domingo. 28.04.2024

Nos hemos pasado un mes escuchando al PSOE decir que no pensáramos en la amnistía porque estábamos en el momento Feijóo. Como ya nos había advertido George Lakoff, esa mera evocación ha debido servir para que todo el mundo haya estado hablando, debatiendo, analizando, desgranando y valorando el tema de una muy probable amnistía y de la que, sin embargo, nadie sabía nada de sus detalles jurídicos.

Desde Puigdemont y Junqueras, hasta PageGonzález y Guerra, pasando por Núñez FeijóoAbascal, o Díaz, todos nos decían que la amnistía, como el famoso elefante en la habitación, haberla, la había. Y, seguramente, tenían razón porque el elefante de la amnistía se había convertido en protagonista principal del debate político nacional.

Ello podría haber sido una falta de respeto hacia Feijóo y, lo que es peor, hacia el instituto del procedimiento de investidura de un presidente de Gobierno previsto en el artículo 99 de la Constitución. Cuando todos deberíamos de haber estado hablando del candidato Feijóo y de su programa de gobierno, en realidad de lo que hablábamos, empezando por el propio presunto candidato, era de la futura investidura de Pedro Sánchez y de la tal amnistía. Aunque solo fuera por deferencia al Jefe del Estado que le había encargado solicitar del Congreso esa investidura, Feijóo debería haber hecho algo al respecto.

Nos hemos pasado un mes escuchando al PSOE decir que no pensáramos en la amnistía porque estábamos en el momento Feijóo

Pero Feijóo no se presentó. En lugar de eso utilizó el tiempo que le concedía el procedimiento democrático para presentar una moción de censura preventiva a Sánchez oponiéndose a lo que, presuntamente, sería la propuesta estrella del programa de gobierno del próximo candidato a presidente, la amnistía a Puigdemont y demás mártires.

Y, este, puede que sea el origen del cabreo que cundió entre los diputados del PP y sus afines por la incomparecencia de Pedro Sánchez a la moción de censura que le estaban poniendo. En eso, tenían razón. En eso y en la sorpresa con que se encontraron ya que, en lugar del censurado salió a contestar a Feijóo alguien, como Oscar Puente, que no tenía nada que ver con el asunto. Quizás, si le hubieran advertido a Sánchez del argumento de aquella película, hubiera salido él. Por tanto, lo que pasó yo lo achaco a desconocimiento y no a descortesía parlamentaria. Y, mucho menos, a cobardía ya que Sánchez no se ha caracterizado, hasta ahora, precisamente por eso. Otro día le avisan y seguro que sale, como ha hecho siempre en el Senado cuando le citaba Feijóo.

Pero, pasado ese trámite y con Feijóo fuera de foco, ahora se puede ver al elefante en su totalidad, aunque, dependiendo del lado que se palpe, puede parecer una cosa u otra. Por un lado, parece la vuelta a Cataluña de Puigdemont sin necesidad de hacerlo en el maletero de un coche. Por otra, la finalización del trauma social catalán nacido en los episodios de 2017. De otro lado, significa la investidura de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno pero también, la quiebra de la democracia y la rotura de España. Y, eso, resumiendo mucho la poliforma del bicho.

La derogación del sanchismo ha debido caducar porque ha desaparecido, incluso, de la misma moción de censura preventiva a Pedro Sánchez

El hecho es que la amnistía se sitúa en el centro de la escena y va a ser difícil no hablar de ella hasta la saciedad aunque, me temo, sea con modos y referencias reiterativas porque, da la impresión, la estrategia de haber sacado el debate antes de tiempo va a tener consecuencias negativas para los contrarios a esa fórmula.

En primer lugar porque puede que hayamos llegado a aceptar elefante como animal de compañía y estemos, quien más quien menos, un poco hartos del asunto. En sociología se habla del síndrome del suicida, ese que hace que la gente que está observando a un suicida en el borde de un alfeizar, pasa, al cabo del tiempo de pedir al suicida que no se tire, a desear, inconscientemente, que lo haga para acabar con la incertidumbre. Pues eso puede pasar con la amnistía.

Como ha pasado con otras muchas cosas, como la okupación de la Moncloa, las gafas negras o el Phantom. Hasta cosas más recientes, como el incremento del salario mínimo, la reforma laboral o el impuesto a la banca han terminado siendo asimilados por el PP como si fueran medidas propias. Incluso, la derogación del sanchismo ha debido caducar porque ha desaparecido, incluso, de la misma moción de censura preventiva a Pedro Sánchez. Como se ve, no hay mal que cien días dure.

Porque, por otra parte, ¿qué van a hacer ahora los contrarios a la amnistía? Después de especulaciones, reproches, comunicados, artículos en los medios, presentaciones de libros, manifestaciones masivas, declaraciones extemporáneas en el Congreso, manifiestos en los plenos municipales y asambleas autonómicas, ¿Qué queda? Miedo da pensar lo que quiso decir Abascal, el socio de Feijóo, cuando dijo eso de que el pueblo español tiene derecho a defenderse. ¿Se presentará un día en el Congreso tocado con un tricornio?

Queda pendiente el cómo comerse el elefante. Es primordial no ver como se cocina, como decía Bismark con las leyes y las salchichas, pues determinados procesos no son agradables de conocer. Por eso, gente como Alberto Chicote debería proscribirse en este caso. Lo fundamental es el emplatado del producto ya que, muchas veces estas cosas entran por la vista. Y el relato. Sobre todo el relato, que ayuda a comprender aspectos necesarios para una mejor aceptación del plato.

Miedo da pensar lo que quiso decir Abascal, el socio de Feijóo, cuando dijo eso de que el pueblo español tiene derecho a defenderse

Y que nadie piense que el menú será de plato de único ya que, en la senda de los elefantes puede venir también el referéndum, las deudas con, y de, Cataluña, el sistema de financiación, los rodelíes y hasta el indulto al Barça por su presunto delito de cohecho, como postre.

Y luego viene lo de la Constitución y los aspectos jurídicos de la amnistía. No debería ser lo más importante ya que parece impensable que el PSOE, uno de los partidos que trajo la Constitución de 1978, vaya a incumplirla ahora en su literalidad. Tiene suficientes medios para cumplir sus objetivos políticos, lograr el apoyo de los partidos independentistas y seguir mejorando el clima social en Cataluña evitando las penas a sus antiguos dirigentes y auxiliares, como para facilitar un fácil recurso al Tribunal Constitucional. Que, de todas formas, se producirá, haga lo que haga, aunque no debería ser tan evidente ese incumplimiento denunciado como para merecer más que algún voto particular en el alto tribunal.

Lo más curioso de la situación es que Pedro Sánchez ya ha cumplido una "pena de banquillo". Pase lo que pase en el acuerdo al que pueda llegar con ERC y JUNTS, incluso si al final no llegara a ningún acuerdo, ya ha sido condenado por vendepatrias. En ese sentido, más que objeto de una moción de censura preventiva, Sánchez ha sido "fusilado provisionalmente".

Incluso, y no lo excluyo, se puede completar la actual acusación con otra más enrevesada. La de que va a incumplir la Constitución para, posteriormente, concederse una autoamnistía que dará lugar a otra ilegalización por el TC que, a su vez, se corresponderá con otra autoamnistía. Y, así, en un movimiento perpetuo, hasta que, como dice Abascal, recientemente refrendado por Díaz Ayuso, el pueblo español se defienda.

Espero no haberles dado ideas ya que, estoy seguro, de que, eso, ya lo tienen en el catálogo de barbaridades patrióticas.

El elefante en la Constitución