viernes. 19.04.2024

La juventud ante el reto de la COVID19

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Por Ada Santana | No bastó con que nos condenaran a un futuro incierto y a vivir peor que nuestros padres, que nos acusaran de ninis o que nos llamaran la generación perdida. La irrupción del COVID-19 ha vuelto a poner todo patas arriba.

Hasta hace unos meses las personas jóvenes mirábamos al futuro con ilusión y optimismo, apenas comenzaba una pequeña recuperación y, de pronto, todo se esfumó.

“Se acabó el poder realizar los estudios de mis sueños”. “Tendré suerte si logro finalizar los actuales”. “Siempre pensé que en el momento de mi graduación la situación sería favorable y poco a poco, con mucho esfuerzo podría incorporarme al mercado laboral desarrollando los conocimientos adquiridos a lo largo de mi titulación universitaria”. Todos estos son testimonios de jóvenes que, en el momento actual, no saben qué pasará ni qué les deparará el futuro…

En suma, por enésima vez, las personas más jóvenes somos las grandes damnificadas de esta nueva crisis. No bastó con que dificultaran nuestro pasado y presente, ahora también nuestro futuro.

Somos la generación mejor formada de la historia, que ha contado con los mayores recursos puestos a su disposición y, en cambio, el resultado es desesperanzador.

No obstante, la Covid-19 ha sido la puntilla de una situación en la que, a pesar del optimismo innato que desprende la juventud, llueve sobre mojado.

En este aspecto, la precarización del empleo ofrecido a los más jóvenes ocupa un lugar esencial en el desánimo de nuestra juventud, pues un contrato de 400 euros, seguramente, no sea la panacea para ellos. La falta de estabilidad laboral producida por los contratos temporales que caracterizan al empleo juvenil o la falta de oportunidades producida cuando se pretende que un joven de 25 años tenga una titulación universitaria, un máster, dos idiomas y por supuesto, amplia experiencia laboral.

Son muchos los jóvenes que continúan formándose ante la falta de un empleo que les brinde la oportunidad de incorporarse a un mercado laboral cada vez más exigente e insatisfactorio para ellos. Pero mi pregunta, con las elevadas cifras de jóvenes empleados sobrecualificados que tenemos, es ¿seguir fomándonos exactamente para qué?  

Me atrevo a apuntar una medida que se podría aplicar: No aumentar la edad de jubilación. Una vida laboral prolongada puede ser beneficiosa para el mercado productivo, pero no cabe duda de que imposibilitará más aún la incorporación al mercado laboral de los jóvenes y retrasará el adecuado y necesario relevo generacional que urge en nuestro país.

La juventud ante el reto de la COVID19