jueves. 28.03.2024

¡Cómo podemos estar tan catatónicos!

Religión y política desde los faraones, incluso desde las primeras civilizaciones, han ido de la mano, a veces se confundían una con la otra. Religión y política han servido para manejar al ser humano. Desde el oscurantismo, inherente a ambas, se trata de tener bien sujeto a ese ser indefenso que es el individuo ante el poder, un poder que venía de Dios y se encarnaba en sus dirigentes, sacerdotes, chamanes, reyes o faraones. A través de ritos mágicos, palabras incomprensibles y lugares de prohibida accesibilidad al común, ese ser indefenso que era el pobre súbdito, esclavo, o simplemente un número más dentro del sistema social, creía que era protegido y que dejándose llevar por la religión y la política, conseguía la seguridad que necesitaba. Su ignorancia y pequeñez, ante tanto boato, solemnidad, protocolos, y otros alardes usados para poner de manifiesto el poderío externo, eran a alimentadas por el miedo y la promesa de un mundo mejor. En tales circunstancias, el individuo vivía resignado, dispuesto a cumplir lo que desde la cúpula, para él inaccesible y misteriosa, le indicaran y prometieran. Obedecía a ciegas porque era la mejor manera de integrarse en el redil, sin atisbo de crítica, y mucho menos de rebelión. La obediencia y la creencia eran su mayor virtud, y su seguridad. No se planteaba que todo aquello podía ser una quimera, que le estaban dando gato por liebre para tenerlo callado y sumiso. Para conseguirlo, el poder manejaba una serie de mecanismos que actualmente se pueden resumir en los medios de comunicación, que con la falacia de informar, desinforman. De ellos se valen la religión y la política para pregonar sus loas, lanzar sus promesas, y crear una opinión favorable a sus proclamas con el objeto no sólo de mantener a su “grey” (adeptos, rebaño, colegas, socios, feligresía... conceptos muy usados “oficialmente”), sino también de crear nuevos afectos, acción conocida como “proselitismo”, y multiplicar la opinión pública a su favor, a sabiendas de que inducirá a los indecisos a apuntarse al pensamiento o creencia mayoritaria. Como un bola rodando en la nieve.

Permítame el lector poner unos ejemplos de lo dicho, que vienen a propósito de la situación que se vive en España, con la incertidumbre de un gobierno que unos quieren y otros no, como siempre ocurre en este país de escasa preparación democrática y exceso de preparación católica, donde se ponen de acuerdo las élites, religiosas y políticas, para seguir oprimiendo a las bajas, a la sociedad en general, a esa mayoría ciega que sigue confiando en que esas élites le traerán seguridad y estabilidad... Una parte que se deja oír más, con superior influencia sobre la otra, que aun siendo “mayor mayoría” (en  la suma total de votos), se muestra cautelosa y callada, a veces impotente y perpleja, ante el manejo con el que alguno de los que creía “suyos”, actúa. Una se muestra unida (aunque no lo esté) y alardea de su unidad, cohesión, e ideas claras (quizá tengan sólo una única idea, por eso es tan clara), frente a la otra, desunida, sin saber bien lo que quiere, pegándose palos a diestro y siniestro, por su falta o contraposición de “ideas claras” (acusación de los contrarios) que sembrarán la inestabilidad frente a la cohesión de los rivales. Y otros males peores, según vaticinan expertos en poder y en ingenierías financieras, quienes, con la paradoja de procurar el bien haciendo el mal, prometen llevar a España -¡todo por España!- por el camino recto... Camino recto a la perdición (esto no se dice, pero se ha hecho y lo sabemos).

Vayamos a algunos de los términos y las razones aducidas por estos poderes para mantener su estatus, y la confluencia entre religión y política. Así como en religión el concepto de “Dios” y el de “fe”, son difíciles de definir, lo mismo se puede decir de “España” y “patria”. Si en el catolicismo se pregona que “no hay salvación fuera de la Iglesia (católica)” -axioma puesto hoy en entredicho desde el mismo Papado-, así también parece que el único gobierno posible, fuerte y estable, es el del PP, aunque por su obras, como ocurre en la Iglesia, no es que lo vayáis a conocer, sino que se conoce, aunque traten de ocultarlas o revestirlas de hechos aislados. Ambas, religión y política, “prometen el paraíso”, el premio de una tierra de abundancia, justa e igualitaria, según el comportamiento del individuo “dentro de un orden”. El orden, base de la estabilidad, favorece sobre todo los negocios y el progreso de las grandes empresas y organizaciones financieras. Promesa del futuro en progreso consecuencia de la “estabilidad” y el orden social, marcado y dirigido por quienes ostentan el poder.

Términos hueros que se sacan de la manga queriendo demostrar lo contrario de lo que han venido haciendo. Los lanzan con descaro para tratar de tapar los recortes y los comportamientos mafiosos que han llevado a cabo en sus años de gobierno. Predican la responsabilidad, el compromiso, la estabilidad, la acción de un gobierno fuerte para mantener la patria unida... donde no habrá lugar a la conflictividad originada por la inestabilidad de un gobierno en minoría y con menor experiencia. Como si la mayoría que hasta ahora han tenido, hubiera traído estabilidad y desarrollo a un país. Estabilidad y desarrollo, sí, ahí están: comportamientos especulativos y mafiosos, que han originado mayor desigualdad, junto a un quebrantamiento democrático en todo el país, esta ¡España!, de la que se sienten tan patriotas (para robar el dinero y llevarlo a Suiza, su verdadera patria). Claro que, como dice el refrán, una cosa es predicar y otra dar trigo.

