viernes. 26.04.2024
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May y Merkel en el Consejo Europeo del 10 de abril en Bruselas.

Se produjo la cumbre extraordinaria a propósito del Brexit y no hubo nada o casi: la madrugada del pasado jueves, 11 de abril, el Consejo Europeo parió un ratoncillo, tan inocuo como ineficaz, que evita lo peor, pero nada arregla. Y, lo que es más inquietante, no mide los potenciales impactos negativos del aplazamiento sobre la marcha y el futuro de la UE.

NUEVA PRÓRROGA

Los problemas del Brexit siguen ahí y seguirán contaminando la vida política y económica de ambos lados del Canal de la Mancha en los próximos meses, sino años    

La primera ministra británica, Theresa May, ha conseguido una nueva prórroga para el Brexit. No es la que había solicitado, hasta el 30 de junio, pero le valía cualquier aplazamiento que le permitiera continuar las negociaciones con el líder laborista, Jeremy Corbyn, y seguir presionando a los parlamentarios conservadores y laboristas que pueden llegar a admitir que la aprobación en cuarta votación del Acuerdo de Retirada que les propone es el único Brexit posible o un mal menor, frente a la posibilidad de un Brexit desordenado, un no Brexit o la continuidad del caos político en el que se ha instalado el país. Los líderes de la UE han reconocido, con algunas reticencias encabezadas por el presidente de la República Francesa, Emmanuel Macron, que las excesivas prisas y los ultimátums no han conducido a nada bueno y se conceden una nueva prórroga de seis meses, hasta el 31 de octubre. El resultado es que se desactiva la bomba de una retirada caótica inmediata, pero los problemas del Brexit siguen ahí y seguirán contaminando la vida política y económica de ambos lados del Canal de la Mancha en los próximos meses, sino años.    

May consigue ese nuevo aplazamiento sin cumplir con ninguna de las condiciones que se le plantearon en la anterior cumbre europea de 21 de marzo, de la que obtuvo una pequeña prórroga de apenas una semana para que el Parlamento británico eligiera entre salir de la UE sin acuerdo y de forma desordenada el día 12 de abril o salir el 22 de mayo, tras ratificar el Acuerdo de Retirada pactado el pasado 25 de noviembre. Una prórroga mayor estaba condicionada a la presentación de argumentos convincentes que la justificaran y a la participación del RU en las próximas elecciones al Parlamento Europeo. Pues bien, no habrá salida desordenada el 12 de abril ni ordenada el 22 de mayo. Ni siquiera es seguro que el RU participe en las elecciones al Parlamento Europeo que se celebrarán en todos los Estados miembros entre el 23 y el 26 de mayo o que, dentro de seis meses, antes de la nueva fecha límite del 31 de octubre, no se establezca una nueva prórroga.

Ya se conocía el mucho interés de la canciller Merkel en dejar de presionar al RU y evitar a toda costa su salida desordenada el día 12 de abril. Merkel y la mayoría de sus colegas comunitarios tenían miedo a sus consecuencias. La carta de invitación a la reunión extraordinaria del Consejo Europeo del pasado 10 de abril, firmada por el presidente del Consejo Donald Tusk, para debatir el tema, se valoraba que la prórroga hasta el 30 de junio solicitada por la primera ministra podría ser insuficiente y proponía debatir la conveniencia de una prórroga de mayor duración, entre nueve y doces meses, que evitara los riesgos de provocar de forma fortuita un Brexit sin acuerdo y ofreciera una nueva oportunidad de ratificación parlamentaria del Acuerdo existente o, alternativamente, una reconsideración razonada de su estrategia sobre el Brexit. Los argumentos eran de peso: una prórroga corta aumentaría los riesgos de tener que aprobar futuros aplazamientos y convocar nuevas cumbres extraordinarias que centrarían la atención y los esfuerzos de las instituciones comunitarias en una coyuntura política clave para definir el futuro de la UE, lo que generaría incertidumbres muy perjudiciales para la UE y los intereses de la economía y la ciudadanía de ambas partes.

El acuerdo se ha fraguado atendiendo a las razones planteadas por todos los participantes en una cumbre en la que se hizo patente, por primera vez, la división entre los principales líderes comunitarios en torno a cómo tratar el caos político existente en la clase política británica. Macron, pese a su aislamiento, evita la prórroga larga que deseaban Tusk y Merkel, obtiene una revisión de la prórroga en junio, con el impreciso objetivo de valorar la utilidad del aplazamiento y analizar la marcha de las negociaciones que lleva a cabo May para aprobar el Acuerdo de Retirada. Y consigue también, con la nueva fecha, impedir que el RU se inmiscuya en las tareas de elección del nuevo presidente de la Comisión Europea y del resto de sus componentes. El mayor temor expresado por Macron es que la presencia de RU diluya o influya en los planes de reforma institucional de la UE y la eurozona acordados con Merkel y que el RU, tanto su Gobierno como sus europarlamentarios, caso de participar en las elecciones, jueguen a la contra de esas reformas y colaboren con el resto de fuerzas antieuropeístas para paralizarlas o vaciarlas de contenido. Macron sabe que no hay ni puede haber garantías de que el RU vaya a renunciar a defender sus posiciones e intereses nacionales mientras permanezca como Estado miembro, aunque sea de forma interina.

LA UE QUIERE GANAR TIEMPO

Con el nuevo aplazamiento, la UE quiere ganar tiempo y evitar que el Brexit y la división de la clase política y la ciudadanía británicas contaminen en demasía la decisiva contienda electoral que se avecina para la renovación del Parlamento Europeo. El resultado de esas elecciones va a decidir la cuantía y la intensidad de las restricciones que, con el esperado avance electoral de la extrema derecha neosoberanista, delimitarán el alcance y el ritmo de las reformas institucionales pendientes de hacer, el debate sobre el peso y los principales recursos y destinos de los presupuestos europeos durante los próximos siete años (2021-2027) y los nombramientos, en los próximos meses, de los responsables (presidentes del Parlamento Europeo, Comisión Europea, Consejo Europeo y Banco Central Europeo) de las instituciones comunitarias encargadas de gestionar y acompañar el paso y el día a día de las reformas.

