jueves. 28.03.2024

Hacia una regresión democrática mundial

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Los ideólogos republicanos no son tontos y saben lo que están haciendo. Son conscientes que la mayoría social no comparte sus ideas y para ello necesitan de cuantas maniobras “legales” sean precisas para asegurar su dominio

Por Mario Regidor | Es posible que me esté llevando una merecida fama de agorero o de persona que se preocupa, tal vez excesivamente, acerca del devenir de nuestro mundo y nuestra sociedad pero creo que es obligado moralmente que avise acerca de los numerosos riesgos políticos que nos acechan. Hoy toca hablar de la regresión democrática.

Vamos a empezar por los Estados Unidos. He escrito varios artículos alertando de la peligrosidad del gobierno de Trump lo cual, dicho sea de paso, no me convierte en el adalid de la novedad ya que la mayor parte de periodistas, articulistas, creadores de opinión y analistas políticos con dos dedos de frente decimos, con matices, lo mismo acerca de semejante personaje y su extraordinario, por inusual, devenir político.

Pero conviene recordar que a principios de noviembre tendrán lugar lo que se llaman las elecciones de mitad de mandato, donde se renueva la totalidad de los 435 congresistas de la Cámara de Representantes, donde el Partido Republicano de Trump tiene la mayoría, y un tercio del senado, donde dicho partido tiene una ventaja de un senador sobre el Partido Demócrata. Son unas elecciones cruciales para el devenir, no sólo del país, sino de la Humanidad entera pero, con las sospechas de que Rusia está jugando a favor de Trump, con un sistema electoral que favorece al Partido Republicano (ya lo vimos en las elecciones presidenciales donde Hillary Clinton sacó casi 3 millones de votos de ventaja sobre Trump, pero no ganó lo que allí se llama el Colegio Electoral y que es lo que dirime la presidencia).

No obstante, aún siendo muy importante lo anterior, conviene tener en cuenta una cuestión. En Estados Unidos, hay unos hermanos, los Hermanos Koch, ultraconservadores y muy ricos, que llevan tiempo en una especie de cruzada para que “sus candidatos” logren asientos en la Cámara de Representantes y el Senado y lleven a cabo su agenda política. Ésta consiste en tratar de cambiar la constitución estadounidense por medio de una Convención Constitucional, para reformar la misma. Hace décadas que no sucede nada así en los Estados Unidos, además para poder realizarlo se necesitan autorizaciones de 34 estados de los estados de la unión de 50. Pues bien, ya tienen, al parecer, 28. Y esto la gente no lo sabe, ni siquiera en los propios Estados Unidos. Los medios afines a las doctrinas Republicanos bien se encargan de ello.

¿Por qué quieren hacerlo? Y, sobre todo, ¿Qué es lo que quieren cambiar? Muy fácil. Los ideólogos republicanos no son tontos y saben lo que están haciendo. Son conscientes que la mayoría social no comparte sus ideas (para muestra el botón de las elecciones presidenciales que apunté en párrafos anteriores) y para ello necesitan de cuantas maniobras “legales” sean precisas para asegurar su dominio durante mucho tiempo y poder hacer los cambios que ansían. Uno de los principales, por ejemplo, es acabar con la enmienda 17 de su constitución que preconiza la elección popular de los senadores (2 por estado, hasta los 100 que conforman la cámara). Antes se elegían por las gobernaciones de cada estado, sustrayendo el voto popular de una elección tan importante. Ahora quieren volver a tiempos pasados. 

Todo lo anterior parece propio de los tiempos actuales, tan modernos en muchas materias como las nuevas tecnologías, pero, a la vez, tan regresivos en otras cuestiones como los derechos económicos y sociales, en especial de las minorías. Miren un dato curioso, a la par que alarmante, según el antiguo analista y estratega político republicano Steve Schmidt, un 80% de los nacidos en la década de los 30 del siglo pasado considera la democracia la mejor forma de gobierno, si cogemos a los nacidos en la década de los 80 del siglo pasado, gente que oscila entre los 30 y 40 años en la actualidad, ese porcentaje desciende hasta un exiguo 25%. Y no es un fenómeno privativo de los Estados Unidos, en Europa estamos sufriendo acontecimientos similares en varios países donde los movimientos populistas y eurófobos, en su mayoría de extrema derecha, están subiendo en las encuestas y metiendo miedo a los partidos políticos tradicionales de un signo o de otro para que asuman dentro de sus postulados políticos ideas de sus respectivos programas electorales. Un ejemplo de esto último es el Brexit, gran triunfo de Nigel Farage del UKIP en detrimento de James Cameron y Theresa May del Partido Conservador y, en donde, el Partido Laborista comandado por Jeremy Corbin tampoco se está cubriendo de gloria, la verdad.

En marzo del próximo año, teóricamente, Gran Bretaña dejará la Unión Europea y la dejará a costa de un precio importante a pagar, en materia de comercio, libertad aduanera, de tránsito de personas y, sobre todo, de confianza del resto de países que, hasta ahora, son sus hermanos. Un símbolo más de la regresión democrática. Aquí conviene recordar el caso de una ciudadana británica llamada Gina Miller que luchó para que el referéndum británico que dio vía libre al Brexit fuera debatido en el Parlamento y el Tribunal Supremo dijo que sí. Efectivamente, se discutió y no salió adelante ninguna de las enmiendas que se presentaron. En este caso, los representantes políticos, por miedo, por disciplina de partido, por la presión de una ciudadanía más ruidosa que numerosa, declinaron hacer su labor de interpretación de la voluntad ciudadana convirtiéndose en un esperpento valleinclanesco.

Miren, hay dos maneras de derrotar a un enemigo (Steve Schmidt dixit): vencerle en el campo de batalla como se hizo con las potencias del Eje en la II Guerra Mundial o agotando su voluntad de luchar, como se hizo con Estados Unidos en la Guerra del Vietnam.

Los partidos populistas, los medios de comunicación que les apoyan, la ciudadanía que no se preocupa en escrutar aquellos “inputs” de información que les llegan, frecuentemente a través de las redes sociales, las “fake news”, propagadas por Facebook, la era de la “posverdad”, en la que se da la misma importancia a un comentario realizado por un catedrático o experto en una materia concreta que a una persona iletrada o totalmente profana en dicho tema. Todo ello es, en suma, otro de los pilares de una regresión democrática que parece estar encontrando un caldo de cultivo brutal a la par que silencioso, en la que nadie parece darse cuenta de que estamos entrando en un bucle en el que, como decía en el párrafo anterior, están tratando de agotarnos en nuestra voluntad de luchar por volver a la situación democrática anterior, aquella en la que, como decía Gina Miller, “El Estado de derecho puede y debe frenar el populismo”

Que así sea.

Hacia una regresión democrática mundial