jueves. 28.03.2024

A vueltas con la República

Preguntemos: ¿Es la cultura condición sine qua non para tener una ideología republicana?

En febrero de 1933, un abogado y catedrático de instituto de Pamplona, Fernando Romero, dictó una conferencia titulada“La cultura como condición de la ideología republicana”. Lo hizo en la agrupación lerrouxista del Partido Republicano Radical.No solo se anunciaba dichoacto, sino que se invitaba a su asistencia a “los afiliados y a cuantos simpatizaran con el ideario republicano”.

Dicho así, la expresión “ideario político” era un equívoco semántico de naturaleza política, pues se daban a entender dosafirmaciones más o menos implícitas en él: una, que existía un único ideario republicano,el de Lerroux; otra, como consecuencia de la anterior, es decir,que dicho pensamiento lerrouxianoera igual al de Acción Republicana, luegoIzquierda Republicana, del partido de Azaña. Y podía añadirse un tercer implícito: que el ideario republicano era similar al del PSOE o al del PCE y así sucesivamente.

Preguntemos: ¿Es la cultura condición sine qua non para tener una ideología republicana?

No lo parece. Muchas personas cultas nuncafueron republicanas en su vida.La cultura no es requisito indispensable para autodeterminarse republicano o monárquico. Quizás lo sea para mitigar nuestra inclinación congénita a ser un botarate, pero no para ser estúpidos e imbéciles, y padecer a tiempo parcial, algunos a tiempo completo, todo tipo de penurias éticas y morales.

La cultura no es causa primera y eficiente a la que podamos imputar la mayoría de los procesos y decisiones políticas y sociales o institucionales que ha vivido la sociedad tanto individual como colectivamente. Pero es obvio que en algunos casos de la especie puede aceptarsecomo contexto interpretativode diversos fenómenos de naturaleza política y social, de carácter positivo o negativo.

Hay quienes hablan de “cultura republicana”, de “cultura monárquica”, “cultura fascista”, “cultura militar”, lo que, obviamente, según sea nuestra postura ideológica en la vida consideraremos términos contradictorios, incompatibles entre sí.

Independientemente, de que cultura y república sean dos conceptos o términos compatibles, incompatibles, o paralelepípedos, lo que interesa resaltar es que, caso de haber existido una cultura republicana -algo que no dudo-, nunca lo fue de un modo uniforme y homogéneo. Y lo mismo podría aplicarse al resto de los idearios políticos a los que se antepone o postpone la palabra cultura.

Cualquiera que se asome a la historia del republicanismo en España, observará que la denominada“cultura política del republicanismo”nunca fue homogénea.Jamás tuvoun indicador comúnexpresivo de quienestuvieron esa ideología, excepto el de mandar a la mierda la monarquía.

Lo habitual en el resto de los conceptos políticos -Estado, Nación, Democracia, Laicismo, Iglesia, Enseñanza, Religión-, fue una permanente confrontación ideológica entre los propios republicanos. Era el sino de la izquierda: no ponerse jamás de acuerdo en lo esencial.

Los únicos que “aceptaron” esa uniformidad y homogeneidad ideológica a los republicanos fueron las derechas conservadoras y reaccionarias, para las cuales, los republicanos eran todos igual de repugnantes, es decir, antimonárquicos. Un reduccionismo político del que no se han librado las derechas actuales que aplican la palabra comunismo a cualquier idea que no encaje en su cerebro, más que fabricado por Procusto, por la imbecilidad.

En cualquier caso, resulta sintomático observar que, siendo la República una forma de gobierno, de izquierdas, de derechas o de centro, presente en muchos Estados del mundo, sea solo la II República española la que concite en el ánimo de las derechas de este país un odio sistémico contra ella, incomprensible si se tiene en cuenta que ellas gobernaron desde 1933 a 1936 y, curiosamente, no les fue tan mal, pues destruyeron todo lo que los “republicanos de verdad”, hicieron en los años anteriores. Lo que significaría que la República no es un sistema de gobierno tan aborrecible como lo pintan una y otra vez las derechas, pues pueden moverse en ese sistema de gobierno sin problema alguno para sus intereses económicos e, incluso, religiosos, valga la redundancia.

