viernes. 03.05.2024
Camelaenconcierto
Camela

Arrancaba Carl Wilson su magistral obra ‘Música de mierda’ con una cita a Nicholas Currie, más conocido como Momus, que decía que “El infierno es la música de los demás”, en la que parafraseaba la frase de Sartre “El infierno son los demás”. Aunque él se refería a la música de centros comerciales y restaurantes, Wilson, la utilizó para referirse a la tendencia que tenemos ante la escucha de cierta música a reaccionar espasmódicamente, como para sacudírtela de encima antes de que empieces a tararearla irremediablemente durante días y días. 

Hay quien reacciona así ante la música mainstream impuesta por las grandes corporaciones, que la machacan una y otra vez, por tierra, mar y aire, hasta conseguir rentabilizar exponencialmente la inversión publicitaria. Hay también quien reacciona así aquella música popular que, transmitida por canales no comerciales, va calando entre ciertas capas sociales. Parecemos odiar cierta música ante la que reaccionamos como si fuera a quemar los oídos. 

El estigma reggaetonero parece haberse convertido en causa común para “los delicados emisarios del arte”, parafraseando de nuevo a Wilson, como en su día estigmatizó a las electrorumbas que circulaban masivamente por el circuito de las gasolineras y los mercadillos populares con la mirada por encima del hombro de las emisoras de radio y de las listas de ventas de la época. Algo que ocurrió aún con más inquina con la música tradicional o de raíz, pero ese sería otro capítulo. 

Sería difícil encontrar en la historia de la música un fenómeno parecido a Camela, que mientras vendían millones de discos y cassettes, eran absolutamente ignorados en los circuitos comerciales de la época. Con su trabajo ‘Corazón indomable’ (1997), editado en una compañía semi desconocida como Producciones AR, fue capaz de relegar del número uno al lanzamiento en España de todas unas Spice Girls. Durante más de una década, el grupo formado Dioni, Ángeles y Miguel Ángel vendía millones de ejemplares de sus discos, llenaba estadios y sin embargo, era ignorado, cuando no directamente odiado y puesto como ejemplo de todos los males del infierno llegados a la tierra en forma de música. 

Canciones que forman parte de la memoria colectiva española de artistas como Los Chichos, Los Chunguitos, El Fary, Peret, Los Calis, Rumba Tres o Junco, desaparecidas completamente de la historia musical oficial de las últimas décadas del siglo XX, y que junto con grupos de rock urbano míticos formaron la banda sonora de un país que no se reconocía en los sonidos de radios y televisión. 

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Con esta mirada hacia lo popular, la serie documental ‘Grandes éxitos’ de tres capítulos ‘Amigo conductor’, ‘Estaba de parranda’ y ‘Buscando el sol en la playa’. Dirigida por Elena Pascual y José María Clemente se puede ver en España a través de plataformas de streaming. No hay muchas ocasiones de escuchar estas canciones en televisión y mucho menos de ver a sus protagonistas narrar la historia en primera persona, descubriendo una España muy distinta de la que cuenta la memoria oficial, pues como dice el periodista Victor Lenore en el primer capítulo, si alguien quiere enterarse de los problemas de droga, criminalidad y pobreza que había en España en los ochenta y noventa no los va escuchar en los discos de ‘La Movida’ sino que tendrá que hacerlo en la música de barrio.

Sin esta corriente musical subterránea sería imposible entender la música contemporánea, de C. Tangana a Rosalía, pasando por casi cualquier corriente sumergida de la música emergente contemporánea. Nos guste o la odiemos.

De oídos y odios