Efectivamente, la UE necesita reformas institucionales que mejoren su funcionamiento y reduzcan riesgos e incertidumbres, cambios en las políticas de ajuste fiscal seguidas hasta ahora y una definición más acabada de su arquitectura institucional y de su papel en la construcción de una alternativa democrática e inclusiva a la globalización neoliberal. Globalización que ha entrado en crisis en los dos últimos años por su reiterada incapacidad para promover un crecimiento respetuoso con el medioambiente y el desarrollo de la democracia que facilite la reducción de las desigualdades entre los países y en el seno de cada país, porque las mayorías sociales no se benefician del crecimiento.

La llegada de Trump a la presidencia de EEUU ha supuesto que EEUU intensifique la crisis del modelo neoliberal de globalización, tratando de reforzar su hegemonía financiera y tecnológica sin supeditarse a la existencia de reglas y organismos multilaterales capaces de hacerlas cumplir y de proteger los bienes públicos globales y los intereses de todos los actores nacionales. Hasta ahora, las pretensiones de EEUU no han tenido ningún contrapeso global, porque China no puede ni quiere ejercer ese papel y porque la UE se sigue cociendo en la salsa de sus divisiones internas, indefiniciones institucionales y errores de política económica.

EVITAR LA PARTICIPACIÓN EN LAS ELECCIONES EUROPEAS

May sueña con lograr la aprobación parlamentaria del Acuerdo de Retirada antes del 22 de mayo, fecha de comienzo de las elecciones al Parlamento Europeo, para no tener que cargar con la humillación de una participación electoral

La primera ministra May quiere, con el aplazamiento, además de evitar los altos costes de todo tipo que, especialmente para el RU, supondría un Brexit desordenado o sin acuerdo, conseguir, en el escenario más favorable a sus intereses, que la salida pactada se produzca antes del 22 de mayo para evitar la participación en las elecciones al Parlamento Europeo. La aprobación parlamentaria del Acuerdo actualmente existente podría venir de la mano de una parte de los conservadores partidarios de un Brexit duro, si comprenden que la alternativa al Acuerdo que defiende May es que no se produzca ningún tipo de Brexit o, como segunda mejor opción, que los laboristas aprueben el Acuerdo a cambio de que May admita una modificación de la Declaración Política (en la que se establecen las grandes líneas de las futuras relaciones con la UE) que acompaña al Acuerdo de Retirada, que refleje el objetivo laborista de un Brexit no traumático que mantenga al RU en la unión aduanera. Ni sus correligionarios conservadores, partidarios de una retirada inmediata y sin acuerdo, ni sus contrincantes políticos laboristas, partidarios de un Brexit indoloro y ordenado, se lo van a poner fácil. Unos y otros quieren la cabeza de May. Los primeros, porque consideran que aún pueden forzar en un Brexit radical y sin acuerdo que libere al RU de toda subordinación política y reafirme su soberanía nacional. Los segundos, porque prefieren un adelanto electoral que, piensan, están en condiciones de ganar.   

may2May sueña con lograr la aprobación parlamentaria del Acuerdo de Retirada antes del 22 de mayo, fecha de comienzo de las elecciones al Parlamento Europeo, para no tener que cargar con la humillación de una participación electoral que partiría a los conservadores por la mitad, les haría concurrir en pésimas condiciones a esas elecciones y alentaría el avance de una extrema derecha neosoberanista o antieuropeísta, el Partido por la Independencia del Reino Unido (el UKIP) y el Partido del Brexit, que estaría en condiciones de captar el voto de buena parte del electorado conservador.   

Aparentemente, con la nueva prórroga todos ganan, la UE, tiempo y el Gobierno May una nueva oportunidad para aprobar su Acuerdo de Retirada, pero los problemas y las dificultades siguen en el mismo sitio y tienen el mismo peso que antes de la prórroga. Los riesgos y los costes, en parte desconocidos y en parte de muy difícil valoración, de una retirada sin acuerdo, siguen estando ahí. Y visto lo visto, ni la mayoría de los líderes británicos, salvo los iluminados partidarios de un Brexit sin acuerdo que aspiran a convertirse de nuevo en la cabeza de una reconstruida Commonwealth, ni los de la UE quieren hacerse cargo de los costes del Brexit, en una coyuntura económica mundial de desaceleración del crecimiento económico, la producción industrial y el comercio internacional que afecta especialmente a la UE.

La desunión y la falta de acuerdo en el Parlamento británico siguen igual que las describía en mi anterior artículo sobre el tema (“Lecciones de un Brexit inconcluso”). En la UE, a la escasa voluntad demostrada en los últimos años para llevar a cabo la reforma institucional y el cambio de políticas que son imprescindibles para asentar y desarrollar el proyecto de unidad europea, se une ahora un nuevo obstáculo y un nuevo factor de división, el Brexit, que ya no es un problema exclusivo del RU y contamina la coyuntura política y los planes de la UE. Todo sigue siendo posible.

Mientras tanto, España, tanto en lo que se refiere a la élite política como a la mayor parte de la ciudadanía, sigue despistada, volcada en sus problemas internos, sin conectar sus problemas específicos con la marcha de la UE. Ha renunciado a ejercer su influencia, por pequeña que sea, y acepta actuar como comparsa de intereses y planes ajenos.  

El largo adiós británico a la Unión Europea