viernes. 29.03.2024

Las consecuencias del escaso poder de la mujer en España

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Es conocido entre los estudiosos de la situación de la mujer en Europa que donde esta tiene menos poder y menos derechos es en el sur del continente, lo que incluye a España. Si analizamos los derechos laborales, sociales y políticos de la mujer en los países europeos, vemos que estos derechos son mayores en los países del norte de Europa y menores en los países mediterráneos. Una de las consecuencias de este menor poder es el escasísimo desarrollo de los servicios de ayuda a las familias (y decir “familias” en el sur de Europa equivale a decir “mujeres”), que incluyen primordialmente las escuelas de infancia y los servicios de atención a las personas dependientes (esto es, ancianos/as y personas con discapacidades). En realidad, ha sido la existencia de estos servicios en los países nórdicos lo que ha permitido a las mujeres escandinavas incorporarse al mercado de trabajo, al poder conciliar su proyecto profesional con sus responsabilidades familiares, lo cual ha sido, a su vez, facilitado por la revolución cultural en la mentalidad del hombre, que se ha hecho corresponsable en este ámbito, y los datos hablan por sí solos. El hombre escandinavo es el que dedica más horas a las tareas familiares, que incluyen el cuidado de los hijos e hijas y de las personas con discapacidad, así como a la atención a las tareas domésticas como cocinar y ocuparse de la limpieza del hogar. Y los hombres del sur son los que menos horas dedican a ello. Así, según datos del European Institute for Gender Equality de 2018, la diferencia entre el tiempo que dedica la mujer sueca a las tareas del hogar y el hombre es de 3,6 horas; mientras, en España esa diferencia es de 8,6 horas. Es también en los países nórdicos donde el porcentaje de las mujeres en el mercado de trabajo es mayor, siendo menor en los países del sur. Así, según Eurostat, en Suecia un 84,8% de las mujeres de 20 a 64 años estaban trabajando o buscando trabajo en 2018, un porcentaje que en el caso español alcanzaba solamente el 73,2%.

En los países nórdicos, y muy en particular, en los países escandinavos, las escuelas de infancia y los servicios domiciliarios a las personas con dependencia se financian principalmente con fondos públicos –gobiernos central, regional y local– (y también con el copago de los usuarios) como parte de un derecho de ciudadanía (es decir, que son servicios universales para toda la población en lugar de servicios asistenciales dirigidos solamente a las personas con menos recursos). Y estos servicios complementan los otros tres grandes pilares de su Estado del Bienestar, es decir, el derecho de acceso a la sanidad, el derecho de acceso a la educación, y el derecho a la jubilación. De ahí que se los conozca como el 4º pilar del bienestar.

La escasez de los servicios que componen el 4º pilar del bienestar, que afecta negativamente a las mujeres, también perjudica a toda la familia y, por lo tanto, a los hombres y a toda la sociedad, siendo una de las causas del subdesarrollo social y económico del país

La educación de los niños y niñas (y de los/las adolescentes)

Las escuelas de infancia tienen que incluir las intervenciones encaminadas a educar a los niños y niñas como futuros integrantes de la sociedad, y deberían aplicar una concepción amplia de lo que es su educación. Ello implicaría un cambio de actitud y concepción en el desarrollo de tal nivel de educación, hoy excesivamente conservadora, que no permite el completo desarrollo emocional e intelectual de los niños y niñas. Estas limitaciones aparecen claramente cuando se define a tales escuelas como “guarderías”, transmitiendo una concepción retrógrada que parece asumir que su principal misión es la del “aparcamiento de los niños y niñas, mientras sus madres trabajan”. En realidad, toda la evidencia científica muestra que estas escuelas de infancia, en edades muy tempranas, de 0 a 3 años, son clave para su desarrollo emocional e intelectual. Ni que decir tiene que las madres y padres deben ser los principales protagonistas en esta función educativa, pero necesitan ser complementados, desde ya muy temprano (a mediados o finales del primer año), por tales escuelas de infancia. La educación provista solo por los padres (característica de las sociedades conservadoras de cultura religiosa) no es suficiente para un niño o niña. Los estudios científicos muestran la enorme necesidad de que los niños y niñas empiecen a socializarse a una edad muy temprana y se atienda profesionalmente sus necesidades educativas, emocionales y culturales.

