jueves. 18.04.2024

El legado de Trump

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Estamos ante un período en el que el futuro se avecina lleno de incertidumbre y, en donde, la tendencia populista que impera en numerosos países corre un serio riesgo de extenderse y hacerse viral en formas y en ideas

Por Mario Regidor | Escribo este artículo la madrugada de las elecciones celebradas hace unas semanas en Estados Unidos, observando como los diferentes escaños de la Cámara de Representantes, Senado y distintas gobernaciones van cayendo, ora al lado republicano, ora al lado demócrata. Las predicciones son que la Cámara de Representantes volverá al seno demócrata, mientras en el Senado, la mayoría republicana se mantendrá e, incluso, podría ser mayor. Por otro lado, la mayoría de gobernaciones volverán a manos demócratas.

Estas elecciones se han visto como un referéndum que, por encima de otras consideraciones, refleje el apoyo a Donald Trump pero a mí, personalmente, me preocupan mucho más las posibles consecuencias que pueda tener en el futuro cercano.

En esta contienda electoral, tradicionalmente mucho más abstencionista que las elecciones que coinciden con la renovación presidencial, se ha movilizado en gran medida el voto anticipado, no presente en todos los estados, y muy especialmente, el voto joven, el de las minorías, latinos y afroamericanos en concreto, y el de aquellas personas que votan por primera vez lo que, en teoría, debería beneficiar a los demócratas en esta y en las siguientes contiendas electorales. Si Donald Trump no consigue hacer mella en el apoyo a los azules de dichos colectivos en dos años tendrá muy complicado mantener la presidencia.

De todas maneras, ¿su legado permanecerá? George Soros en una reciente entrevista en XL Semanal realizada después de su discurso en el Foro de Davos considera a Trump “como un fenómeno puramente temporal que se esfumará en 2020, sino antes”

La verdad es que no creo que eso suceda. Han pasado dos años y la situación política en Estados Unidos se ha vuelto cada vez más divisiva y se ha polarizado de manera brutal aprovechando un sistema electoral en el que, con un bipartidismo casi perfecto, la oposición de uno contra el otro se vuelve el pan nuestro de cada día y dificulta la gobernabilidad y la llegada a consensos entre contendientes para sacar iniciativas legislativas adelante, a lo que se une el hecho de que el presidente cuenta con el poder legal de vetar las leyes que le puedan llegar de las cámaras legislativas.

Sinceramente, si solo hemos llegado a la mitad del mandato y Trump con sus declaraciones falsas y el uso casi enfermizo de Twitter para ir desgranando periódicamente su agenda y programa político ha instaurado un estilo de hacer política que, lamentablemente, perdurará en el tiempo y se exportará a otros países, incluso de Europa aún después de que se retire o sea derrotado por las urnas.

Hay que destacar una cuestión a tener en cuenta: si nos fijamos en el numeroso merchandising republicano, o más bien trumpiano, hay un lema que machaconamente se repite y que no puedo decir que sea falso: promises made, promises kept: promesas hechas, promesas cumplidas. Hay que reconocer que Trump no ha conseguido acabar con la reforma sanitaria de Obama, quizá su gran legado, ni tampoco ha construido el muro en la frontera con México, obstinándose en él aún cuando el gobierno federal ha sufrido un cierre presupuestario que dura casi un mes, pero la bajada de impuestos a las clases altas más radical desde Reagan y la renegociación de los tratados comerciales con el resto de países americanos y la UE con el establecimiento de aranceles a China que había predicado como ejes principales de su política proteccionista en materia económica los ha ido cumpliendo “religiosamente”.

Pero, por encima de todo lo anterior, lo que de verdad me alarma es el hecho de que el trumpismo sin Trump perviva en el tiempo ya que Steve Bannon, su estratega de campaña y fundador de uno de los principales medios de comunicación de extrema derecha, Breitbart News, está predicando con sus acólitos tanto en Estados Unidos como en Europa esta nueva manera de hacer política encarnada por Trump. Su éxito o fracaso comenzaremos a verlo, aunque no de una manera ostensible, en estas elecciones y, en el caso de Europa, en el número de escaños que consigan los partidos de extrema derecha o similares en el Parlamento Europeo en las próximas elecciones del año que viene comenzando por nuestro país donde Vox apunta a 8 escaños según el último sondeo realizado por Sociométrica.

En suma, estamos ante un período en el que el futuro se avecina lleno de incertidumbre y, en donde, la tendencia populista que impera en numerosos países corre un serio riesgo de extenderse y hacerse viral en formas y en ideas y lo que me parece más grave, la derecha a pesar de que nos parece dividida sin ir más lejos en España (con el PP, Ciudadanos y Vox luchando por un mismo espacio electoral), no es menos cierto que sus programas electorales se parecen como gotas de agua lo que les hace fuertes frente a embates de los partidos de izquierda.

No lo olvidemos, en tiempos de “guerra ideológica”, la izquierda suele aparecer dividida defendiendo sus propios intereses frente a un adversario que suele aparecer mucho más unido cuando de verdad se plantean las verdaderas batallas en pos de la libertad y la igualdad. Urge un rearme ideológico y colaborar para hacer frente a un previsible cambio que perdurará durante generaciones si no nos ponemos mano a la obra.

El legado de Trump