sábado. 27.04.2024
Concentración en la calle Ferraz de Madrid, ante la sede del PSOE
Concentración en la calle Ferraz de Madrid, ante la sede del PSOE

A estas alturas es poco discutible que los hechos acaecidos en Cataluña durante los meses de septiembre y octubre de 2017, fueron el detonante necesario para la explosión del nacionalismo español más cutre, irracional, aldeano y paleto, cualidades que también investían a los promotores del procés. Tras unos años en los que el Partido Popular se dedicó a boicotear cualquier iniciativa que profundizase en el autogobierno catalán, incluso el recurso al Constitucional de un Estatuto al que el Alto Tribunal quitó competencias de que ya gozaban otras autonomías sin señas de identidad diferenciales, los dirigentes de las organizaciones civiles independentistas y de algunos partidos dubitativos que no tenían muy claro porqué cauces iba a discurrir la revuelta, decidieron apretar el acelerador al grito de “España nos roba” y “España nos castra”. La crisis económica derivada del ladrillazo estaba en su punto álgido, el descontento en las calles por los recortes era más que visible y la esperanza en un proyecto común con el resto de los pueblos de España apenas despertaba interés alguno. Se habían roto los puentes, se había destrozado la concordia y parecía que la única forma de entenderse era llenar las calles de gente ilusionada con un mañana parecido al que la Biblia anuncia para los creyentes una vez muertos o mandar toneladas de antidisturbios para impedir que esa gente estuviese en las calles, muchas veces de forma poco civilizada por decirlo con palabras muy suaves.

Durante lustros continuaron educando a sus hijos en la Victoria, en aquella que obtuvieron a base de matar y torturar a cientos de miles de españoles tras la traición de los militares africanistas

El procés acabó con varios detenidos, muchos encausados y un President haciendo el ridículo más absoluto al huir a Francia dentro del maletero de un coche para montarse una corte de los milagros en Waterloo con cargo al Erario. Un tipo ridículo y mediocre no podía hacer otra cosa, como tampoco lo podían hacer quienes desde la muerte de Franco, cada veinte de noviembre, se llenaban la boca de España sembrando el pánico por las calles de Madrid. Es cierto que no es posible una vida en progreso y libertad con los energúmenos que ensalzan al dictador y a la dictadura, con quienes sólo creen en la España que coincide con su mísero pensamiento y sus inmensos intereses, pero tampoco lo es con quienes dentro una democracia toman determinaciones unilaterales que terminan por afectar negativamente a todos, más cuando sabían de antemano que aquel movimiento estaba destinado al más rotundo de los fracasos y que provocaría una reacción de consecuencias imprevisibles para todos.

Los hijos de aquellos individuos que acudían a la Plaza de Oriente de Madrid para reivindicar a Franco y su régimen sangriento, terminaron por diluirse, por esconderse en sus cuarteles de invierno de los barrios ricos de la capital y de otras ciudades españolas, pero no se integraron en la democracia. Para ellos, los políticos, la política, el liberalismo, el parlamentarismo, las distintas ideologías no eran más que síntomas de corrupción y decadencia. España había llegado a ser una, grande y libre bajo la mano criminal del Caudillo. Tras su muerte todo se vino abajo, España comenzó a ser vilipendiada, la urbanidad tan bien aprendida en los colegios de pago y públicos durante cuatro décadas pisoteada por punkarras, jevis y otros malolientes, las banderas de Falange, el Requeté y el aguilucho de San Juan, sustituidas por hoces y martillos, puños y rosas, cuatribarradas, euskaldunas y de los colores del Arco Iris. Su mundo se había disuelto en el exterior,  pero no en el interior. Durante lustros continuaron educando a sus hijos en la Victoria, en aquella que obtuvieron a base de matar y torturar a cientos de miles de españoles tras la traición de los militares africanistas, en los valores del nacional-catolicismo, en la España eterna que nunca lo fue porque ellos mismos se encargaron de transmitir de generación en generación un relato miserable lleno de infundios y crueldades imposibles de asumir por seres humanos civilizados, en el odio, en el desprecio al diferente o al que consideraban inferior.

El huevo de la serpiente se fue incubando lentamente en miles de hogares que sólo consideran lícita una libertad: la suya

Años después de las últimas concentraciones en la Plaza de Oriente, después de haber soportado los atentados salvajes de la banda de asesinos llamada ETA, después de superar crisis económicas que cada vez nos empobrecían más, después de contemplar como personas encargadas de velar por los intereses generales robaban al Erario o privatizaban empresas o servicios esenciales sin el menor rubor, pero también de gozar de la construcción de un Estado del Bienestar del que carecíamos y que a día de hoy es uno de los más solventes del mundo pese a quienes se empeñan en destruirlo, los huevos de la serpiente han eclosionado y miles de jóvenes, porque son jóvenes en su mayoría, lucen pulserita de Vox, despotrican de los derechos conseguidos, reclaman una mano dura que ellos jamás sufrirán y se pasan la Noche Vieja dándole palos y puñetazos a un muñeco de cartón piedra y escayola que representa al Anticristo, queman contenedores en la calle Ferraz o claman para que se produzca cuanto antes el regreso a la España más negra de nuestra historia.

El huevo de la serpiente se fue incubando lentamente en miles de hogares que sólo consideran lícita una libertad: La suya. Los colegios concertados y privados cumplieron y cumplen son su misión de adoctrinamiento ajenos a la libertad de cátedra garantizada por la Constitución, mientras que las escuelas públicas, cada vez más escasas y menos financiadas, no han cumplido con la suya, que no es el adoctrinamiento puesto que en ellas si se respeta esa libertad fundamental, pero que sí es la formación en valores democráticos y humanísticos. De tal manera que hoy, entre la educación reaccionaria que reciben miles de niños y adolescentes en sus hogares, en los colegios doctrinarios elegidos por sus padres y en las redes sociales de la mentira y la desinformación permanente, se han eliminado del conocimiento las grandes gestas democráticas de nuestra historia, se han suprimido los nombres de las personas que dieron lo mejor de si mismas por la libertad y los derechos de todos, se ha prescindido de transmitir los valores democráticos más universales como los derechos humanos, esos que nos corresponden a todos los hombres y mujeres del planeta por el simple hecho de nacer, se ha despreciado el poder del esfuerzo colectivo y de la solidaridad, ensalzando el individualismo más primitivo y antisocial acusando de comunistas a todo aquel que luche por combatir la desigualdad, la explotación y la brutalidad.

La amnistía a los encausados en el procés es la escusa que esgrimen los nuevos bárbaros para mostrar en público hasta que punto lo son. Independientemente de la oportunidad de la misma, que es discutible pero se habría producido sin tardar mucho, estos tipos que rezan el rosario en la puerta de las iglesias para pedir por España y por el fascismo, son incapaces de amar, de comprender el perdón, el diálogo, la fraternidad, la generosidad. Para ellos sólo sirve la fuerza bruta, como toda la vida.

El hogar donde nace la bestia