Una extensión de esta dimensión del 4º pilar del bienestar son los servicios educativos dirigidos a los/las jóvenes y adolescentes, que están condicionados en gran medida por la educación recibida por los niños y niñas. Es ya en la infancia donde se configuran una gran parte de las actitudes y valores de los/las adolescentes. La socialización según roles de género (masculino y femenino) debería eliminarse en esta etapa infantil. Uno de los aspectos que me impresionó más del Estado del Bienestar en Suecia (país que conozco bien por haber vivido en él durante mi largo exilio y tener familia) en mi primera visita a aquel Estado fue ver a niños jugando con muñecas y niñas jugando con camiones en sus escuelas de infancia, rompiendo con los modelos tradicionales que existían (y que continúan existiendo en España). También me impresionó que a los niños y niñas se les enseñaba cómo preparar su comida sencilla, rompiendo la percepción (todavía existente en España) de que “eso de cocinar es para las mujeres”. Hoy, en España, la gran mayoría de hombres jóvenes no saben en realidad cocinar y nunca han visto esta actividad como parte de su desarrollo, pues esa es una función asignada históricamente a la mujer. A ello contribuye que sean cuidados por sus madres, de media, hasta la edad de 29 años, cuando se independizan y/o se casan, pasando a ser cuidados por sus esposas o parejas. Esta situación es profundamente perjudicial para todas las personas que sufren las consecuencias de ello. Es cierto que se han producido cambios significativos en España, pero queda muchísimo por hacer.

El escaso desarrollo de la atención a los ancianos y ancianas, y a las personas dependientes

La segunda dimensión del 4º pilar del bienestar son los servicios sociales, y muy específicamente los servicios a los ancianos y ancianas (y a las personas con dependencia). Estos servicios deberían basarse en otra manera de ver la ancianidad, rompiendo con el edadismo, muy común en España y que determina dos de los mayores problemas que sufre la gente mayor: su soledad y su discriminación. Tal situación ha alcanzado unas dimensiones alarmantes, lo cual exige un rediseño de la sociedad para evitar tanta marginación y discriminación. Es en este cambio que España está muy retrasada. De nuevo, algunos experimentos muy interesantes (como condicionar el diseño de los bloques de pisos de manera que haya un mix de edades dentro de ellos) están teniendo lugar en los países escandinavos. Y también debería cambiarse la imagen de la ancianidad, en la que se confunde anciano con antiguo y/o anticuado. Hoy, en EEUU, el político que moviliza más a los jóvenes de aquel país, Bernie Sanders, es un anciano. Y sería aconsejable también que se dejara de llamar a los ancianos “abuelos”, término con el que se intenta (en teoría) ser afectuoso (como también lo intentan ser los piropos a las mujeres) pero que es poco respetuoso. Siempre recordaré a mi padre, persona que sufrió represión durante la dictadura con una enorme dignidad, que cuando le llamaban “abuelo” respondía, sin enfado, pero con contundencia, “a mí me gusta que me llamen abuelo mis nietos, pero no Ud. Llámeme Sr. Vicente”.

Y también hay que acabar con la excesiva proyección y difusión de unos cánones de belleza monopolizados por lo erótico y lo juvenil. En los países latinos, profundamente machistas, incluso las personas que presentan la información meteorológica (normalmente mujeres) tienen que aparecer vestidas de forma sexy y con un gran escote. En Suecia, hay mujeres de edad que presentan el tiempo o las noticias. El erotismo juvenil mediático es una de las muchas opresiones que sufren las mujeres y los ancianos. 

