jueves. 28.03.2024

La llegada

tierra

Estamos muy cerca de perder esa época de consensos que se viene forjando desde finales de la Segunda Guerra Mundial con el riesgo que puede acarrear en un futuro no muy lejano

Por Mario Regidor | Hace unas semanas la televisión pública puso en emisión una película que en España se tituló “La Llegada”. Narraba la visita de 12 naves al planeta habitadas por unos extraños seres a los que dieron el nombre de Heptápodos ya que se asemejaban a una especie de manos muy grandes con 7 dedos.

El problema, como suele suceder en estos casos, era la comunicación. 12 naves se posaron en 12 parajes geográficos distintos pertenecientes a 12 países diferentes. Cada uno de los gobiernos de los países decidió una estrategia a la hora de establecer contacto con los alienígenas pero de forma coordinada decidieron compartir la información de la que disponían y que iban recolectando en los diferentes lugares.

No obstante, en un momento dado, debido a los fallos de comunicación a la hora de entablar contacto con los extraterrestres y, sobre todo, a que ambos interlocutores estaban aprendiendo una lengua nueva, se produjeron diferencias de interpretación y unos pocos países decidieron cortar la comunicación y prepararse para una eventual guerra.

No quiero contarles el final pero sí que les diré que, finalmente, se recupera la colaboración y la comunicación entre todos los interlocutores debido a que los propios alienígenas dejan un mensaje que necesita de los otros 11 trozos de mensaje desperdigados por los diferentes países para que el resultado final tenga sentido y exprese un mensaje de colaboración entre todos.

Quería contarles esto porque, para mí, es una película que habla de dos cuestiones que yo considero capitales en política y en la vida en general. Una es la importancia de la comunicación para llegar a acuerdos, consensos y, sobre todo, para generar la empatía necesaria para situarnos en el lugar de la otra persona o, en el caso de la política, del otro país u organización con la que estamos tratando.

La otra cuestión capital es la colaboración para llegar a la mejor solución. Siempre he dicho que la creación de instituciones como la Sociedad de Naciones después de la Primera Guerra Mundial inspirada por Woodrow Wilson, presidente de los Estados Unidos, fue la primera piedra de toque en la era contemporánea para fortalecer los lazos de unión entre los diferentes países del mundo… y fue un rotundo fracaso ya que no lo consiguió y 30 años después estalló un conflicto mucho peor, la Segunda Guerra Mundial.

Pero la grandeza de la clase política de aquel entonces fue apostar por instituciones y organizaciones supranacionales que habían fracasado estrepitosamente en momentos anteriores, simplemente porque creyeron que había que hacerlo de otra manera pero sin abandonar la idea inicial de fomentar la diplomacia y el entendimiento entre los países por encima de sus diferencias políticas y arbitrando procedimientos para la resolución de conflictos de forma lo más consensuada posible y, en donde, nadie se tomara la justicia por su mano.

Casi 80 años después de la aparición de la Organización de las Naciones Unidas y más de 60 años después de la creación del germen de lo que hoy es la Unión Europea, creo poder afirmar que el mundo actual, con sus múltiples riesgos derivados de una nueva manera de entender el terrorismo como algo ajeno a las fronteras de un país concreto y en donde los estados nación tienen mucho más difícil actuar ya que no hay una base física de actuación, creo que es justo reconocer que, aun así, el progreso y la menor incidencia de conflictos ha marcado una diferencia sustancial con épocas no tan lejanas en el tiempo.

Por todo lo anterior, huelga decir que la colaboración, la comunicación y la interrelación entre los diferentes países en el seno de las múltiples organizaciones supranacionales que pueblan la esfera geopolítica internacional se convierte en el principal nexo de unión para asegurar la paz mundial y, sobre todo, para que sea duradera en el tiempo en una época en la que vivimos la mayor estabilidad internacional en materia de conflictos de toda la época contemporánea.

Es por ello que actitudes aislacionistas como las del presidente Trump reventando tratados comerciales y de protección medioambiental surgidos, precisamente, del consenso y el debate entre países que comparten una misma amenaza, se está convirtiendo en un serio obstáculo cara a asegurar esa paz mundial que tanto deseamos que no se pierda en la memoria del recuerdo. Y créanme, estamos muy cerca de perder esa época de consensos que se viene forjando desde finales de la Segunda Guerra Mundial con el riesgo que puede acarrear en un futuro no muy lejano.

La llegada