viernes. 29.03.2024

Estado social y democrático de derechas

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Por José Bujalance C. | Vivimos en una democracia de baja calidad, con una sociedad fragmentada, donde la única certeza es la lucha cainita y no el debate, obstaculizado por los personalismos, porque no se discuten ideas sino personalidad. Los españoles asumimos roles más o menos definidos, retomamos frases hechas, valores, léxico, datos históricos, opiniones de otras personas, con el fin de desarrollar una conducta acorde.

Hay una parte muy numerosa de la población que carece de cultura política, sobre todo de cultura democrática, recreando la cultura política (con sus diferentes sesgos, restricciones y posibilidades) cotidianamente y de distintos modos. El problema es que esta ciudadanía no está realmente informada y muchos políticos ocultan sus intenciones e impiden cuestionamientos y procesos de reflexión. Uno de los elementos fetiche más efectivo es "la patria", que se retroalimenta de sentimientos nacionalistas y de una mitología recreada por el sistema educativo y los medios de comunicación.

La calidad de la democracia española es tan baja que es muy difícil que los ciudadanos cambien las instituciones; la naturaleza del Estado crea una sociedad muy fragmentada, sin la esfera pública necesaria para que se pueda identificar colectivamente cómo cambiar el equilibrio; las élites tienen interés en que este equilibrio se mantenga e institucionalizaron leyes, estrategias políticas y formación de coaliciones e internalizaron sociológicamente un modelo de país para cumplir este objetivo.

La mala calidad de la democracia influye directamente en las deficiencias con que se construye la justicia social y se garantizan los derechos humanos, como puede ser la Sanidad Pública en la búsqueda de los equilibrios sociales

Esta democracia funciona bastante mal pues existen intereses espurios que restan credibilidad a las instituciones que sostienen la democracia. Entre los culpables hay fuerzas opositoras del país que en lugar de servir de contrapeso natural del esquema democrático se han convertido en una vergüenza para la democracia, primando los intereses de sus dirigentes, alejándose de la responsabilidad como agrupación política.

Vivimos en un estado de emergencia económica y otra vez a un paso de un estado de alarma sanitaria, pero los españoles no vemos la responsabilidad como valor democrático entre la clase política. Mantenemos en algunas instituciones del Estado el culto al personalismo y al dominio tiránico del poder como herencia histórica, socializada. El fin justifica los medios sólo en las democracias de baja calidad.

La mala calidad de la democracia española se evidencia con la constante batalla cultural, donde se apuesta por la trampa y la demagogia, donde el debate político y su traslación a la opinión pública no se gana con ideas ni propuestas, ni por la trayectoria o inteligencia de los ponentes sino por el dinero que se invierte, lo que le resta legitimidad y convierte a muchos en delincuentes electorales, políticos surgidos de un proceso fraudulento. Lo grave es que gran parte del dinero que se ha empleado en campañas electorales son recursos públicos y presumiblemente también son donaciones que viene haciendo la delincuencia organizada.

La extrema derecha quiere acabar con la democracia muerta, no tolera la opinión libre y planea venganza, pobreza y un capitalismo nacional populista de empresas estatales ineficientes y amigos testaferros. Lo poco que quede, será extraído, confiscado y distribuido entre los privilegiados. El único proyecto que tiene es volver al poder y recuperar la impunidad de los corruptos y el empobrecimiento generalizado para una sumisión eterna. Quizás la solución sea simple y empiece porque todos cumplamos y hagamos cumplir la Constitución.

La clase trabajadora, empobrecida desde hace años, sostiene servicios públicos de baja calidad con sus impuestos, paga por servicios privados carísimos y recibe jubilaciones miserables; y está harta del saqueo de lo público en manos de oligarquías de ética dudosa, y, por la extracción descontrolada de impuestos para financiar los lujos de una casta que se esfuerza por incumplir el camino trazado por la Constitución.

La mala calidad de la democracia influye directamente en las deficiencias con que se construye la justicia social y se garantizan los derechos humanos, como puede ser la Sanidad Pública en la búsqueda de los equilibrios sociales y un desarrollo que no se caracteriza por atender los problemas y agravios de la población, arrastrándonos a una mayor desigualdad y la recurrencia de conflictos sociales.

Conviene no olvidarlo por lo que pudiera venir…

Estado social y democrático de derechas