El subdesarrollo social de España es consecuencia del limitado poder de la mujer

La escasez de los servicios que componen el 4º pilar del bienestar, que afecta negativamente a las mujeres, también perjudica a toda la familia y, por lo tanto, a los hombres y a toda la sociedad, siendo una de las causas del subdesarrollo social y económico del país. La calidad de vida de las mujeres y de las familias en España es muy mejorable. La mujer en nuestro país tiene tres veces más enfermedades derivadas del estrés que el hombre, lo cual es fácil de entender, pues cuida a los niños y niñas, a los y las jóvenes que viven en casa hasta los 29 años, a los esposos o parejas, y a los ancianos. Y el 67% también se encuentra ocupada en el mercado de trabajo. Es predecible, también, que España tenga una de las tasas de fertilidad más bajas del mundo (1,26 hijos/as por mujer), mucho más baja que los países escandinavos, como Finlandia, con una tasa de fertilidad de 1,41 hijos/as por mujer, o Suecia, con 1,76 hijos/as por mujer (la segunda más alta de la UE-28). Y, por si no fuera poco, su atadura (simbólicamente hablando) a sus responsabilidades familiares no permite que la mujer se integre fácilmente en el mercado de trabajo, contribuyendo con ello al gran problema económico que existe en España: la escasa proporción de la población que trabaja. En realidad, si España tuviera el mismo porcentaje de mujeres de 20 a 64 años en el mercado de trabajo que tiene hoy Suecia (84,8%), tendría 1,65 millones más de mujeres activas, creando riqueza. La pobreza infantil en España se basa, en parte, en esta realidad, que explicaré más adelante en el artículo.

¿Por qué las mujeres escandinavas tienen lo que no tienen las españolas? La importancia del contexto político

La respuesta a esta pregunta es fácil: el hecho de que tengan tales derechos es porque partidos progresistas (predominantemente de izquierdas) han gobernado tales países durante la mayor parte del período posterior a la II Guerra Mundial. El contexto político es el factor determinante en el desarrollo de tales políticas públicas. Las coaliciones de partidos de izquierdas y progresistas han sido sensibles a todo tipo de explotación, incluyendo la explotación de género, además de la explotación de clase. Y la ideología socialista facilita la conexión entre las estrategias de liberación dentro de las clases populares, de las cuales tales partidos son representantes. Este dominio de las izquierdas no se ha producido en los países sureños, donde es urgente y necesario que el movimiento feminista articule su estrategia de liberación de género con la liberación de clase, pues la mayoría de mujeres son de clase trabajadora. En otros artículos he señalado que el feminismo socialista es distinto al feminismo neoliberal predominante en EEUU (ver mi artículo “¿Cuál debería ser el objetivo de un proyecto emancipador? La relación entre las diferentes formas de explotación”, publicado en enero de 2020).

La debilidad de las izquierdas es la causa de que las mujeres más oprimidas en España sean las mujeres de clase trabajadora

Hay clases sociales entre las mujeres. Hay mujeres burguesas, pequeñoburguesas, de clase media y de clase trabajadora. Y la mayoría de mujeres pertenecen a la clase trabajadora y a las clases medias de renta baja. De ahí que haya que considerar que, para tal mayoría, al machismo (que las oprime) hay que añadirle el clasismo (que es muy extenso en los países del sur de Europa), clasismo del que también son víctimas los hombres de la misma clase que, como miembros de ella, comparten formas de explotación conjuntas. Esto hay que tenerlo en cuenta, pues a la necesaria demanda de que se corrija la brecha salarial entre mujeres y hombres en el mercado de trabajo hay que añadirle la corrección en la escasa compensación salarial de ambos, mujeres y hombres. La reducción de la brecha salarial resuelve parte del problema, pero no todo el problema de los escasos ingresos de la mujer, pues los salarios en España son muy bajos, en realidad, de los más bajos de la UE-15. Ello explica que el ingreso familiar neto mediano (en paridad de poder de compra, PPS) en el caso de España también sea de los más bajos de la UE-15. Con 15.992 PPS, solo supera a Grecia (9.216 PPS) y a Portugal (10.871 PPS), y queda lejos de los 19.525 PPS de la media de la UE-15.

Las desigualdades de renta familiar son mucho más grandes que las desigualdades individuales de renta

De ahí que la mujer que está en peores condiciones sea la mujer perteneciente a la clase trabajadora (incluyendo a lo que se llamaba el “ama de casa”). El gran aumento de las desigualdades ha afectado sobre todo a la mujer que pertenece a dicha clase, y ello tiene consecuencias para las familias. La polarización de las rentas individuales se reproduce como polarización de las rentas familiares, polarización que es incluso más acentuada entre las familias que entre las personas, debido a que entre las mujeres de las clases sociales de renta media-alta y alta hay más mujeres casadas e integradas en el mercado de trabajo, tienen menos divorcios y habiendo menos madres solteras, y tienen esposos con mayor cualificación y salarios que las mujeres de clase trabajadora. De ahí que esta polarización de rentas familiares sea más acentuada que las diferencias de renta individuales.

