viernes. 29.03.2024

Y tú, más

bildu

Es muy triste constatar que los partidos de izquierda, o de supuesta izquierda, tengan que echar mano de una actitud infantil como inmadura, a la hora de defender sus posiciones políticas frente al acoso canallesco de una derecha vesánica, la derecha más ruin y mezquina que ha tenido este país que llaman España.

Replicar cualquier argumento de la derecha con la muletilla “y tú, más” tiene el añadido de reconocer, aunque no se quiera, que la acusación es cierta; en mayor o menor cantidad, pero verdadera. Significa que quien acusa como quien hace la réplica ejercen el vicio que se imputan recíprocamente.

En este sentido, ver a los dirigentes del Psoe caer en semejante trampa produce estupor, pues, a estas alturas de la confrontación política, este modo infantil de sacudirse una acusación de la derecha, además de ser inadecuada, no tiene visos de prosperar de modo positivo y zanjar de raíz la imputación recibida.

Son muchas las circunstancias en que tanto la derecha como la izquierda han aprovechado los votos y el apoyo de la izquierda abertzale para acceder a alcaldías o sacar adelante propuestas sociales y económicas de distinto signo. Y este espectáculo no debería sorprender a nadie. Es una práctica habitual.

Pero que el Psoe, ante la acusación de haber pactado con Bildu la aprobación de los presupuestos generales, se revuelva como lo ha hecho contra el PP, es una actitud que no conduce más que a un callejón sin salida.

Y no se trata de decir, tampoco, que las tácticas y estrategias de la dirección actual del Psoe se deben, como dice Adriana Lastra, a que Sánchez y su equipo pertenecen otra generación política, distinta a la de sus antiguos mentores, llámense González, Guerra y Rodríguez Ibarra y Gusanita Díaz, acostumbrada a pescar en río revuelto.

“¿Hasta cuándo señor González abusará de nuestra paciencia? ¡Váyase de una puñetera vez y deje en paz a Sánchez! Pues con socialistas como usted y la claqué de barones que le aplauden el PP bien puede echarse la siesta y olvidarse de hacer oposición al gobierno”

Y, ahora, que los nombro, me pregunto qué coño hacen estos barones del partido poniendo a caldo a sus propios correligionarios, como si no bastara a la dirección actual del partido apechugar con las críticas acerbas del PP. ¿No existen cauces discrecionales dentro del partido para lavar la ropa sucia? Puede que Ibarra y Guerra consideren que poner a horcajadas de asno a la dirección de su partido públicamente sea un ejercicio de libertad de expresión, fruto de su honradez política, cuando en realidad es un ejercicio estúpido, pues es de idiotas dedicarse a cuestionar a sus propios compañeros de viaje. En cuanto a González, recuerda a Catilina, el de las tramas conspiratorias que denunció Cicerón. De tal modo que bien podríamos decir: “¿Hasta cuándo señor González abusará de nuestra paciencia? ¡Váyase de una puñetera vez y deje en paz a Sánchez! Pues con socialistas como usted y la claqué de barones que le aplauden, el PP bien puede echarse la siesta y olvidarse de hacer oposición al gobierno”.

En cualquier caso, cabe indicar que, a pesar de lo que dice Adriana Lastra, el Psoe no ha renunciado a tirar de idénticos tics de partido en sus relaciones con los abertzales de Bildu. Un relación que, paradójicamente, no alcanza los ribetes de crispación en la derecha cuando las relaciones del Psoe son con los abertzales del PNV.

Y, siguiendo con este análisis, cualquiera sabe que la estrategia final de ambas formaciones de Bidu y del PNV es la de la independencia de Euskadi. No se entiende, por tanto, que la derecha arremeta únicamente contra Bildu y no lo haga contra el PNV, pues ambas formaciones buscan idéntico fin, tan detestable para el Psoe como para el PP.

