jueves. 28.03.2024

Releyendo a Antón Costas: La ceguera de las élites

Por Francisco Díaz-Tendero | Aquí se transcribe, (y comenta), un articulo de D. Antón Costas aparecido en el diario "El País", en 2012-10-05.

Comenzamos haciendo un resumen exhaustivo de lo expresado en dicho artículo con nuestros comentarios.

A estas alturas de la película de la crisis que estamos padeciendo, dos cosas son evidentes, al menos para aquellas personas pragmáticas que, para formar su juicio sobre la realidad, miran los datos sin dejarse llevar por prejuicios ideológicos.

La primera es que las políticas de austeridad no funcionan como vía para salir de la crisis, ni tampoco para el objetivo de reducción del déficit publico. Al contrario, empeoran ambas cosas.

Todos los países del euro que se han visto obligados a tomar dosis fuertes de austeridad están peor que al principio. Y aquellos otros que han tomado dosis mas suaves tampoco están mejor.

Este resultado es coherente con lo que nos dice el mejor conocimiento económico existente sobre los efectos de la austeridad practicada a lo largo del siglo pasado.

La Segunda es que la austeridad empeora la salud social y política de los pacientes, generando fracturas de la cohesión social y quebrantos políticos.

Portugal es un buen espejo. Su experiencia con la austeridad muestra que da lo mismo ser mal que buen alumno: los resultados son siempre malos. Después de año y medio de soportar estoicamente una austeridad salvaje para no caer en el estigma griego y con la esperanza de que valdría de algo, ese hilo de esperanza se rompió cuando, el 7 de septiembre, el gobierno anuncio una nueva vuelta de tuerca, con una reducción lineal de siete puntos de los salarios para transferirlos a las empresas.

La medida fue vista por todos como socialmente injusta y económicamente ineficaz.

Los ciudadanos rompieron su estoicismo y salieron de forma masiva a la calle. El gobierno, aunque en pie, ha quedado noqueado y forzado a volver sobre sus pasos.

Ustedes me dirán: si esto es tan evidente, ¿por que las élites políticas, empresariales y altos funcionarios que nos gobiernan no lo ven? La respuesta es clara: por ceguera.

Aunque les sorprenda, no son capaces de captar lo que esta ocurriendo, no logran advertir las consecuencias sociales y políticas. Las políticas de austeridad no funcionan para salir de la crisis, ni para reducir el déficit.

La ceguera de las élites europeas para ver que las políticas económicas tienen limites sociales y políticos no es algo nuevo.  Ya ocurrió dos veces a lo largo del siglo pasado, con el resultado de dos conflictos dramáticos.

Las causas de la actual ceguera de nuestras élites no son las mismas para todos los grupos que la forman. Es posible identificar cuatro grupos.

En el primero, formado por la élite política económica europea, la causa de su ceguera es de tipo ideológico. El ejemplo de David Cameron es ilustrativo. El reino unido no necesitaba austeridad, y al no estar en el euro tampoco se le podía obligar. La austeridad fue una elección política. lo mismo ha ocurrido con otros gobiernos. Algunos, como los nuestros, decidieron suprimir impuestos como el de patrimonio, aun cuando eso iba a empeorar las cuentas publicas. En esencia, la defensa de la opción de la austeridad por esta élite viene favorecida al no verse afectados en su vida cotidiana por sus consecuencias.

Y un segundo grupo cuya ceguera tiene causa en la pereza burocrática y en la falta de coraje intelectual para pensar por su cuenta. En este grupo están muchos expertos, y los altos funcionarios de Bruselas, del BCE y del FMI, que forman la troika que vigila el cumplimento de la austeridad. Si al menos leyesen los informes y estudios que publica el propio FMI, o cambiarían de opinión o pedirían ser relevados de esa función. ¿Han escuchado que la austeridad haya afectado a los sueldos de esta élite burocrática?

Estos dos grupos acostumbran a defender la continuidad de la austeridad con el argumento de que es necesario seguir tomando la medicina amarga para que finalmente cure la enfermedad. Se parecen al médico que después de meses y meses de aplicar una medicina inadecuada, cuando el paciente muere dice: “¡que pena!, si hubiese aguantado un mes mas se hubiese curado”.

Un tercer grupo esta formado por empresarios sometidos a la competencia internacional. Lógicamente viven obsesionados por la competitividad. Pero algunos solo ven su mejora en la reducción de los costes laborales y sociales, olvidando que el verdadero camino hacia la competitividad sostenible son las mejoras de productividad.

Finalmente, existe un cuarto grupo formado especialmente por las élites financieras y de las grandes corporaciones. Su ceguera es debida a intereses de grupo y a falta de empatía con el resto de ciudadanos. Se ven como ciudadanos de un mundo globalizado que han roto toda relación emocional con las clases medias y trabajadoras

nacionales. Son las que más ansiedad muestran por la renuencia del presidente mariano Rajoy a pedir el rescate. Posiblemente porque tienen la seguridad de que ellos no pagaran las condiciones.

Como bien afirma Antón Costas, todas estas élites han roto los lazos emocionales con las clases medias y trabajadoras, y ya no se ven compartiendo un futuro común.

Esta ruptura psicológica provoca ceguera respecto a las consecuencias de unas políticas que derrumban la esperanza de la mayoría de la gente en el futuro.

Adam Smith, el padre fundador de la ciencia económica, hablo de la importancia del “principio de simpatía”. Se refería a la necesidad de que cada uno incorporemos en nuestro comportamiento económico la felicidad o bienestar de los demás. Esta “simpatía” con los otros es el cemento que cohesiona a una sociedad de mercado.

