jueves. 02.05.2024
La_Balsa_de_la_Medusa_(Museo_del_Louvre)
La balsa de la Medusa, de Théodore Géricault (Museo del Louvre).

Acta est fabula, plaudite!
(La función ha terminado, aplaudid!)


Se puede decir que hemos sobrevivido -quizás con graves pérdidas físicas y traumas sicológicos- a una campaña electoral como la del 23J (y su hermana gemela del 28M) pletóricas ambas de mentiras dichas con severidad orwelliana o busterkeatonianas, según con el humor que cada uno se lo tome; de manipuladas campañas mediáticas enmascaradas como libertad de opinión y no como lo que son, es decir, órdenes de los dueños; a performativos sondeos amañados al servicio de quienes las pagan dadivosamente; a los ensordecedores silencios del felipismo/guerrismo en todas sus manifestaciones antisanchistas del PSOE caoba y sus barones de guardarropía regionalista; influencias; a la construcción -por gentes como MAR, Motos, Ana Rosa, Michavilla y demás miembras y miembros de la sicofante patrulla canina compuesta por variadas razas y oficios- de “marcos cognoscitivos” (‘frames’) empeñados en convertir a la sociedad española en una especie de gigantesca Caverna de Platón, en las que las sombras son un alienante mundo de engaños y “panem et circense”. Aún hoy conviene identificar con la mayor precisión de qué nos hemos salvado, por el momento, al menos. Francamente, ha sido sobre todo un alivio cósmico que el resultado precario, pero real, del 23J haya logrado frenar la avalancha de la abigarrada manada de fachas, franquistas, corruptos y ultras clericales que han conquistado muchos ayuntamientos y comunidades autónomas; que escuadristas del grito y la porra se pavoneasen por nuestras calles, como las de Madrid, alentadas por las cloacas del dúo Ayuso y Almeida y en una noche sola sufriesen un repentino estrés pos bélico. Pero, sobre todo, el consuelo de saber que aún queda un resuello en la sociedad española, que usó sus debilitadas fuerzas para impedir que España claudicara a esa corriente de facherío que inunda Europa y el mundo. Aquí y ahora, se han visto frustrados los émulos de Trump, Orban, Meloni, Bolsonaro, los aspirantes de Argentina y Chile, los golpistas de Perú, la extrema derecha cogobernante en Finlandia, los países bálticos, Suecia y otros buenos europeos. Es cierto, que en ese camino una parte de la llamada izquierda de la izquierda ha cometido enormes errores políticos y éticos y ningún triunfo. El más relevante de todos ellos como fue, y sigue siendo, el torpe intento de borrado de Podemos y el veto a sus líderes, con nefastas consecuencias en Madrid, Canarias, País Valenciano y otros muchos lugares.

El alivio de haber bloqueado a la coalición del PP/VOX/UPN podría convertirse en el mero sueño de una noche de verano si no se identifican las alianzas para la construcción de una mayoría sólida que articule un acuerdo de legislatura

Sin embargo, en estos días y semanas el alivio de haber bloqueado a la coalición del PP/VOX/UPN, podría convertirse en el mero sueño de una noche de verano si no se identifican las alianzas y pactos para la construcción de una mayoría sólida que articule un acuerdo de legislatura y un gobierno de coalición entre el PSOE y la coalición Sumar. No se trata de que prevalezca la buena voluntad -que también-, sino de aprender a respetar los intereses en presencia y percibir con realismo la correlación de fuerzas entre todos los actores políticos que pueden conformar una alternativa a la coalición facha/derechista. La incertidumbre del momento en pocas horas experimentará una primera y determinante clarificación: si no hay acuerdo en la elección de la mesa del Congreso, es más que probable que haya unas nuevas elecciones. Por más que la derecha y sus afines mediáticos -con la entusiasta participación de los medios partidarios de tratar la política, no importa si de izquierda o de derecha, como un ‘reality show’- en que se trata de un juego de mus en su versión madrileña -con sus trucos, gesticulaciones y farde- en el que sólo se trata de sillones y sueldos. Pero la verdad y toda la verdad es que el juego real es gestar un gran pacto entre las izquierdas y los partidos soberanistas de gran trascendencia histórica. Concretamente, un pacto para que se produzca una amnistía de los responsables y condenados por el “procés” -incluido Puigdemont- y la celebración de una consulta popular con garantías democráticas sobre la articulación del estado español y Catalunya, de modo y manera que ambas decisiones se formulen legalmente como se quieran y puedan hacer. Pero esos acuerdos con el soberanismo catalán no deben, ni pueden quedarse en sólo un pacto entre estos y la izquierda española. Existen otros aspectos centrales para un pacto que permita afrontar cambios y reformas constitucionales o legislativas para la articulación, desarrollo institucional, cultural y político de una España plurinacional y para proseguir en superar los grandes retos socioeconómicos y medioambientales que precisa nuestra sociedad de modo perentorio. De no conseguirse esos pactos resulta evidente que habrá más crisis e inestabilidad del sistema de la Transición. Es decir, por lo pronto, nuevas elecciones y una nueva oportunidad para la derecha. Un gran dilema para todos los actores de este gran juego de intereses. Quizás el sistema político español no dé para más y, lo más probable, es que algunos prefieran la vieja táctica del ‘cuanto peor mejor’. El problema es que por el momento no sabemos a quiénes puede favorecer un nuevo ciclo de crisis, si a una extrema derecha populista que se apoya en el miedo al futuro y en la desafección hacia la democracia ‘liberal’ ; o, por el contrario, un nuevo y vigoroso movimiento político y social que transforme un sistema incapaz de generar un nuevo consenso social, económico, institucional y político. 

