sábado. 27.04.2024

Catalunya lleva años de bloqueo político con el conflicto derivado del “procés independentista”, un vodevil con final dramático, en especial por la época de emergencia sanitaria y sus consecuencias. Aquí seguro, muchas de vosotras pensáis que sería necesario ver qué ha pasado, una cronología en clave política y democrática.

Este sería objeto de otro artículo, no es mi objetivo repartir las responsabilidades ni traducir en aprendizaje aquello que no queremos que vuelva a suceder. No se pretende mostrar un listado de reprimendas ni descripciones de los agravios, injusticias y percepciones de todas las partes (que por cierto, ya va siendo hora de que hablemos más allá de dos partes). Tampoco hay ningún interés en rebajar expectativas, ni cuestionar posicionamientos ideológicos legítimos, ni reducir la importancia de las vulneraciones de derechos y libertades que se han producido en este periodo.

Lo que pretendo es centrar la importancia del acuerdo para poder gestionar la situación y transformarla positivamente.  

Los resultados ajustados del pasado domingo tienen lectura en clave de gestión del conflicto. Ciudadanos y Junts per Catalunya fueron las dos fuerzas más votadas en 2017, dos formaciones que parasitaban del conflicto, y por tanto, sin ningún incentivo para tratar de transformarlo positivamente; al contrario, alentaban a que fuera más difícil esa gestión positiva.

En estas elecciones las dos fuerzas más votadas, PSC y ERC, han demostrado talantes que tienen más propuestas y alternativas o, como poco, menos polarizadoras. Así, uno de los mensajes del análisis electoral es que se ha premiado a propuestas políticas en positivo más que aquellas basadas en negativas o frenos. A pesar de las estrategias electorales de campaña, que por ejemplo han intentado equiparar el talante del PSC con el de Cs o incluso VOX, estamos obligados a entendernos. U otros de “pasar página”, con lo que esto supone a nivel de gestión de un conflicto, pasar por alto la reconciliación y la reparación. Pan para hoy, hambre para mañana.

Sería positivo alejarse de los vetos, y tener predisposición al diálogo.

Sería necesario que llegaran escenarios que permitan desbloquear el conflicto y gestionar las vulneraciones de derechos y libertades que han infligido sufrimiento a título individual y colectivo. Escenarios que permitan atajar los problemas de la gente de forma colectiva, mientras no se resuelve el resto. En momento de conflicto, la vida no para, y es responsabilidad política gestionar el “mientras tanto” de la forma más corresponsable posible, es un imperativo democrático y ético.

La extrema derecha también supone un ataque al feminismo y a los derechos de las mujeres, así como a los de otros colectivos minorizados o discriminados

A ello hay que sumar la irrupción de la extrema derecha. La irrupción de VOX no contribuye a despolarizar, aparte del deterioro de la democracia y de los derechos que supone su discurso. Y parte de este resultado se explica porque el bloqueo radicaliza posturas, y esta radicalización es aprovechada por VOX. Sería conveniente preguntarnos ¿por qué se ha votado a VOX? Y no solo juzgarlos desde la distancia ideológica. Me parece importante diferenciar con pulcritud los votantes de los representantes, los ciudadanos que les han otorgado su confianza de aquellos que acuñando discursos de odio y deslegitimando la democracia, solo pretenden establecer su orden (el de muy pocos y selectos).

Deberíamos analizar por qué la extrema derecha tiene una grieta por la que colar sus “no propuestas”. ¿Qué debilidades y errores cometen las fuerzas democráticas, provocando que algunas personas se sientan huérfanas, no miradas, y opten por otorgar su voto a quien perciben no les defiende? A este análisis del eje social, habría que añadir el tema identitario, la defensa de una identidad excluyente por parte de VOX, una reafirmación del españolismo más rancio y con connotaciones nostálgicas de la época más oscura de la historia de España. La extrema derecha también supone un ataque al feminismo y a los derechos de las mujeres, así como a los de otros colectivos minorizados o discriminados. Un traje moderno con alma postfranquista, que reivindica esos tiempos oscuros, haciendo épica anti-política del recorte de derechos y libertades. Un peligro democrático y de la convivencia en nuestro país al que habría que hacer un frente común, unitario, de fuerzas políticas democráticas y sociedad civil.

Optar por el desbloqueo para avanzar socialmente. Hemos visto una campaña electoral donde los posibles pactos en lugar de sumar excluían. Salvo alguna excepción, se ha hecho bandera acerca de con quien no pactar. Esto sería lógico en el eje ideológico, que decide qué prioridades, qué valores, o qué políticas públicas llevamos a cabo. No olvidemos que los servidores públicos son elegidos para gestionar la vida política del país, y ello trasciende ampliamente el tema del “procés”, como trascendería cualquier otra orientación parcial o reduccionista. 