Pero nuestras élites no practican ese principio de simpatía. Los otros le son absolutamente ajenos. Por eso no tienen ningún escrúpulo moral en defender la austeridad. Y, eso es lo que hace también que poco a poco el euro esté dejando de ser un proyecto de esperanza en un mundo mejor para la mayoría de la población europea para convertirse en un objetivo que solo interesa a esas élites políticas, económicas y financieras. Hoy por hoy, no hay un interés general europeo digno de tal nombre. Y la ceguera de las élites europeas impide que emerja.

Hasta aquí llegarían las notas más importantes del articulo de Antón Costas que deseamos comentar. Lo que siguen serían las consideraciones del colectivo Voces Transversales al respecto:

El articulo, no necesita muchos comentarios, (ni aclaraciones); pero, nos sugiere algunas ideas, que nos parece que podrían complementarlo. Sobre todo, en el aspecto de las razones que le han permitido, (al problema), alcanzar tal desarrollo..

Una primera impresión, es que se trata de un enorme caso de egoísmo social, a nivel generalizado que encaja perfectamente con las escalas de valores "individualistas-conservadoras", de las clases altas tradicionales facilitado por la ingente mejora de las tecnologías de información, y comunicación que han permitido la extensión del fenómeno de la economía "off-shore". Es decir: los " paraísos fiscales".

Ciertamente, esto no era nuevo; parece que empezó en el siglo XVII, durante la "Guerra de los 30 años" cuando los potentados de toda Europa empezaron a enviar sus riquezas a los bancos de Suiza; que fue neutral, ya entonces. Pero, hasta hace poco, se podía considerar una cuestión "de artesanía", comparado con la "industrialización" de ahora.

Como se dice en el articulo del Sr. Costas, el motivo psicológico principal es que esta gente se considera a si misma una "casta superior", como se ha dicho últimamente. Para ellos, el que no es rico, y poderoso, es porque es tonto, y vago; por tanto se merece su desgracia. Y el hecho de haber tenido éxito material, les confirma su sensación de superioridad; y les auto justifica sus privilegios. Les lleva a considerarse, algo así como: los "dueños de una granja"; de la cual el resto de la población, (de "clase general"), no seria(mos) mas que animales de producción cuya única razón de existir seria servirles, y enriquecerles durante toda su, (nuestra), vida útil. Y después, desaparecer cuanto antes, para no ocasionar gastos de "mantenimiento de bocas inútiles". (Himmler dixit)

En este escenario: cualquier escrúpulo ético desaparece. Todo les esta permitido; sin mas objetivo que incrementar indefinidamente sus niveles de poder y riqueza.

Esta teoría del derecho de los fuertes, a oprimir, expoliar, y terminar con los débiles, (todo justificado por la evolución progresiva de la especie); tuvo su defensa teórica en filósofos alemanes de fines del XIX. Particularmente: Friedrich Nietzsche influyó en España, sobre Sabino Arana; el ideólogo del independentismo vasco. Aunque, incomparablemente mas grave, fue su influencia sobre el movimiento nacional socialista alemán; que ocasionó la segunda Guerra Mundial como se sugiere en el articulo comentado.

La historia, se ha repetido. Esto ha sido, una constante en la historia, en la que la mayor parte de los regímenes políticos han tenido el carácter de "absolutistas"; de origen "aristocrático".

Hasta la aparición de las "burguesías", en el siglo XVIII, que empezaron a discutirles el poder; puesto que ya tenían buena parte de la riqueza y de la cultura necesaria para ello. Las revoluciones triunfantes repitieron la historia de abusos contra las clases generales; y provocaron con el tiempo las nuevas revoluciones populares de tipo "social-comunistas" cuyas élites dirigentes, (a su vez), volvieron a repetir el abuso sobre los mas débiles de entonces, y de siempre, y como siempre.

Como cita el articulo: este comportamiento, se materializó en el siglo XX en dos enormes conflictos colectivos; que fueron las dos guerras mundiales.

En los tiempos recientes, (desde aproximadamente 1945, hasta mediados de los 80); el recuerdo de la guerra mundial, con los estudios de posguerra sobre sus motivaciones y la subsiguiente guerra fría, (con los riesgos de reiniciar las hostilidades), hicieron recapacitar: en el sentido de pensar que había que mantener un cierto equilibrio social. Esto fue lo que hizo progresar a Europa, con su nota mas visible en los estados de bienestar.

Hasta mediados los años 80, había un cierto miedo, a una "involución", hacia el socialismo extremo de tipo comunista porque la U.R.S.S., no dejaba de hacer propaganda y trataba de hacer subversión. El refrán de que "el miedo guarda la viña", tenia plena aplicación aquí. Cuando la URSS fue arruinada, (y posteriormente descompuesta); en parte por la "Guerra de la Galaxias", del dúo Reagan-Thatcher, desapareció ese miedo y con ello se empezó a pensar que una economía liberal-capitalista salvaje, era mas productiva; y permitía enriquecerse mas, y mas rápido.

Hay que admitir que, en términos puramente "económico - financieros", esto puede ser verdad. Una economía de ese tipo, es mas productiva. Pero en términos sociales es desastrosa; como se ha podido comprobar en varias ocasiones. Y estos desastres sociales  han terminado ocasionando guerras, como las que cita el articulo.

Afortunadamente, todavía no hay mucha violencia pero la enormidad de los sufrimientos de tanta gente, no preludia nada bueno.

Releyendo a Antón Costas: La ceguera de las élites
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