viernes. 29.03.2024

La fuente de la vida

Por Mariola Marrero | Para los expertos en geopolítica, ni el petróleo, ni el gas, serán los recursos que causen más conflictos en un  futuro no muy lejano, será con toda seguridad el agua.  A lo largo de la historia se ha tratado el tema en diversos acuerdos, siempre siendo conscientes de que  el agua es el bien más necesario para la vida, pero no se ha hecho lo suficiente.

El reto sobre la gestión del agua es algo que ningún país debería posponer; ni siquiera para mañana, pues mañana ya es tarde cuando el futuro del planeta está en juego. Ningún estado  podrá garantizar el bienestar de su población y, por ello, su estabilidad, si no se ocupa de los recursos hídricos necesarios para abastecer a sus ciudadanos, no pudiendo desarrollarse como país sin agua, como no lo puede hace ningún ser vivo. La realidad es que actualmente el consumo de agua es el doble que hace 50 años y el 40% de la humanidad no tiene acceso directo al saneamiento básico, lo que provoca enfermedades que se podrían evitar con necesarias mejoras higiénicas.

Según la OMS, el abastecimiento de agua no debería estar a más de un kilómetro de las viviendas, pero sabemos que existen millones de personas que deben trasladarse durante horas hasta una fuente para conseguir agua potable y, en otras ocasiones, se paga un precio demasiado alto por un bien de necesidad que debería ser gratuito. Los países más pobres pagan 50 veces más por litro de agua que los ricos al verse obligados a cómprala a vendedores privados, convirtiendo un bien necesario en elemento de mercadeo cuando el  coste de agua potable embotellada se ha incrementado en muchos países debido a la deficiente infraestructura que potabiliza o retiene el agua de la lluvia con garantías, además de la imposibilidad de acceso a una fuente cercana.

Los glaciares que alimentan los ríos y acuíferos están en proceso de deshielo, cuando lleguen a su mínima expresión y la escasez de agua potable no sea suficiente para abastecer a las ciudades, podría significar el principio del fin de la vida. La ONU advierte que la demanda poblacional e industrial de consumo de agua crecerá hasta un 44% en el 2050, lo que es peor aún, a día de hoy existen más de 300 zonas en el mundo en las que se puede crear un conflicto en 2025 con el agua como protagonista,  ya sea por controlar las fuentes o incluso usarla como arma para ganar otras batallas en conflictos aún abiertos. Recordemos que Israel se apropió de todos los recursos hídricos después de la ocupación de Cisjordania y la Franja de Gaza, saboteando infraestructuras que le suministran agua potable, en África se están agravando las luchas étnicas y la competición por el control de caudales y al otro lado del océano, en Sudamérica existen ya contiendas generadas por la apropiación de aguas en las fronteras.

Partimos de la convicción de que las próximas disputas internacionales serán por la falta de recursos hídricos que producirá escasez de alimentos que acabarán convirtiéndose en un bien de lujo e inaccesible para la mayoría de la población, si a esto, además le sumamos los movimientos migratorios causados por problemas medioambientales que también causan hambruna, la tendencia abocará a muchos países de Oriente Próximo, hacia gobiernos autoritarios más restrictivos con la excusa de superar las crisis que se avecinan, una excusa ya utilizada anteriormente. Algunos de estos gobiernos, incapaces de hacerle frente a los peligros se convertirán en estados fallidos sin poder retomar un sistema que los estabilice: el escenario perfecto para un conflicto a escala global.

Con éstas cifras, y la falta de establecimiento de medidas por parte de los estados para remediarlo, lo más probable según los expertos es que la próxima guerra mundial sea por  este recurso vital.

¿Qué podemos hacer para revertir este proceso?

Primero, tomar conciencia del problema que puede suponer, apreciar y proteger las fuentes, manantiales, acuíferos, ríos y demás caudales, evitando la contaminación y la pérdida de flujos y tomando la gestión del agua como un derecho humano, pudiéndose garantizar su democratización, poniendo en marcha mecanismos que puedan abastecer a  la población con redes hídricas más eficientes, pero esta misión debe ser de todos, y con simples actos cotidianos desaprovechamos, como si no fuera importante, uno de los elementos más preciados para la vida. Si pensáramos que el agua es más valiosa que el dinero, el petróleo, los diamantes y el coltán para el funcionamiento de la complicada maquinaria que es la Humanidad, puede que, entonces y solo entonces, tengamos aún esperanza como especie. 

La fuente de la vida