sábado. 27.04.2024
Alberto Núñez Feijóo y Pedro Sánchez

Resumiendo la más técnica de las definiciones posibles, la energía potencial es una energía "almacenada" que puede llegar a transformarse en energía cinética, es decir, en energía susceptible de utilizarse en algún uso. El ejemplo más claro es el de un objeto situado a una cierta altura sobre el suelo. En esa posición tiene una energía potencial, que puede convertirse en cinética si se deja caer. La comprensión del ejemplo será mayor si decimos que el objeto en cuestión es una bomba.

En política también podemos hablar de algo parecido. El poder es la capacidad potencial, la energía almacenada, de hacer algo posible mediante la toma de decisiones que, convertidas en energía cinética, son capaces de transformar la realidad haciendo cosas. Y, esto, se puede explicar con multitud de ejemplos.

En democracia, el más evidente, y en estos momentos el más actual, es el número de votos con el que cuenta una fuerza política. Ese número de votos es la energía potencial con la que pueden decidirse cosas en el campo energético donde se desarrollan esas fuerzas. Se llama Parlamento.

El primer acto de cada legislatura en la democracia española, una vez constituida, es la investidura de un presidente del Gobierno. Para ello, cada candidato posible se presenta ante el Jefe del Estado con un inventario de su energía potencial y unos argumentos, lo más convincentes posible, para demostrar que esa energía potencial puede convertirse en cinética y conseguir una decisión de ese Parlamento para que le hagan presidente del Gobierno.

Seguramente, Núñez Feijóo se presentó en el Palacio de la Zarzuela con un potencial de 172 diputados y argumentó que, o bien gracias al PNV o a algunos tránsfugas del PSOE, podría obtener los 4 votos que le faltaban. Como plan B, podría contar con la abstención, incluso, de JUNTS con los que, a pesar de todos los pesares, pensaba reunirse.

Gracias a eso, o a que Sánchez se presentó con un potencial inferior, Núñez Feijóo obtuvo del Jefe del Estado el nombramiento de candidato a presidente del Gobierno y, con ese título en el bolsillo, se puso a la tarea que se le había encomendado. Llamó al PNV, hizo que su gente se comunicara con JUNTS y, en compañía de otros, entonó un coro de cantos de sirena para seducir a cuatro presuntos tránsfugas del PSOE a que se sumaran a su labor de derogar el sanchismo. En el colmo de su disparatado intento, propuso al propio Sánchez que se hiciera el harakiri pero, en lugar de una espada de samurái, le ofreció varios pactos de estado y una mini legislatura. Quizás, con ello, pensó que, si el sapo era más pequeño, se lo tragaría con mayor facilidad. Luego, rellenó los huecos de su agenda reuniéndose con gente que no tenía nada que ver con la investidura, como presidentes de comunidades autónomas o representantes de sindicatos y patronal. Seguramente tendría también reuniones con amigos, alguna consulta médica y, obviamente, conciliaría con la familia.

Pero, como era lógico, todo eso no está sirviendo para nada y Núñez Feijóo tiene la misma energía política potencial que tenía el 23 de julio. 172 diputados, algunos, además, de ellos, cogidos con alfileres.

En resumen, Núñez Feijóo no tiene la energía potencial suficiente para hacer lo que vino a hacer cuando le trajeron a Madrid. Si fuera un objeto como el del ejemplo de antes, no tendría energía suficiente para llegar al suelo. Lo malo, para él, es que no siendo un objeto, a lo mejor, en otro orden de cosas, sí que llega al suelo.

Cuando se demuestre, empíricamente, esa insuficiencia, lo lógico es que el Jefe del Estado vuelva a iniciar otra ronda de consultas con los grupos políticos con representación parlamentaria. No excluyo que Núñez Feijóo vuelva a pedir una segunda oportunidad pero, lo lógico es que sea Sánchez el que obtenga, esta vez, el encargo de lograr una investidura. Tampoco sé si será necesaria esta segunda ronda o el Jefe del Estado, con los datos que ya tiene, se limitará a decir: Que pase el siguiente. En uno u otro caso, todo apunta a que Pedro Sánchez será el próximo candidato a, en su caso, repetir como presidente del Gobierno Español.

Porque, Sánchez, cuenta con un extra de energía potencial. Y me explicaré con un ejemplo físico-deportivo. En el salto de trampolín, el saltador cuenta con la energía potencial derivada de la altura de ese trampolín. Pero, hay una modalidad que es el salto con palanca donde el saltador se impulsa hacia arriba utilizando la flexibilidad de esa palanca. Así, logra una mayor altura y con ello una mayor energía potencial susceptible de convertirse en energía cinética al entrar en el agua.

Sánchez tiene la palanca de su capacidad de negociación con todos los partidos políticos, excepto el PP, VOX y UPN que, precisamente, son minoría en el Congreso de los Diputados. Por ello, si se impulsa bien, política y jurídicamente hablando, tiene una posibilidad real de volver a ser presidente del Gobierno.

Por pura física.

Física política muy elemental