sábado. 27.04.2024
urkullo
El Lehendakari, Íñigo Urkullu

Los últimos días están siendo jugosos para quienes disfrutan con el noble arte del posicionamiento. Hace ya una semana avanzábamos, en estas mismas líneas, que Vox se había posicionado ante el solitario candidato Feijóo diciendo claramente que si quería votos en Madrid tendría que darle consejerías en Murcia, y ya las tiene. Dos rentables consejerías a cambio de una treintena de votos inútiles, hay que reconocer que no es mal negocio. No hay acuerdo más fácil que aquel al que uno llega porque siempre ha querido llegar.

Mientras tanto, el PNV ha dado un paso estratégico importante al definir por vía institucional -a través del lehendakari, no del partido- el terreno de juego en el que van a moverse los nacionalistas. Dejando a un lado los contenidos, la propuesta de Urkullu contiene algunos elementos interesantes. En primer lugar, propone un método novedoso en este ámbito en los últimos años: la negociación sin imposiciones como punto de partida. Es decir, el retorno al tablero de la política. Parece mentira que esto sea reseñable, pero por desgracia en España lo es.

En segundo lugar, define un campo no menos original: la intención declarada de negociar sin tocar la Constitución. Tal vez ha pasado inadvertido, pero viniendo del lado que viene es lo más llamativo de su planteamiento, porque es un a priori de la negociación. Si la intención de partida es no tocar el marco, implícitamente se acepta que el marco funcione como límite. Por supuesto esto tiene un fundamento táctico: se sabe que la Ley Fundamental va a ser intocable porque para tocarla haría falta el concurso del PP, y no será posible contar con él, pero desde un punto de vista conceptual aceptar ese límite es ya en sí mismo una cesión de parte, y efectuada al máximo nivel, el institucional, por tanto con la máxima garantía.

El tercer elemento novedoso es precisamente el de las garantías. “Las dos partes deben estar de acuerdo y actuar con un compromiso de lealtad recíproca”, escribe Urkullu, y cada cual interpretará de manera distinta quién no ha sido leal, pero la palabra recíproca no admite duda alguna.

Por último, el lehendakari envía un mensaje cuyo destinatario solamente está a un lado de la mesa: “debemos ser conscientes de lo que podemos y no podemos hacer en esta coyuntura”.

Luego ya estarán los contenidos, y se podrá o no estar de acuerdo con ellos, pero lo que no es posible negar es que los nacionalistas vascos han vuelto a demostrar la finura política que siempre los ha caracterizado. Habrá quien no quiera reconocerlo, pero la realidad es que han definido un terreno de juego no solo para ellos, sino para el resto de actores del proceso. Han llegado primero. Nos queda por saber si de acuerdo con otros, o marcando a otros el camino.

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