A palabras necias, oídos sordos

En ambas concepciones, religiosa y política, el objetivo es hallar el camino a la “tierra prometida”. El camino marcado que los demás deben seguir. Cada cual debe hacer lo posible, desde el lugar y el puesto que le ha tocado vivir y desempeña en la estructura social, por mantenerlo inalterable: El “paraíso”, la quimera que ambas venden para que todo siga como interesa a las clases poderosas; un paraíso presente, el fiscal, y otro soñado e inalcanzable, el social. Multinacionales, bancos, castas dominantes tienen el suyo propio llamado de manera ambigua, “fiscal”. El camino a ese paraíso, no fiscal sino social, aseguran los privilegiados, únicamente lo puede recorrer una sociedad que respete fronteras físicas, económicas, psicológicas, y demográficas. Una sociedad en la que prime el orden y el respeto por lo tradicionalmente impuesto y establecido. Sólo así se consigue una vida mejor. Es su mensaje.

Ese orden lo garantiza un partido como el que está actualmente en el gobierno, y, si nadie lo remedia, seguirá estando. Y también destrozando con su servilismo a intereses ajenos a la sociedad que deben representar y administrar: manteniendo medidas dictadas desde afuera; imponiendo el orden a costa de anular derechos; el orden de la paz de los muertos, el de la sangre de los desahucios; el del miedo al paro; el de los recortes; el de leyes mordaza y opresoras; el que consigue cada día más ricos y cada vez más pobres; el que amplía distancias entre el dinero de unos y el sueldo de otros, entre naciones, impuestos y paraísos fiscales; el que permite que los niños, no ya naufraguen en nuestros mares, sino que se mueran de hambre en nuestras ciudades, al lado de casa, en la esquina. Un gobierno que mete la mano en los depósitos de la Seguridad  Social (en la cartera destinada a las pensiones), para crear inseguridad y dejar que los viejos, después de haber cotizado toda su vida, se mueran de inanición y de pena, y con ellos, vayan detrás sus hijos y nietos, porque se quedan sin esa exigua pensión que milagrosamente alimentaba a dos generaciones, obligadas a volver a casa de los abuelos... Un gobierno, en fin, que promociona a los ricos, perdona a los ladrones, y apoya  a los mafiosos... Un desgobierno que se mofa de los trabajadores, machaca a los autónomos, e ignora a los jóvenes. 

Frente a todo, y a la par: la hipocresía, la cara dura diciendo que hay que tener un gobierno estable, que la estabilidad sólo la da el PP, “trabajando más y cobrando menos”, como dicen ellos, los que no trabajan, los que roban. Que las demás fuerzas deben someterse a él por ser el más votado. Olvidan que hay otros dos tercios -la mayor parte de ciudadanos- que no les han votado, y que son muchos más, si tenemos en cuenta que la abstención -numerosa en estas últimas convocatorias electorales- es propia de las izquierdas que siempre se muestran críticas con la actuación de sus representantes. Que los demás partidos traerán el desastre a España como si ellos fueran ajenos al que han armado. El desastre no es el futuro en manos ajenas, es el presente de este país, y seguirá siendo así, y peor cada vez, si el PP (Partido Podrido) sigue gobernando. Un partido que ha implantado como forma de gobierno la corrupción, y ha socavado los cimientos de la democracia. Un partido que tiene la desfachatez de presentarse a unas elecciones cuando debería ser declarado ilegal por estar en su esencia actuar como organización mafiosa y criminal (lo dicen los jueces). 

A estos políticos, a esta gentuza, que miente más que habla, les sobra la promesa del paraíso, porque ya lo tienen instalado en sus bolsillos, en sus vidas, en la de sus familias y amigotes, hurtándolo al resto de ciudadanos. Les sobra la democracia, porque en sus genes late la dictadura de la que son hijos y han sido colaboradores. Les sobra la patria, con la que se llenan la boca, porque tienen otra patria donde llenan sus bolsillos... A estos políticos hay que echarlos. No hacerles caso. Conciben España (¡España!) igual que el otro, como su finca, su cuartel, con su baúl de tesoros que cual piratas del siglo XXI esquilman con total impunidad. 

Si a palabras necias, oídos sordos, los de esa “minoría mayoritaria” de españoles, deben tapar con su grito de indignación y rebeldía las proclamas de ladrones y buhoneros que prometen y no cumplen, que venden baratijas como si fueran joyas. Si, influidos por una religión mal entendida que tanta influencia tiene en la conciencia española, se sigue haciendo caso a los púlpitos de los medios de comunicación y desinformación; si seguimos atontados ante tanta desfachatez, caradura e hipocresía, ante amenazas sin fundamento y argumentos estúpidos; si seguimos fiándonos de palabras, promesas y razonamientos con la lógica del payaso, y no vemos los hechos... apaga y vámonos. Arreglados estamos si un partido podrido sigue en el gobierno con la anuencia y complicidad de otros. Arreglados estamos si, como ocurre en España, política y religión van a la par, por el mismo camino... ¡Cómo podemos ser tan catatónicos! El hazmerreír de Europa. Así es España, inmejorable.

¡Cómo podemos estar tan catatónicos!