Esta situación es la causa de la enorme pobreza infantil

Este crecimiento de las desigualdades de renta familiar explica que los niños, niñas y adolescentes de familias de clase trabajadora (sobre todo la no cualificada) cada vez estén más alejados a nivel socioeconómico de sus homólogos en las clases de renta superior, debilitándose las posibilidades del ascenso social que permitiría la famosa igualdad de oportunidades, que debería darse pero que no existe. Y entre estas posibilidades están los recursos intelectuales y culturales que explican que en los resultados del estudio PISA, España tenga resultados muy dispares según la clase social de la familia, siendo un problema grave no solo el elevado nivel de pobreza infantil (casi el 30%), sino también su estabilidad y constancia.

Dentro de esta categoría, la económica y socialmente más perjudicada es la mujer, madre soltera perteneciente a la clase obrera, situación que no ocurre prácticamente en los países escandinavos. No es de sorprender, por lo tanto, que la pobreza, incluyendo la infantil (que se está estancando), sea mucho mayor en España que en Suecia, por ejemplo. De ello se deriva la enorme importancia de que no solo se reduzca la brecha salarial, sino de que también aumente el nivel salarial (de las mujeres y los hombres), así como de que se ayude a la mujer a integrarse en el mercado de trabajo mediante el establecimiento del 4º pilar del bienestar, para lo que la existencia de escuelas de infancia es fundamental. Tal intervención pública es muy importante para corregir el déficit cultural e intelectual de los niños, niñas, jóvenes y adolescentes, empezando en la primera infancia: la necesaria atención maternal y paternal debe acompañarse –como he indicado antes– con la educación, comenzando con las escuelas de infancia, no solo a partir de los 3 años, sino antes. En este sentido, es espectacular la diferencia entre el porcentaje de niños de 0-3 años en tales escuelas si comparamos los países escandinavos (55% en Dinamarca, 47% en Suecia) con España (36%). Y lo que es también espectacular es la diferencia entre el número de niños y niñas por cuidador y docente, así como la formación profesional de estos últimos.

El urgente y necesario establecimiento del 4º pilar del Estado del Bienestar

La elección de un nuevo gobierno de izquierdas, con notable sensibilidad social, debería ser la oportunidad para corregir el enorme retraso social de España (ver mi libro El subdesarrollo social de España. Causas y consecuencias, Anagrama, año 2006), que se acentúa incluso más en los servicios dirigidos a las familias, lo que afecta con gran intensidad en España a la calidad de vida de las mujeres. Este subdesarollo se debe al enorme conservadurismo que todavía existe en este país, consecuencia del gran dominio de las derechas en la vida política durante más de ochenta años. Tal conservadurismo es el resultado de cuarenta años de una de las dictaduras más crueles, represivas y reaccionarias que hayan existido en Europa. No es sorprendente, pues, que en el sur de Europa exista este retraso en el desarrollo de los derechos sociales de la mujer, ya que en esta zona las dictaduras fascistas y fascistoides han gobernado durante largos periodos de tiempo. En el caso de España, la dictadura acabó con una de las épocas de este país –la II República– durante la que se mejoró de una manera muy notable la situación de la mujer, convirtiéndose en punto de referencia a nivel europeo. 

La recuperación de la democracia permitió cambios enormemente positivos para la calidad de vida de las familias, cambios liderados en su mayoría por las izquierdas del país. Entre estos cambios, uno de los más importantes fue el establecimiento del Servicio Nacional de Salud. Pero la incorporación del neoliberalismo en el argumentario y prácticas políticas de las corrientes mayoritarias dentro de las izquierdas retrasó e incluso revirtió algunos de estos cambios. De ahí que sea esencial que, además de revertir estos retrocesos, se amplíe tal Estado del Bienestar para mejorar la calidad de vida de las mujeres, de los hombres, de los niños y niñas, de los y las jóvenes y de los ancianos y ancianas. Pero ello no ocurrirá sin movilizaciones y la presión popular. La democracia representativa requiere de formas directas de presión que neutralicen la influencia de los lobbies conservadores que configuran el proceso de decisión de los gobiernos. La historia de España está llena de ejemplos.


Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas | Universitat Pompeu Fabra

Las consecuencias del escaso poder de la mujer en España