viernes. 29.03.2024

De olivos, sus aceitunas y otros frutos

olivar

«Caminante no hay camino, se hace camino al andar», dice una letra antigua, anterior a las calzadas que pusieron los romanos ya que desde ese momento hicieron posible transitar menos penosamente.

Cuestión aparte es el transcurso del tiempo. Ese sí que lleva a vivir lo novedoso, emocionante, insospechado y…equivocado. Hay momentos en el caminar la vida, corte sincrónico lo llaman los lingüistas o historiadores, que lo vivido te parece correcto, ético, ajustado al sentir social y moralmente no reprochable. La equivocación te la ponen de relieve más adelante, en otro corte de vida. Y entonces, despiadadamente, aquellos que han sido iluminados por la verdad, te lo restriegan por la propia cara estando tu presente y te hacen ver lo inadecuado de la conducta de antaño…que, incluso, rozaba lo criminal.

Y voy al ejemplo del hecho que me aqueja. Siendo yo niño, mi padre, para hacerme vivir la dureza de las labores del campo, me llevó a la recogida de aceituna. Allí, mezclado con los olivareros y él mismo, fui testigo del vareo, meneo y ordeño de los olivos con el fin de despojarlos del fruto de sus preñadas ramas. Participé, lo confieso, en algún varapalo y ordeño. Con desgana, sí, pero fui connivente.

Entonces no era consciente, ni quizás lo fueran quienes acolitaba, que estaba violentando a unos organismos vivos, sufrientes y sufridos. Yo era un niño de los de entonces, si hubiera sido de los de ahora habría dicho que fuera a la recogida de aceitunas su puñetera madre, y no solo por la violencia ejercida, sino por aquellos fríos de las madrugadas de noviembre que te congelaban desde las manos hasta el forro de los huevos, con perdón.

Me arrepiento, con contrición, o sea con el propósito, firme, de que en adelante jamás pisaré  un olivar y que las aceitunas, sevillanas o aragonesas, las degustaré en el plato acompañadas con un buen vino, fino o del Vero, y donadas voluntariamente por sus progenitores: los olivos.

Tibi gratias ago Deo por hacer consciente mi inconsciencia de aquellos tiempos o, como leí no sé dónde: «El tiempo pone a cada bala en su sien».

Pd. Una curiosidad, aceituneros altivos, ¿De quienes son los olivos? ¿Y las aceitunas?

De olivos, sus aceitunas y otros frutos