, extrañamente evitada y después de que ya viajó a la mayoría de los otros países de la región.

Con estos y otros antecedentes, no es arriesgado decir que su victoria en las elecciones sería un viaje hacia lo desconocido. Con las encuestas cada vez menos fiables, el único dato existente para tratar de adivinar qué van a votar los argentinos es el resultado de las elecciones primarias del pasado mes de agosto. Ahí, atendiendo a los votos válidos, Milei, que no tenía competidores dentro de su espacio, logró el 29,86% de los votos; los dos candidatos de Juntos por el Cambio (centroderecha), Patricia Bulrich y Horacio Rodríguez Larreta, llegaron al 28%; y el peronista Sergio Massa y los otros candidatos de su espacio, al 27,28%. Es decir, las diferencias fueron mínimas. Lo destacable es que Milei fuera el más votado, lo que puede haber tenido el efecto secundario de impulsar su candidatura desde entonces.

Pero hay que tener prudencia a la hora de analizar los números. En estas primarias el voto, aunque obligatorio, fue excepcionalmente bajo, el 69%. Unos diez millones de argentinos -de un padrón de 35,3 millones de electores habilitados- no acudieron a las urnas y ante la incertidumbre y los miedos que cada uno tenga, pueden cambiar su actitud.

Con la campaña ya cerrada, dos temas han acaparado la atención: la crisis económica y social, y los casos de corrupción. Uno de los analistas políticos más interesantes de la Argentina, Lucas Romero, recordaba recientemente que en diciembre de 2019 -cuando empezó el actual gobierno de Alberto Fernández-, la principal demanda ciudadana era bajar la inflación, que en aquel año fue del 53,8%. Cuatro años después, la perspectiva es que termine el mandato con un 180% de inflación, según el relevamiento de expectativas de mercado del Banco Central.

Este puede ser el dato que mejor define la fabulosa crisis que enfrenta Argentina en los últimos años y que está dejando en la miseria a millones de personas. La otra cifra que estos días se debate hasta con ferocidad en todos los medios argentinos es la relativa a la cotización del dólar, notoriamente subvaluado. Un indicador que afecta a todos los ciudadanos, aún a los que nunca vieron un billete con la cara de George Washington.

Hay quien pronostica para el próximo lunes una maxidevaluación, de acuerdo a los resultados de las urnas. Y las mismas previsiones de los mercados creen que su cotización oficial alcance en diciembre los 530 pesos, un 51% por encima de los niveles actuales. Con dos observaciones importantes: lo que en Argentina se llama dólar blue -para no decirle negro y que es el que sirve de referencia en la economía-, estaba este miércoles (18) a 905 pesos, mientras que el oficial se cotizaba a 360. Y lo más impactante, el día que asumió Alberto Fernández, el 10 de diciembre de 2019, el dólar cotizaba a 69,50 pesos. Es decir, la devaluación supera ampliamente el 400% en cuatro años. Ambos indicadores, inflación y dólar, están íntimamente ligados: la devaluación provoca inflación y pobreza. Por eso la decisión que adopten los votantes este domingo (22) sobre el próximo presidente es más que nunca una decisión de vida o muerte.

Incertidumbre total en Argentina en el cierre de la campaña electoral