De hecho, al término de la guerra, los golpistas se pasaron la monarquía por el arco de sus perjuros y se olvidaron de reivindicar el regreso del Borbón correspondiente. Y es que hasta los carlistas clásicos, Esteban Bilbao y Rodezno, bajaron la testuz, después de pasarse su santa vida intransigente reivindicando a su Rey, participando activamente en apuntalar la dictadura como auténticos forofos del franquismo.

Las derechas actuales nada deberían temer de un gobierno republicano toda vez que cuentan con la ayuda inestimable de “dirigentes de izquierda”, los cuales,hace tiempo que dejaron de inspirarse en el modelo de la II República sino que, para mayor irritación, se declaran “monárquicos parlamentarios".

En consecuencia, ¿para qué empeñarnos en reivindicar una República como sistema de gobierno democrático, sin duda, el más democrático habido y por haber aunque gobierne el centro o las derechas? No merece la pena que nos esforcemos en esa perspectiva. Al menos esa es la lección que nos ha proporcionado gratis el presidente del Gobierno cuando confiesa que “soy republicano, monárquico parlamentario y de izquierdas”. Añadiendo que lo de republicano le viene por “tradición familiar y por ser socialista”. La verdad es que no lo sabíamos.

Y mucho más desconocíamos por completo que“los valores de la II República se han recuperado con la monarquía parlamentaria”, como sostiene el presidente del gobierno.

¡Ah, los valores de la II República! Eso digo yo. ¿Qué valores? ¿Los que representó Largo Caballero? ¿Prieto? ¿Negrín? ¿Besteiro? ¿Azaña? ¿Alcalá Zamora?¿Julia Álvarez? ¿Margarita Nelken? ¿Los militantes de la UGT? ¿La Constitución? ¿Cuáles?

No comparto la idea de Sánchez y me pregunto si no será al revés.Si no será que la monarquía parlamentaria lo único que ha hecho es apuntalar la Monarquía con el concurso inestimable de los socialistas y que Sánchez lo único que ha conseguido es contribuir al apagamiento de la lumbre republicana que existía en las brasas ideológicas de ciertos militantes del PSOE.

Sánchez parece olvidar que la cualidad más notable de la Monarquía es su nula fundamentación racional. Nadie que se declare republicano aceptará jamás una Monarquía, menos genética e impuesta “manu militari”por un Dictador.

Claro que me gustaría saber en qué medida la “monarquía parlamentaria” actual ha recuperado, pongo por caso, los valores específicamente laicos proclamados por la Constitución de 1931. De los tres ámbitos que podrían aducirse para mostrar este nivel de recuperación republicana–Concordato, Enseñanza religiosa,Celebraciones religiosas y participación política en ellas–,me temo que el saldo resultante sea de lo más deficitario para el haber axiológico republicano. No hemos avanzado ni un pie.

En cualquier caso, la fundamentación de esos supuestos valores republicanos deberían salir de la confrontación de las distintas tendencias que integran el actual movimiento republicano, no de los valores que, supuestamente, fueron las señas de identidad de la II República, menos aún si son recuperados o resignificados por parte de quienes se declararan monárquicos parlamentarios y, para colmo, se dicen, también,monárquicos y republicanos simultáneos. O una de dos, o se es republicano con todas las consecuencias -la primera y fundamental renegar de la monarquía-, o, segunda, se deja de hacer el ridículo, cayendo el nivel más bajo de congruencia política.

Decir que se es republicano y monárquico a la vez significaría que no se es ni republicano, ni monárquico. Como diría Rajoy, el tautológico, “la República es la República” y “la Monarquía es la Monarquía”. Ni más ni menos.

A vueltas con la República