viernes. 19.04.2024

La polarización como política y la deslegitimación del Estado

mascarilla congreso diputados

Hace tiempo ya que el Departamento de Seguridad Nacional advertía de la existencia de campañas de propaganda y desinformación contra España a fin de generar desconfianza e inestabilidad. Estas campañas pretenden erosionar el país sobre el que se opera. Hasta ahora, siempre se ha señalado a terceros países cuya vocación exterior les ha llevado a perfeccionar estas herramientas de acción exterior de manera más que notable.

Estas herramientas se emplean de manera sistemática aprovechando las vulnerabilidades sociales ya existentes en sus diversos ejes. El objetivo es doble, erosionar la confianza de la ciudadanía hacia las instituciones y polarizar la sociedad. Ambos objetivos buscan condicionar la opinión pública y por ende la soberanía dificultando la acción del gobierno para abocar al país al desgobierno

Si bien hasta ahora, estas herramientas eran utilizadas por terceros países ajenos a la UE, desde hace un tiempo parecen haber atraído el interés de parte de la clase política española. Algunos de estos, no parecen dudar en utilizar las mismas herramientas con el fin de sacar rédito electoral a un cuando ese rédito deriva en daños considerables para la salud de nuestro sistema democrático.

Algunas plataformas mediáticas, redes e incluso platós, parecen haberse convertido en la arena de los gladiadores del odio

Carecen de escrúpulos para deshumanizar a sus adversarios políticos, endurecer los prejuicios y alimentar un escenario de crispación política con la  esperanza de obtener réditos electorales. Se sienten cómodos en la agresividad verbal. Lamentablemente, algunas plataformas mediáticas, redes e incluso platós, parecen haberse convertido en la arena de los gladiadores del odio. Estos nuevos cesares, tienen decenas de tribunos que responden a consignas. Tampoco faltan  ciberlegionarios voluntarios o de ficción. Como dice el Centro Criptológico Nacional en su documento sobre la desinformación en el ciberespacio de febrero del 2019, crear un medio de comunicación de escasa solvencia periodística, impulsar virulentas campañas digitales o gestionar multitud de cuentas anónimas en redes sociales no es delito. Ahora bien, se aleja de cualquier noción de ética de la acción, que deriva en la ausencia de falta absoluta de sentido de estado. Y es que poco se puede esperar de algunos liderazgos políticos. Desafortunadamente, tampoco parece vislumbrarse una respuesta firme, advertencia o rechazo a este tipo de quehacer político. Catilina en twitter.

Cualquiera podría llegar a la conclusión de que esta praxis política en la búsqueda de réditos electorales, tiene su origen en la fanática convicción de tener la verdad y representar el bien común. Tanto el fascismo como el bolchevismo siempre creyeron representar el bien común.

Quizás eso pueda ocurrir en el núcleo fuerte de sus votantes y militantes, pero resulta razonable pensar que detrás de tan nefasta opción para los intereses del conjunto de la ciudadanía, se esconde en realidad una desmesurada ambición de poder en una concepción política ajena a todo sentido de estado. De la ciberturba al escrache. De la campañas de ciberacoso a la amenaza en el portal. De la declaración ambigua a la complacencia con quienes hacen suya la calle. Y mientras, el desgobierno. Parece mentira que aquello divide y debilita la unidad cívica y deslegitima al estado, este siendo utilizado como método de hacer política. La polarización nos debilita a todos, imposibilita el debate sosegado y aleja cualquier atisbo pacto de estado.

La polarización como política y la deslegitimación del Estado