sábado. 27.04.2024

Ayer pedí cita con el médico de atención primaria. La máquina me dijo que no podría atenderme personalmente hasta el 10 de octubre y que, sin embargo, por teléfono estaría a mi disposición el 3 del mismo mes, o sea quince días para la primera, ocho para la segunda, lo que quiere decir que de ser algo grave para esas fechas estaría muerto o en situación delicada. Estos márgenes para ser atendido por un médico de familia suponen simple y llanamente que la Sanidad Pública ha sido desmantelada, que hemos perdido una de nuestros mayores logros históricos y que nos quieren dar gato por liebre para enriquecer a las multinacionales médicas que terminarán por asistirnos dependiendo del montante de nuestra cuenta corriente.

Entre los muchos disparates que profirió el Sr. Núñez Feijóo en la sesión parlamentaria en que parecía presentarse como candidato a presidir el futuro Gobierno del Estado, pero que en realidad era fue una moción de censura estrambótica a todos los demás partidos salvo Vox, anunció que bajaría los impuestos, es decir que haría lo mismo que Ayuso ha hecho en Madrid, disminuir los impuestos a quienes más ganan y dejarlos como están para los demás. Bien, salvo que se diese una larga coyuntura económica con crecimientos desconocidos hasta la fecha, bajar impuestos supone que en vez de darme la cita con el médico para dentro de quince días, me la darán para dentro de un par de meses, que me tendré que buscar un seguro privado donde a la larga también me citarán para después de mi muerte y me cobrarán según edad, estado de salud y hábitos; supone que la enseñanza, como ya está ocurriendo, se entregará a los hijos del Vaticano, que, evidentemente, según las enseñanzas de su maestro Jesucristo, nos enseñarán a ser más bordes, más individualistas, más clasistas, menos cultos, más burros y descreídos con el progreso democrático. Los viejos, que cada vez somos más y será así durante más de veinte años, tendrán que asistirse a sí mismos aunque no sean capaces ni de lavarse las manos o acudir a una residencia de Florentino Pérez o algún otro colega donde te atiborren a pastillas y te den de comer mierda, porque al fin y al cabo, ¿para qué sirve un viejo? Nada de ley de dependencias, nada de cuidados a quienes nos lo dieron todo, su vida ya pasó y ahora a esperar.

Anunció que bajaría los impuestos, es decir que haría lo mismo que Ayuso ha hecho en Madrid, disminuir los impuestos a quienes más ganan y dejarlos como están para los demás

Con ser muy grave su contradictorio y paranoico esbozo de programa económico, lo son mucho más, y ya es difícil, sus planteamientos sobre el cambio climático, que como buen derechista rechaza o atempera como si no fuese una cosa urgente y vital. Dijo el Sr. Feijóo que transición lenta y moderada hacia otro modelo energético, sí, pero que de cambios drásticos, de urgencias, de actuaciones inmediatas, de dictadura ecologista, nada. Es decir, vamos a dejar pasar el tiempo y tal vez la muerte de miles de millones de personas, el abandono de países enteros por ser inhabitables o un futuro enfriamiento climático solucionen el problema sin tener que tomar medida alguna al respecto.

En 1923, la población mundial ascendía a 1600 millones, la mayoría de los cuales, incluso en el llamado primer mundo, vivían en la miseria o muy cerca de ella. Poco después de ese año, pero sobre todo a partir de la II Guerra Mundial, se generalizó el uso de combustibles fósiles, multiplicándose su consumo exponencialmente cada cinco años. La combustión desmesurada de derivados del petróleo y el carbón convirtió al planeta en una especie de olla a presión sin válvula de escape. Con la incorporación a la era industrial de los grandes países asiáticos y la pasividad de los países occidentales ante el calentamiento del planeta que se acelera progresivamente desde finales de la década de los setenta del pasado siglo, la Tierra comenzó a sufrir un deterioro ecológico del que ya entonces alertaron científicos de todo el mundo. Al cambiar el milenio, con China y Estados Unidos como principales emisores de gases contaminantes, la situación se ha vuelto tan dramática que hay continentes enteros donde ya es difícil llevar una vida medianamente agradable. África, el continente más rico en materias primas, el más explotado y el que tiene mayor diversidad biológica del mundo, se ha convertido en un horno con temperaturas que se acercan a los sesenta grados en muchos de sus países.

Sus planteamientos sobre el cambio climático, como buen derechista, son de rechazar o atemperar como si no fuese una cosa urgente y vital

Pero no sólo es un problema africano, en España han desaparecido las estaciones que caracterizaban nuestro clima, las nieves que cubrían durante meses nuestras cordilleras, mientras los caudales de los ríos han disminuido de forma drástica. Hay zonas, extensísimas zonas, por todo el país en las que no llueve durante meses y en las que, por tanto, están desapareciendo los cultivos cerealísticos y arbóreos de secano. No hay más que darse un paseo por Andalucía, es un ejemplo, para comprobar que uno de los árboles más resistentes a la sequía, el olivo, está siendo regado por goteo sin que los embalses puedan, incluso en un año bueno de lluvias, aguantar más de una temporada a media capacidad. Las temperaturas, incluso en el País Vasco y Galicia, superan durante meses los cuarenta grados y se acercan en ocasiones a los cincuenta, temperaturas que no permiten el trabajo al aire libre y que sólo son soportables para quienes disponen de aire acondicionado y pueden pagarlo. Nuestra Naturaleza, variadísima y admirada desde antiguo por historiadores y poetas, sufre cada año la embestida de incendios absolutamente incontrolables por el ser humano y que sólo cesan cuando el viento torna sobre lo quemado, contribuyendo de manera inexorable a un proceso de desertificación que cada año avanza con más crudeza.

No, no es un retrato del apocalipsis, ni el resumen de una novela distópica, es la puta realidad que nos ha tocado vivir y que el Sr. Feijóo tiene la irresponsabilidad de ignorar. No podemos seguir emitiendo gases contaminantes, tenemos que enfriar el planeta como sea. Ya sabe que las medidas tomadas en un solo país no sirven para nada, pero la obligación de un gobernante responsable es concienciar a sus ciudadanos del problema, llevarlo a los foros internacionales y lograr acuerdos para que todos los países del mundo lleguen a acuerdos que permitan disponer de todos los recursos existentes, que son muchos, para acabar con un problema que no sólo amenaza a una parte del mundo o a un determinado grupo social, sino que puede en pocos años llevarnos a una situación irreversible en la que la vida de los humanos y de otras muchísimas especies sea imposible en el planeta. No Sr. Feijóo, esto no es una broma, ni usted un bromista, está jugando con el futuro de la Humanidad y, por ello, con el de España, país con enormes ingresos por turismo de aluvión en el que los veranos son cada año más insoportables, menos atractivos, más insufribles.

La dictadura climática de Feijóo