Desde luego, las relaciones del Psoe con los abertzales de Bildu siguen estando tan revolucionadas como las que ya mantenía con HB en tiempos pasados. Y, a estas alturas, deberían haber aprendido la pertinente argumentación para defenderse de los ataques de la derecha, cuando esta le acusa de negociar los presupuestos generales con los herederos de ETA, como gusta decir a la derecha de los Casado y de Maroto.

Cuando los “herederos políticos de ETA” estaban en el monte, los demócratas de toda la vida  no cesaron de pedirles que lo abandonaran y bajaran a la ciudad. Era habitual pedirles, también, que, si luchaban por la independencia de Euskadi, lo hicieran utilizando las instituciones democrática y abandonaran las armas. 

Paradójicamente, después de que los herederos de ETA abandonaran el monte, que es lo que continuamente se les pidió, y se integraron en las prácticas habituales de la democracia existente, siguieran, y siguen teniendo la misma consideración que tenían cuando vivían en el monte, es decir, como sujetos malditos, al decir de la politóloga Rosa Díez.

Pero que se sepa, Bildu es una organización política integrada en el sistema democrático de España. Sería muy distinto si hubiesen renunciado a participar en las elecciones generales españolas y funcionasen por libre como cabras montesas, lo que, obviamente, generaría sospechas bien fundadas de su talante democrático. ¿Qué tiene de funesto o de apocalíptico pactar o negociar unos presupuestos generales con un partido que ha accedido al Parlamento por los cauces habituales que utiliza el PP o el Psoe? Aquí, como en el caso del emperador Vespasiano, que argumentaba a su hijo Tito que el dinero recaudado de los impuestos sobre la orina vertida en las cloacas “no olía”, cabría decir de los votos de Bildu, tampoco “huelen”. 

No se trata, por tanto, de que el Psoe le diga al PP “y tú, más”, porque eso no es un argumento serio. Los partidos políticos existentes deberían pensárselo antes de inculparse mutuamente cuando reciben los votos de una u otra formación. Todos ellos, sin excepción, buscan acceder al poder y lo hacen arracimando votos del resto de los partidos. El único criterio que da validez a esta operación es si dicho partido ha accedido a las Cortes españoles siguiendo el acomodo del sufragio universal y las vías legales y democráticas.

Rechazar los votos de un partido, haciendo alusiones a un pasado más o menos reciente, es fruto de la impotencia y de la falta de una consistente argumentación política. Si una formación política cumple con los requisitos formales exigidos por los protocolos democráticos, no hay razón política, ni jurídica para descalificar dichos votos porque “están manchados de sangre”, como dice la obnubilada Rosa Díez. Al fin y al cabo, son votos que proceden de la ciudadanía.

Sería muy triste que el Psoe a la hora de responder a las próximas críticas de los Maroto y de los Casado, siguiese enrocado en el infantil berrinche “y tú, más”, y no utilizase el único y verdadero argumento: Bildu es un partido tan democrático como el propio PP. Y sus votos en apoyo de los presupuestos generales son tan válidos como los votos negativos, pero al bies, que los que emita el PP. Y a quien le pique, que se arrasque.

Eso, o que la izquierda no se ande con chiquitas y dé un puñetazo en la mesa y recuerde a esta derecha canallesca su relación con los matones del carlo-franquismo, cordón umbilical del que siguen alimentando sus habituales arengas contra la ley de la Memoria Histórica, contra las víctimas del franquismo y contra figuras señeras del socialismo, como Largo Caballero. Porque es una vergüenza que la izquierda siga permitiendo a esta derecha proterva dar lecciones de pureza democrática, cuando sus raíces proceden ni más ni menos que del Glorioso Movimiento Nacional y que, a la mínima, enseñan la punta de su iceberg amenazante.

El Psoe no tiene por qué justificarse si recibe los votos de Bildu o del PNV o de Esquerra Republicana. Y no tiene por qué hacerlo, porque son votos de partidos que se han integrado en el juego democrático de la política española. Si no fuera así, no estarían en el Parlamento. Así que, si lo están, gozan de los mismos derechos y deberes que el resto de las formaciones políticas. Ni más, ni menos, tú.

Y tú, más