Se trata, en definitiva, de las mismas disyuntivas en las que se mueven las izquierdas transformadoras en Europa y Latinoamérica, (cada una de ellas con sus especificidades y tradiciones). Aunque, desde una perspectiva histórica, hablamos de las mismas alternativas que tuvieron que abordar en su tiempo, por ejemplo, Gramsci con su reflexión sobre la lucha por la hegemonía cultural y la construcción de una mayoría social como instrumento imprescindible para los cambios; o los Frentes Populares para derrotar al nazi-fascismo en la entreguerra, en vez del desastroso ‘clase contra clase’ o sus modernas y sectarias formulaciones; o los Frentes Amplios como respuestas de las izquierdas plurales latinoamericanas a las inviables estrategias insurreccionales. Ya no cabe la polémica entre la vieja socialdemocracia reformista y la insurrección revolucionaria en nuestro globalizado y complejo mundo en el que ya no hay Palacios de invierno, ni Sierras Maestras, ni la Larga Marcha. Sólo un Armagedón bélico y /o medioambiental crearía las bases de un desorden que provocase revoluciones insurreccionales.

La izquierda española tiene, claro está, sus propias tradiciones. Algunas, como las dos Repúblicas, fueron acosadas y derrotadas por las clases dominantes, el oscurantismo y la intervención extranjera. Pero también por sus propias debilidades y divisiones internas. La propia lucha antifranquista generó las grandes movilizaciones sociales de trabajadores, vecinos, intelectuales y estudiantes, que contribuyeron a socavar la dictadura. Pero a su vez también a la muerte del dictador hubo división entre rupturistas y reformistas… con el resultado de una monarquía legitimada por el franquismo y un sistema democrático con muchas zonas e instituciones oscuras y escasamente democráticas. Hoy, en la izquierda española, como escribió Marx (“La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos”), recibe la influencia de una españolidad uninacional, unilingüistica y nacionalcatólica, y tiene verdaderas dificultades políticas y culturales para asumir la realidad de una España plurinacional. También la izquierda de la izquierda oscila entre una visión ‘cantonalista’ y de seguidismo acomodaticio con el ‘establisment’ o, por el contrario, se mantienen atados al grupusculismo y la acción inane ‘partisana’. La experiencia del exitoso gobierno de coalición entre Unidas Podemos y el PSOE aconseja que la coalición de Sumar no renuncie a crear ‘ruido’ y trabaje sin miedo en la negociación de un nuevo gobierno de coalición con un acuerdo de cambio y transformación, aunque haga mucho ruido. Un complaciente ‘laissez faire ‘hacia el PSOE puede resultar, al final, una nueva edición de una izquierda en la órbita de un PSOE marrón, en cuanto termine el ciclo de Pedro Sánchez.  Adiós, en ese caso, a la alternativa de una izquierda transformadora.

España es sólo una pieza en el gigantesco rompecabezas en que ha desembocado la decadencia de la globalización neoliberal

Quizás hoy la dicotomía sea más bien entre la barbarie neoliberal y su retahíla de desigualdades guerras, y caos ecológico; o la construcción de nuevos contratos sociales, económicos e institucionales, tanto en cada estado como globalizados o regionales. Desde luego España es sólo una pieza en el gigantesco rompecabezas en que ha desembocado la decadencia de la globalización neoliberal, la poderosa competencia de nuevos polos económicos y militares, de la creciente amenaza de la carrera armamentística y del probable uso de bombas nucleares, de la crisis energética, del cambio climático… Pero es seguro -no se puede obviar esa evidencia- que la política es una pieza decisiva para nuestras propias vidas y para el incierto futuro de nuestros hijos e hijas. Y también, quizás, para nuestra zozobrante Unión Europea en su búsqueda de un lugar en mundo cambiante, incierto y peligroso.

Sin pactos no hay paraíso