viernes. 29.03.2024

¿Publicidad nazi?

Las ideas de la eugenesia y del racismo, en definitiva, del fascismo, no han desaparecido. Y surgen cuando menos te lo esperas...

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Las ideas de la eugenesia y del racismo, en definitiva, del fascismo, no han desaparecido de este mundo. Y surgen cuando menos te lo esperas

Llevo más de dos años viendo un cartelón publicitario a la entrada de una ciudad. Su objetivo es promocionar la venta de pisos de última generación en una urbanización edénica, y todo eso que se dice para engatusar a futuros compradores con rentas per cápita tan altas como los pisos en cuestión. Lo más paradójico de esta publicidad no es la imagen de esa torre babélica de hormigón ultramoderna, sino la frase con que se acompaña dicho propósito: “La calidad de vida es más importante que la vida misma” (Alexis Carrel).

Si nos detenemos en el contenido de la frase y tratamos, no solo de comprenderla, sino de interpretarla y, a continuación, valorar su alcance pragmático, toparemos con la evidencia de estar ante un eslogan que hizo época para justificar la eugenesia, propiciada por el nazismo de Hitler.

De hecho, unos meses después de que Hitler se hiciera con el poder, su recién instaurado régimen nazi promulgó una ley para prevenir la descendencia con enfermedades hereditarias, exactamente el mismo día en que se proscribía la creación de nuevos partidos políticos, el 14 de julio de 1933.

Esta norma eugenésica permitía la esterilización forzada de aquellas personas que sufrieran trastornos mentales o neurológicos, sordera, malformaciones, ceguera o tuvieran inclinaciones nocivas como, por ejemplo, el alcoholismo. Se dice pronto, pero 400.000 personas de raza aria serían esterilizadas dado que su estado lamentable, mental y físico, no les permitía acceder a una calidad de vida superior como quería el régimen nazi. Y la calidad era mas importante que la vida. Los judíos, gitanos y enfermos mentales no autóctonos serían gaseados sin más preámbulos en los campos de exterminio. Se dirá que Hitler no inventó la eugenesia, y es verdad. Lo suyo fue el genocidio puro y duro. Pero Karl Brandt, nombrado responsable por Hitler para el programa de eutanasia T4 sería sentenciado a muerte en los juicios de Nüremberg el 20 de agosto de 1947, siendo ahorcado en la prisión de Landsberg en 1948.

Es verdad que la eugenesia venía de lejos, pero sin irnos a Esparta, digamos que Galton (1822-1911), primo de Darwin, con un hijo de este, Leonard, liderarían en Inglaterra el movimiento eugenésico. Un movimiento que afectó seriamente la salud mental de más de un intelectual y de un político conocidos de la época, tanto en Reino Unido como en el resto de Europa.

Solo recordaré la figura de Winston Churchill, quien, siendo Ministro del Interior en 1910, propuso esterilizar a 100.000 degenerados mentales (sic) y enviar a otros varios miles a campos de concentración para salvar a la raza británica de la decadencia. Que, más tarde, se convirtiera en el carnicero de Dresde no parece efecto tan descabellado en su currículum.  

En 1913, el Premio Nobel de Medicina, Charles Richet, en su obra La selección humana (1919), dedicaría un capítulo a “la eliminación de los anormales”, donde afirmaba: "Lo que hace al hombre es la inteligencia. Una masa de carne humana sin inteligencia humana no es nada. Hay mala materia viva que no es digna de ningún respeto ni de ninguna compasión. Suprimirlos resueltamente sería prestarles un servicio, pues jamás podrán otra cosa que sobrellevar una existencia miserable". No sería el único premio nobel que se mostrara tan caritativo y tan piadoso con la gente que, en aquella época de nulos eufemismos, él denominaba anormales o tontos.

Un año anterior, en 1912, el médico francés Alexis Carrel recibía el premio Nobel de Medicina. Si las opiniones de Richet eran dinamita bien cebada, propias de un miserable cabrón, las de Carrel sentarían cátedra en el nazismo. Autor de la frase publicitaria a la que he aludido, se convertiría en uno de los grandes inspiradores de la eugenesia.

Carrel (1873-1944) fue cirujano. En su haber consta la perfección de la la técnica para suturar vasos, dando así un gran empuje a la cirugía cardiovascular y a los trasplantes. A pesar de su formación científica, le dio la venada por estudiar científicamente las curaciones de Lourdes, en las que creía con fe del converso. Dado el ambiente hostil creado en torno a su figura, en 1904 dejaría Francia y marcharía a Montreal (Canadá) y, más tarde, a Chicago donde siguió investigando gracias a ciertas ayudas financieras.

Parte de su testamento espiritual, por decirlo de alguna manera, se recoge en L´homme cet inconnu (El hombre ese desconocido), y cuya traducción aparecerá en España en 1936. En él defenderá sin tapujos la eugenesia: "Es necesario hacer una selección entre la multitud de los hombres civilizados. Sabemos que la selección natural no ha jugado su papel desde hace largo tiempo. Que muchos individuos inferiores han sido conservados gracias a los esfuerzos de la higiene y de la medicina. Y que su multiplicación ha sido perjudicial para la raza”.

Jubilado, Carrel regresó a Francia en 1939. Ocupada por los nazis, colaboró con el gobierno de Vichy y dirigió la Fundación francesa para el estudio de los “problemas humanos. Desde su cargo, propagó sus ideas sobre la eugenesia. Tras el triunfo de los aliados en 1944, sería cesado. Regresó a París donde murió el 5 de noviembre de ese año a consecuencia de un infarto, por lo que no sería acusado por sus ideas nazis y racistas.

Tras 45 años de olvido pertinaz, su nombre sería rescatado por el Frente Nacional, de Le Penn, en 1991. Curioso. Sus ideas racistas renacían gracias a un partido fascista. No podía ser de otra manera.

Hay que añadir que, al igual que ha sucedido con varios científicos, tanto alemanes como norteamericanos, su nombre sufriría justamente un intenso ostracismo. En la ciudad de Montreal, su Ayuntamiento decidió cambiar el nombre de calles y parques que llevaban su nombre. Sus paisanos consideraron que sus ideas y su comportamiento durante el periodo de Vichy pesaban mucho más en la balanza que los méritos que le dieron el premio nobel. El nombre de Carrel se retiraría de las calles de más de una veintena de ciudades, excepto en París. Sin embargo, en el distrito cinco, las pocas placas que quedaban con su recuerdo las destrozarían o las sustituirían con nombres de ciudadanos anónimos. Surgió lo que se conocería como affaire Carrel, provocando, como es habitual en estos casos, un enfrentamiento entre partidarios como enemigos del cirujano.

Triste constatarlo, pero las ideas de la eugenesia y del racismo, en definitiva, del fascismo, no han desaparecido de este mundo. Y surgen cuando menos te lo esperas. De hecho, nunca hubiera pensado que, dados los antecedentes señalados, me habría topado yo en 2018 con una publicidad al servicio de una empresa constructora de pisos, haciendo apología de la eugenesia, utilizando el eslogan de uno los más cotizados racistas e ideólogos de extrema derecha, llamado Alexis Carrel.   

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