miércoles. 24.04.2024

La elección de Trump: ¿Por qué?

Por Mario Regidor | Confieso que he sido uno de los miles de personas que en nuestro país se ha quedado sin dormir la noche pasada siguiendo por los diferentes canales de televisión, estadounidenses en su mayoría, cómo iban cayendo estado tras estado en el debe del que, a partir del 20 de enero de 2017, será el próximo presidente de los Estados Unidos: Donald Trump.

Mucho tenemos que reflexionar en el llamado mundo desarrollado acerca de las causas de la victoria de un candidato que se ha distinguido en campaña electoral y en su vida en general, como una persona racista, machista, xenófoba y lo peor de todo; capaz de infundir miedo, odio y división en todo un país con la intención de dividirlo y sacar rédito político de ello.

Pero la pregunta que la mayoría de analistas y la población en general se hace es: ¿Por qué? ¿Cómo es posible que el pueblo americano haya elegido, de forma mayoritaria, a este ser humano para comandar su destino durante los 4 próximos años?

Las respuestas no son sencillas, en absoluto. Podríamos decir que, posiblemente, la candidata demócrata no debería haber sido Hillary Clinton sino, paradójicamente, un senador independiente por el estado de Vermont, de 74 años de edad y que logró, durante las primarias, enardecer a unas bases jóvenes que fueron las que auparon a Barack Obama a la presidencia de la nación y que le fallaron a Clinton. Las minorías, latinos y afroamericanos, apoyaban a Hillary pero no acudieron en masa a las urnas porque no las ilusionaron con la idea de un cambio real posible.

El discurso populista y demagógico de Trump caló entre las clases sociales de menor poder adquisitivo, con sus trabajos amenazados por la deslocalización y la globalización mal entendida y ajena a los intereses sociales. El discurso del racismo y la xenofobia contra el que es diferente (la deportación pretendida de más de 11 millones de extranjeros que no tienen permiso de residencia, la construcción del muro que pretende dividir la frontera estadounidense con la mejicana, etc) ha encontrado un caldo de cultivo especialmente preparado con grandes bolsas de trabajadores industriales que han perdido el empleo por “culpa” de los tratados de libre comercio que se pretenden implantar entre la Unión Europea y otros países y Asociaciones de Comercio con los Estados Unidos o que podrían amenazar sus puestos de trabajo y su modo de vida. Sólo así se pueden explicar los buenos resultados obtenidos por Trump en estados como Michigan, por ejemplo.

Además, Obama no ha logrado uno de sus principales objetivos cuando comenzó su singladura como presidente: unir y cohesionar a un pueblo que amenazaba disgregación y disgresión. Los colectivos de personas que se unieron a su campaña y le llevaron en volandas a ser presidente y, 4 años después, a revalidar su mandato, jóvenes, minorías que lograron ilusionarse con su mensaje y con su ejemplo al aspirar a ser pionero, convirtiéndose en el primer presidente afroamericano de la historia de su país, se sintieron desamparados al no alcanzar el objetivo fijado. Hillary no logró acercarse a esos colectivos y, lo que es más grave, con un candidato oponente que insulta a las mujeres, las cosifica y las rechaza como seres humanos capaces de aportar valor añadido a la vida política y, todo ello, con una mujer candidata a la presidencia que no ha logrado, siquiera, convencer a ese segmento de población que claramente le favorecía. En este aspecto, Bernie Sanders, posiblemente, hubiera ofrecido un mejor resultado.

Ya hemos señalado la parte económica como una de las principales estrategias que debían usar los candidatos para generar un estado de opinión favorable a sus propuestas programáticas. No obstante, Trump ha demostrado, sin grandes alardes, que era el terreno en el que se encontraba más cómodo. Sabía como motivar a los trabajadores que veían amenazados sus puestos de trabajo. Esta situación ha sabido leerla el equipo de Trump y ha enfocado la campaña, en este sentido, en una doble vertiente. Por un lado, prometer medidas proteccionistas con el fin de asegurar sus puestos de trabajo (como la imposición de aranceles a China y a la Unión Europea) y, por otro lado, atacar a aquellos que podrían “quitarles” sus puestos de trabajo, es decir los inmigrantes (volvemos al muro mejicano…).

Otro factor de especial importancia y que, parece haber sido desdeñado: el voto oculto. Con una persona con tantos defectos aparentes como el ahora presidente estadounidense, pero con una personalidad labrada de triunfador empresarial (con muchos fiascos como se ha encargado de alumbrar la prensa especializada) pero que ha calado también en una sociedad mayoritariamente individualista como la estadounidense donde el mito del “hombre hecho a sí mismo” y el “sueño americano” forma parte del ADN consustancial al ciudadano americano., no deja de sorprender este aspecto porque, Donald Trump tiene unos orígenes de lo que podría llamarse clase alta, casi aristocrática que, para nada, se puede comparar a aquellas personas, minoritarias en número, que partiendo de unos orígenes humildes han logrado salir adelante. Es más, ha hecho un discurso anti establishment, siendo uno de los mayores exponentes de ese sistema que pretendía derrotar.

El papel de la prensa en esta campaña ha sido curiosa ya que, los medios tradicionales han logrado sacar varios trapos sucios de los candidatos, sobrepasando al papel preponderante que tuvieron las redes sociales en las dos campañas de Obama. No obstante, ese papel que jugaron en un pasado no muy lejano de influencia a la hora de apoyar a un candidato en detrimento de otro, no ha podido verse más ninguneado en estas elecciones. Para muestra un botón: más de 200 diarios impresos en Estados Unidos escribieron editoriales de apoyo a Clinton, sólo 6 apoyaron a Trump. Sin comentarios…

Por último, pero no menos importante, no podemos sustraernos al hecho de que llevamos un año de frecuentes desgracias políticas y, sobre todo, inexplicables a ojos de la mayoría. Por ejemplo, el voto negativo al Tratado de Paz con las FARC en Colombia, la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea (Brexit), las dos victorias de Rajoy en sendas elecciones después de su penosa gestión y de los casos de corrupción en su partido y ahora, la elección de Trump. Fíjense en lo que tienen en común todos estos sucesos: es el pueblo el que lo ha decidido libremente por medio de votación o referéndum. Conviene preguntarse el por qué. Algo pasa a nivel mundial, parece que la ciudadanía en cada uno de sus países se está replanteando las raíces mismas de lo que venía siendo la política desde hacia décadas, están cambiando el Status Quo y, sin perjuicio de que la crisis económica prolongada que padecemos esté haciendo su trabajo en lo que se refiere a la modificación de voluntades y a su uso torticero y manipulador por ciertos líderes políticos ávidos de poder a cualquier precio, no cabe duda de que la ciudadanía parece estar resarciéndose de décadas en donde, únicamente, se les consultaba cuando tocaba legalmente la convocatoria electoral para refrendar o no el gobierno existente en ese momento.

En resumen, nos adentramos en un tiempo muy convulso, en donde la crisis económica se irá más tarde o más temprano, pero permanecerán sus efectos, posiblemente durante generaciones. De nosotros depende enfocar nuestros países y nuestros destinos en una determinada dirección y de los políticos comprobar si se pueden adaptar a esas situaciones o, si por el contrario, pretender mantener el Status Quo o cambiarlo para que todo siga igual.

Aviso: la victoria de Trump es sólo el principio.

La elección de Trump: ¿Por qué?