sábado. 27.04.2024
Elaine Vilar Madruga

Cristina Rosales García | @cristinagaros_

A menudo se habla del frenético ritmo de publicación en la industria editorial española, de la cantidad de títulos que cada mes llegan a la mesa de novedades literarias de las librerías y que en dos semanas pasarán a ocupar otro lugar en cualquier estantería. La capacidad editorial actual no se rige, ni mucho menos, por las demandas de los lectores, sino por los intereses económicos que abastecen el círculo vicioso en el que se ha convertido la literatura contemporánea. Por esta razón, la labor de las editoriales pequeñas e independientes es tan importante, porque se adaptan a la realidad de su público, priorizando la calidad antes que la cantidad. Es en ellas donde el lector encontrará, generalmente, obras de enorme calidad artística y narrativa, alejadas de la superficialidad de títulos reconocidos y premiados en el panorama nacional.

Este es el caso de Lava, una editorial barcelonesa que «busca, en la mezcla y el magma de culturas, voces e ideas, unas señas de identidad en continuo proceso de transformación», y a la que hay que agradecer que haya publicado una novela que, sin duda, a finales de año estará entre las mejores de 2023: El cielo de la selvaElaine Vilar Madruga (La Habana, 1989) ya nos había deleitado en 2021 con su primera novela, La tiranía de las moscas, publicada por la editorial Barrett. Ahora, la autora regresa con este salvaje cuento de terror que reinventa el mito de Ifigenia. En la tradición griega, el personaje de Ifigenia era hija del rey Agamenón y la reina Clitemnestra, y representaba el sacrificio. A partir de esta premisa, la historia que crea Elaine Vilar versa sobre la maternidad, el cuerpo de la mujer y el lugar que estas ocupan dentro del núcleo familiar y social, toda ella enmarcada en el entorno hostil y asfixiante de una selva misteriosa que parece regirse por leyes muy distintos a las del mundo real (aunque si se piensa detenidamente, ambos espacios son igual de violentos con aquellos cuerpos leídos como femeninos).

La historia que crea Elaine Vilar versa sobre la maternidad, el cuerpo de la mujer y el lugar que estas ocupan dentro del núcleo familiar y social

De esta forma, la autora narra a fuego lento la historia de una selva, una selva que exige sacrificio a cambio de hogar, una selva que no da nada gratis. Y dentro de ella sobrevive una familia, una familia comida por odios cruzados y resentimientos que hace mucho tiempo dejó de serlo. A lo largo de los quince capítulos que conforman el relato se van sucediendo distintos personajes: mujeres que deben parir carne nueva para ofrecérsela a la selva, mujeres que se han convertido en perras, niñas condenadas a la muerte desde antes de nacer, hombres que llegan para desaparecer al poco tiempo porque ese no es su sitio. Todas ellas tienen una función, un rol que deben aprender a aceptar para que la selva siga funcionando como hasta entonces, para que la selva siga proporcionando esa falsa sensación de calor dentro de la casa familiar. Y todos, sin excepción, deberán sacrificar algo, de una forma u otra. La violencia de la selva es brutal y desmedida y sus habitantes simples peones que cumplen órdenes para no ser ellos el próximo cuerpo sacrificado.

La selva es un eufemismo, una forma más de nombrar a toda esa espiral de violencia sistemática que se manifiesta diariamente de mil formas distintas

Con un ritmo descarnado, Elaine Vilar realiza en El cielo de la selva un inteligentísimo ejercicio narrativo para reflejar el lugar que durante siglos ha ocupado la mujer en la sociedad: adoptando el papel de madres, paridoras y cuidadoras. Mujeres que no han tenido la oportunidad de gritar, de decir no, de escapar de ese infierno llamado hogar al que volvían una y otra vez, como si de un laberinto se tratara. La selva es un eufemismo, una forma más de nombrar a toda esa espiral de violencia sistemática que se manifiesta diariamente de mil formas distintas, pero que siempre acecha a la misma víctima: las mujeres. Este relato es un homenaje a todas ellas, a todas las que tuvieron que sacrificar su vida y sufrieron el castigo del silencio. Gracias a la enorme calidad narrativa de Elaine, los personajes que aparecen están perfectamente definidos y la estructura del cuento culmina en un final apoteósico. No hay ni un solo detalle que se le escape, al contrario, todo está finamente conectado, formando un círculo perfecto del que es imposible salir. Y el lector, como la selva, se queda con hambre de más.

El cielo de la selva, de Elaine Vilar Madruga: la reinvención del mito de Ifigenia