domingo. 28.04.2024
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Poco tiempo antes de transformarse en una de las 30 mil víctimas de la última Dictadura Cívico Militar que desangró a la Argentina entre 1976 y 1983, el periodista y escritor Rodolfo Walsh redactaba una Carta Abierta a la Junta Militar, a través de la cual denunciaba la miseria planificada que formaba parte del plan sistemático de empobrecimiento y hambre del gobierno encabezado por el genocida Jorge Rafael Videla. Releerla hoy, al cumplirse los primeros cien días de mandato de Javier Milei, estremece.

La simetría de aquel escrito con el presente, es alarmante. El populismo de derecha que ha conseguido llegar al poder mediante el voto popular, ha traído consigo las viejas recetas que tanto dolor han ocasionado al pueblo argentino. “Dictada por el Fondo Monetario Internacional (escribe Walsh), la política económica de esta Junta sólo reconoce como beneficiarios a la vieja oligarquía ganadera, a la nueva oligarquía especuladora y a un grupo selecto de monopolios internacionales al que están ligados personalmente el Ministro Martínez de Hoz y todos los miembros de su gabinete”.

Es absurdo pensar que tantas similitudes son el resultado de una serie de casualidades. Antes, mediante la imposición y la fuerza; y ahora a través de las urnas, el proyecto de la derecha continúa siendo el mismo. Aunque esta vez, para su aplicación, el presidente cree que cuenta con el respaldo incondicional de esa porción de la sociedad –la beneficiaria- a quien denomina como “gente de bien”.

El costo de aquella vieja receta de la dictadura, que ahora reflotó el libertario de la motosierra, es extremadamente alto. La inflación, la depreciación salvaje de la moneda, la disparada de los precios de los alimentos de hasta un 1500 por ciento, de los medicamentos, de las prepagas, de los servicios, etc., etc., arroja como resultado el crecimiento exponencial de la pobreza que ya alcanza al 50 por ciento de la población. Nada que no fuese de esperar de un gobierno que degrada a la democracia jugando al peligroso juego del totalitarismo, arremetiendo contra todo aquel que piense distinto, estigmatizando al opositor, negando el derecho legítimo a la protesta social, reprimiendo salvajemente a los colectivos más vulnerables a los que les niega toda asistencia; un gobierno que ha decidido la no intervención del Estado, dejando a la buena de Dios a los jubilados a los que empobreció, a los que les quitó los medicamentos; desabasteciendo a los comedores populares de los que dependen millones de familias que ya no pueden acceder ni siquiera a alimentos básicos como el pan o la leche.

El ajuste brutal, innecesario y demencial, que ha aplicado Milei, ha impactado sobre la clase media y sobre los pobres

El ajuste brutal, innecesario y demencial, que ha aplicado Milei, ha impactado sobre la clase media y sobre los pobres. Del mismo modo que lo hiciera Mauricio Macri durante su mandato, se trata, una vez más, de una excepcional transferencia de recursos: quitarle a los frágiles para beneficiar a los poderosos; una “táctica” que describe a la perfección la perversión y la cobardía que caracteriza a la derecha.

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Es evidente que en estos primeros cien días de des-gobierno de La Libertad Avanza, hasta sus propios adeptos se han visto afectados por el plan económico. La imagen positiva, el apoyo de sus seguidores, ha ido menguando con el trascurrir de los meses; aunque los voceros oficiales de turno, encabezados por la oligarquía y los medios de comunicación hegemónicos, intenten tapar el sol con la mano, disfrazando el desastre social con titulares y declaraciones que en nada se ajustan a la realidad.

Se ofusca el libertario cuando se osa comparar al gobierno de Milei con una dictadura; sin embargo no es descabellado aseverar que lo que Argentina está experimentando es una democracia devenida en dictocracia. Los palos y los gases de la gendarmería han llegado a impactar contra jubilados y jubiladas, contra niños y niñas, y contra todo aquel que le plante cara a una injusticia social sin precedentes, sólo comparable con la etapa más oscura que vivió la Argentina cuando sufrió la imposición militar.

Definir como genocidio a lo que está sucediendo desde Milei asumió la presidencia, parece un tanto exagerado. Sin embargo el hambre ya se ha cobrado la vida de cinco niños pertenecientes a las comunidades originarias del país, y la desnutrición se ceba en las provincias a las que el gobierno decidió dar la espalda, negándoles las partidas de dinero necesarias para paliar la miseria generada por el ajuste y la devaluación.

Argentina está devastada. Y no sirve como excusa responsabilizar a lo que Milei denomina “los cien años de decadencia”, ya que es y siempre ha sido la derecha la que ha jugado con el pan de cada día, en pos de alimentar la avaricia de la oligarquía a la que los miembros del gobierno pertenecen. Fue el propio Milei el que aseguró que “Argentina es un país de mierda”, que su moneda es “escoria” y que “el Estado es una cueva de ratas, al igual que el Congreso”. Con estos inris llegó al poder el libertario que, como todo narcisista, carece de sensibilidad y apuesta al “sálvese quien pueda”.

Por el momento somos los argentinos que no votamos este engendro los que asumimos el compromiso de resistir los embistes de un populismo a contramano de los tiempos, enemigo de la justicia social, mitómano e hipócrita, que la historia sabrá cómo juzgar.           

100 días de miseria programada