sábado. 27.04.2024
sede_psoe

Por José Bujalance C. |

Los políticos españoles se gustan echando gasolina al fuego, sobre todo las derechas. El insulto se está convirtiendo en licencia poética, y ahí está Feijóo para recordarlo.

Embarrado el terreno de juego desde Aznar, sigue igual o peor, ya se habla de la conjura contra España, palabras de gran calibre; y de corrupción, obviando las tres, TRES, recientes condenas por corrupción del PP en la Audiencia Nacional a pesar de tenerla controlada "desde detrás" según Cosidó.

El partido podrido no concibe otra opción que gobernar sí o sí, y el amigo del narco, empujado por las batallas internas y el neofascismo, ha pasado de moderado a líder mesiánico. A fuerza de emborronarlo todo para salvar a su secta, prefiere arrojar más mentiras y bilis (cortinas de humo sobre la imposibilidad de formar Gobierno), y habla de nuevas elecciones sin querer cumplir la legalidad y la Constitución.

De partido de Estado a formular el führerprinzip populista: O frenamos a tiempo o podemos llegar a no conocernos a nosotros mismos y terminar con las décadas más tranquilas y prósperas de la historia de nuestro país... estamos ensombreciendo el paisaje humano.

Se jalean las trincheras, se divide al país en dos bandos, también desde los medios y se ensucia el diálogo. Las palabras no son herramientas para el pensamiento sino combustible del odio. Con Ayuso y Abascal como referencias, los populares ya no son centro derecha, ni siquiera derecha democrática y así lo demuestran cada vez con menos vergüenza.

No hace falta ser muy listo para percatarse lo que significa una extrema derecha que sin duda alguna está en auge y ya impone sus líneas a los populares, con peligro de perder la democracia. Estamos jugando con fuego y el lenguaje populista enarbolado frívolamente (inclusive a base de manifestaciones ilegales con ánimo de provocar y líderes políticas capitaneando cortes en la vía pública) es un gran error político de graves consecuencias, que ya provocaron los nefastos separatismos que siguen golpeando a nuestro país.

La política extremista y el rescate de discursos pasados utilizados para engañar del tipo "libertad o comunismo", "patriotas o rojos", y estulticias similares sólo propician extremismo y confrontación. Se abona el terreno hasta que todo eclosione y suceda lo más grave: una extraordinaria tolerancia a la violencia. Se empieza por gustarse en los insultos y se termina en las manos. Nunca hay que abrirle la puerta a la violencia. No conduce a nada.

España ya es 'trumpista'