viernes. 29.03.2024

Educar hoy, es educar mañana

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Por Patricia Pérez Rivero | ¿Qué es educar?, según la RAE tiene varios significados:

  1. Dirigir, encaminar, doctrinar.
  2. Desarrollar o perfeccionar las facultades intelectuales y morales del niño o del joven por medio de preceptos, ejercicios, ejemplos, etc. Educar la inteligencia, la voluntad.
  3. Desarrollar las fuerzas físicas por medio del ejercicio haciéndolas más aptas para su fin.
  4. Perfeccionar o afinar los sentidos. Educar el gusto, el oído.
  5. Enseñar los buenos usos de urbanidad y cortesía.

Nuestro futuro lo tienen ellos, y nosotros tenemos el presente para enseñarles a ser buenas personas dentro y fuera de casa

Una vez que sabemos los diferentes significados de la palabra, vamos a trasladarla al aspecto de la educación en niños. Dependiendo del entorno en el que estén se educará de un modo u otro, siempre se ha dicho que la educación parte en casa porque es el ambiente en el que permanecen durante más tiempo los primeros años de su vida. Ahí nacen sus primeros movimientos, palabras, travesuras, rutinas, juegos, donde crean su vínculo con la familia al pasar los días juntos.

No es lo mismo educar en casa que en un colegio. Está claro que los centros de educación desde las escuelas infantiles, colegios, institutos y universidades tienen como objetivo formar y enseñar con temarios que son necesarios para desenvolvernos en el mundo. Se educa con temas, ejercicios, exámenes, trabajos, se cuestionan que quieren ser de mayores a través de los conceptos, etc. Porque en un futuro eso que les gusta hoy en clase, podría  ser lo que ellos enseñen mañana. Esto es lo que sería educar en un centro de estudios, pero antes de llegar aquí y durante toda la enseñanza está la educación de casa. 

Esa que se nos imparte día tras día, en la que nos explican las cosas y situaciones que nos rodean, donde desarrollamos nuestros juegos y jugamos con nuestros juguetes, donde nos enseñan a comer con cubiertos, a limpiarnos después de hacer nuestras necesidades, a vestirnos y desvestirnos, asearnos para estar limpios y sanos, a recoger nuestras cosas después de usarlas, a colaborar en casa con las tareas del hogar, a compartir con la familia lo que has hecho hoy para que sepan qué hiciste, a hablar con ellos de tus problemas o tal vez de lo mucho que te gusta algo o alguien, ésto y muchas cosas nacen en un principio en casa y se trasladan a los próximos entornos que frecuentamos. 

Si educamos en casa con la base del respeto hacia nosotros mismos, hacia las personas con las que estamos tanto como si las conocemos como si no, hacia el lugar donde estamos, dejarlo como lo encontramos es decir, cuidándolo conseguimos que el respeto vaya donde estemos nosotros.

Si a ese respeto le añadimos la capacidad de comunicarnos con los demás para desarrollar actividades, crear amistades, trabajar o hacer los deberes con los compañeros cualquier duda que tengamos puede ser resuelta y se hace más llevadera la acción que realizamos.

Si tenemos el respeto y la capacidad de comunicarnos, toca saber cómo gestionar nuestras emociones, sentimientos y pensamientos. Ser capaces de reconocer si estamos bien o mal, tristes o contentos, abrumados o apartados. Saber qué nos pasa, nos ayuda a comprender qué nos sucede y porqué nos afecta de ese modo. Con esa información podemos trabajar las emociones y transformarlas en  reflexiones, así si gestionamos las emociones, sentimientos y pensamientos negativos podemos llevarlos mejor, controlando lo que nos pasa y superando los obstáculos que tengamos o que se nos puedan presentar. Parece sencillo, pero para un niño es difícil gestionar lo que siente y en algunas ocasiones hasta reconocer lo que siente. Pero si se enseña desde un inicio, será mucho más fácil para cuando esos pequeños crezcan y pasen por las distintas etapas de su vida.

Una vez que sabemos reconocer lo que sentimos y gestionarlo, hay que aprender la empatía. Ponerse en el lugar del otro, para poder experimentar su situación siendo tú, puede ayudarte a conectar con la persona e incluso a resolver su problema si lo tuviera. Con la empatía por el prójimo podemos crear una conexión emocional solidaria con la que podemos luchar juntos contra las adversidades, dilemas sociales y, sobre todo, con las injusticias que existen en nuestro mundo.

También aparte de tener presente lo dicho anteriormente, hay que saber escuchar para poder entender bien lo que pasa. No hay que dejarse llevar por lo que se ve ni acusar, sin preguntar ¿qué ha pasado?

Cada persona o situación que presenciamos tiene una historia con sus motivos y causas de hecho. Eliminar los prejuicios sociales o etiquetas sociales, no pongas nombre a algo que no conoces. Observa, acércate y pregunta con respeto, así sabrás que pasa y podrás actuar para ayudar o no, siempre puedes ser un simple observador. Cada uno hace el rol que quiera o pueda asumir.

Si quieres que te escuchen, escucha tu primero, si quieres que te entiendan, elimina tus barreras. Reconoce lo que te pasa y comunícate, trasmitiendo lo que sientes para que esa persona puede conectar contigo, escucharte y apoyarte con lo que te pase.  Recuerda que siempre para todo y para ti, el respeto debe estar presente, si respetas te respetarán.

Todo esto viene de nuestro hogar, de nuestras acciones y del día a día, cada uno educa como mejor sabe o cree. Nadie nació sabiendo cómo educar, pero a través del vivir y las experiencias podemos enseñar a los niños qué es lo correcto y lo que no. Nuestro futuro lo tienen ellos, y nosotros tenemos el presente para enseñarles a ser buenas personas dentro y fuera de casa.

Educar hoy, es educar mañana