Por todo ello es indispensable abordar el contenido en todas sus dimensiones y el continente (que parte de contenido tiene). En otras palabras, es necesario plantear qué Catalunya queremos en términos de justicia social, sostenibilidad, género, economía, educación, sanidad. En el momento de pandemia y la crisis económica social que se deriva es más urgente que nunca. Es un imperativo por respeto al sufrimiento de la ciudadanía, y en especial a las personas con más riesgo de vulnerabilidad social y exclusión. Y aquí sale a relucir el poco de moda eje: ¿de derechas o izquierdas?, que en estas elecciones se ha mostrado más vigente que nunca. Con el actual bloqueo a causa de la dinámica de bloques centradas en el conflicto, Catalunya independiente o no, derecho a decidir o no… no está siendo posible ponerse de acuerdo en temas sociales, económicos, etc. El contenido en todas sus dimensiones queda en segundo plano. Hablar del contenido en términos de derechos y libertades es fundamental, pero no suficiente.

Alguna propuesta: es necesario apelar a la función de la política como el método más eficaz de gestión de conflictos, diferencias y divergencias de intereses. Por el contrario, lo que nos sobra hoy en día es lo que en la Grecia clásica denominaban el idiotés, es decir, aquellas personas que no participaban de los asuntos comunes, públicos y preferían centrarse en lo privado. Humildad y autocrítica colectiva. Feminizar la política. La gestión del “procés”, tanto por parte de las instituciones catalanas como del estado español ha tenido dosis tóxicas de testosterona, por encima de nuestras posibilidades. En algunos momentos ha parecido que era épico cuanta más chulería y ofensa para las otras partes. Se ha actuado mucho más de cara a la galería propia, que con vistas a la consecución del interés general. Un “toma y daca” que no se ha mostrado eficaz. Tan solo lo ha estado para alimentar egocentrismos y épicas estafando las emociones de la ciudadanía. Es urgente poner en la agenda los cuidados, la revolución pendiente, no solo en el ámbito cotidiano, emocional, sino expandirlo como mancha de aceite a lo público y a lo privado. Introducir la empatía, la comunicación no violenta, el trato digno a todas las esferas de la vida. Y quizás esto no es solo mirada feminista, pero para mi va muy entrelazada a la sororidad. Cuántas de nosotras nos entendemos a pesar de las diferencias con amistades, familia, pareja, hijas, compañeras, y empatizamos en situaciones de divergencia. ¿Por qué lo que en muchos casos es una actitud en las relaciones personales no puede trascender lo cotidiano y contagiar lo colectivo, la política? Ni diálogo ni empatía deberían confundirse con debilidad, son actitudes transgresoras y revolucionarias.

Deberíamos concienciarnos del peligro que supone la polarización en forma de blanco y negro; los que lo hacen bien o mal, los demócratas o fascistas, los integradores o excluyentes, catalanes o españoles… y así un sinfín de dicotomías varias que han operado y siguen en aumento, alimentando el conflicto, sin ninguna fisura para su gestión (ya no solución). Y es que estos planteamientos binarios nos condicionan política y cotidianamente. Es preciso lograr desbloquear para poder gobernar, que al fin y al cabo es el máximo encargo que tiene un servidor público. Con el prisma de la “politic realist”, y no con el cuento de la lechera apelando a sueños y deseos. Más política y menos estética. Más visión de futuro, sin olvidarnos del presente, con el máximo realismo, ética y honestidad. Y frente común contra los discursos de odio, el populismo excluyente de la extrema derecha, con unidad, estrategia y sentido común.

Para concluir deseo hacer una apelación a gestionar los problemas de la gente; a limar vetos e intransigencias de todas las partes, situando una hoja de ruta que pase por la consolidación democrática, la gestión política en todas sus vertientes. Por todo ello es necesario reivindicar y aplicar la política como herramienta de gestión de conflictos, teniendo muy presente lo que Hannah Arendt dijo hace décadas, “quien quiera hoy hablar acerca de la política ha de comenzar con todos los prejuicios que se tiene contra ella”. Hay que reivindicar la política como imperfecta, pero indispensable para el bien común. La alternativa al ejercicio de esta política imperfecta son esos 11 diputados de extrema derecha que atizarán el odio con sus no propuestas, deslegitimando la política, por el simple hecho de ser cosa común. En definitiva, apelo a la responsabilidad política, a la colectiva, a la corresponsabilidad con el diálogo como forma de avanzar en las diferencias sin infligir dolor. Como la alternativa a la vida es muy jodida, la alternativa a la política también lo es.

Noe Ayguasenosa i Soro | Diplomada en Cultura de Paz

Desbloquear el conflicto